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HISTORIA DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO. Por. El Prof. Francisco R. Escudero. Las Naves de “Tarsis”. Dice la historia que las “Naves de Tarsis” contribuyeron mucho al enriquecimiento del rey Salomón. ¿Qué eran las naves de “Tarsis”?. Eran la flota mercante de los fenicios que influyeron en la cultura egipcia y gran parte del Mediterráneo. Los fenicios dominaron todo el mar Mediterráneo desde unos mil años antes de Cristo, extendiendo su cultura y su comercio hasta el sur de España y una ciudad que fundaron en el año 1100 antes de nuestra era y que fue su base comercial con Europa, a la cual bautizaron Gadir (Hoy se llama Cádiz). Estos grandes navegantes eran originarios de una estrecha costa en aproximadamente lo que hoy es Líbano. Realizaron un notable aporte al desarrollo del alfabeto griego y el latino, sus números fueron el origen de los arábigos que hoy usamos y fundaron una ciudad llamada “Biblos”, de donde procede el nombre del libro más famoso de la historia. Los árabes, heredaron sus habilidades para construir barcos y partiendo del sur de Arabia (Golfo de Omán) dominaron los mares del mundo conocido, cruzaron el Océano Índico, el estrecho de Malaca y el mar de China llevando a Europa las riquezas de oriente: Alcanfor, canela, pimienta y ámbar; sedas, gemas de oro, porcelanas y maderas de sándalo, estableciendo esta ruta comercial 700 años antes que Cristóbal Colón llegara a América. Por otro lado existía la “Ruta de la Seda”, por la que grandes caravanas llevaban las mismas riquezas a Europa, pero era interrumpida por las constantes guerras que surgían en su largo camino hasta que desapareció por completo dejando todo el comercio a los árabes. Pasaron muchos años durante los cuales Europa no recibió las especias que eran parte fundamental de su dieta, el clavo, por ejemplo era una especia tan codiciada que su valor era superior a los metales preciosos, lo que provocó que otros países buscaran una ruta para llegar al oriente, desatándose esta competencia principalmente entre España y Portugal, siendo éste último el que logra pasar el cabo de Buena Esperanza rodeando África y llegan al océano Índico, sus soldados dominan la India y cruzan hasta el mar de China llegando a las islas de Especiería, donde florecen las especias tan codiciadas. La competencia con España se recrudece y llegan a enfrentarse con las armas, hasta que el Papa otorga Portugal la concesión del comercio con las islas a través del estrecho de Malaca y fijando un meridiano como límite que no pueden cruzar otras naciones y se logra que España embargue su derecho a navegar esas latitudes en 350,000 ducados de oro.
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Navegantes y descubrimientos. En 1498, como sabemos, Cristóbal Colón llega a América creyendo que era la India y España vislumbra la posibilidad de comerciar las especias, descubriendo después que el sueño de Colón no se cumplió, se trataba de otro continente que se interponía en su camino por lo que se manda acelerar la búsqueda de un paso hacia el oriente. Por esta razón Hernán Cortés inicia la conquista de lo que es México en 1519, mientras que un portugués llamado Fernando de Magallanes, ya nacionalizado español, lleva a cabo el increíble viaje alrededor del mundo y descubre las islas (Después llamadas Filipinas) para España en 1520. Vasco Núñez de Balboa cruza lo que hoy es Panamá y descubre la Mar del Sur, que es hoy el océano Pacífico, mientras Cortés, aún en Veracruz, envía expediciones al sur y fundan Zacatula en 1519 pero continúan explorando desde Tehuantepec hacia el norte. Cortés conquista definitivamente el hoy México, que bautiza como la Nueva España a principio de 1521 y es impulsado a buscar en la Mar del Sur, un lugar adecuado para construir barcos y navegar hasta las islas de especiería para traer las tan anheladas riquezas. A fines de 1521, descubren Acapulco y Cortés manda construir un astillero para explorar la mar del Sur, saliendo de aquí los primeros barcos en 1532 que van a conquistar la hoy Baja California, Nayarit, y el golfo que hoy lleva el nombre del conquistador. La Colonia. Filipinas no eran las islas de Especiería que estaban más al sur, pero el viaje de Magallanes no servía de nada porque nadie podía regresar desde ahí hasta México, mientras España explotaba las riquezas de América explotando a los nativos, a quienes se llamó “indios” pero cuando se trató de explotar la minería, los indios no soportaban el duro trabajo y los españoles trajeron esclavos del África para lograr su cometido, principalmente en México, Perú y Bolivia, ya que los “indios” estaban en peligro de desaparecer por la gran mortandad que causaba su explotación y el trabajo en las encomiendas. Después de 43 años de haber conquistado México, el rey de España Felipe II ordena al virrey de Nueva España que envíe una expedición al mando de Miguel López de Legazpi para que en 1564 salga de México hacia las Filipinas y encuentre la ruta de regreso, llevando como navegante al fraile Andrés de Urdaneta quien pertenecía a la orden de los Agustinos en México y es quien encuentra la ruta desde Filipinas hasta Acapulco, a donde llega el 8 de octubre de 1565 lo que se denomina el “Tornaviaje” y que establece la ruta comercial más próspera en la historia, haciendo de Acapulco el puerto más importante de América y a España el país más poderoso del mundo.
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Este intercambio comercial entre el Oriente y Acapulco duró 250 años, pero mientras más riquezas explotaba España más era la necesidad de su soberano por fondos para seguir y mantener sus conquistas alrededor del mundo estando en guerras constantes con los países de Europa, entre ellos Inglaterra, Holanda y Francia y mientras más aumentaban sus necesidades, más aumentaba la crueldad, el mal trato y la injusticia hacia los nativos americanos. Las grandes riquezas del comercio con oriente atraen a piratas de otros países que asaltaban los galeones en alta mar y los puertos en las costas, y para defenderlos, España ordena se fortifiquen, por lo que se amurallan ciudades como Campeche y se construyen fuertes en varios puertos como San Juan de Ulúa en Veracruz y San Diego en Acapulco (1776), así como San Juan, Puerto Rico, Cartagena, etcétera. En el siglo XIX, la situación en España es caótica, las intrigas, y traiciones eran cosa común en las cortes mientras el gobierno daba palos de ciego, teniendo que buscar el apoyo de Napoleón, emperador de Francia a quién el reino español había ofendido con anterioridad. Pero Napoleón los encierra en una situación en la que no queda otra salida al rey de España, Fernando VII que acceder a las demandas de Napoleón, llamando éste a Carlos IV, quien pide a su hijo la corona y juntos la ponen a los pies de Napoleón quien la entrega a su hermano José, consagrándolo como rey de España y de América. (1808). Inquietudes en la Colonia. Esto provocó una inquietud en diferentes esferas de la Nueva España, dando lugar a grupos que conspiraban para derrocar la tiranía española, aprovechando el descontrol de las autoridades virreinales, ya que el virrey de Nueva España, José Joaquín de Iturrigaray estaba a favor del supremo poder y rechazaba las juntas de gobierno que surgían en España, pero su opinión no era aceptada por todos y surgieron diferencias que más tarde llevan a desconocer al virrey y deportarlo a España, donde fue enjuiciado. Se constituye entonces un gobierno provisional, que es rechazado, y se discute acaloradamente sobre el camino que debería de tomar la Nueva España, formándose dos grupos antagonistas que en el futuro van a enfrentarse de forma encarnizada. Ante tal desconcierto, prolifera en diversas las ciudades del país, las reuniones clandestinas que buscan como liberar a México de la tiranía española., destacándose el que se reunía en Valladolid, conspiración que fue sofocada en 1809, pero que puede considerarse el preludio de la que se formó en Querétaro en el curso del siguiente año, pues los comprometidos en la primera fueron tratados con lenidad y se dedicaron a propagar sus tendencias subrepticiamente.
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Querétaro tenía como Corregidor a Miguel Domínguez, quién ejercía el cargo desde la época del virrey Marquina. Su rectitud y probidad le trajeron enemigos y también muchos admiradores. Su esposa, doña Josefa Ortiz aparece como el numen de la patria durante las reuniones que, con el pretexto de tratar asuntos literarios, se efectuaban en aquella ciudad en casa del presbítero José María Sánchez o la del abogado Parra. A estas juntas, además de abogados y paisanos, asistían secretamente los capitanes Ignacio Allende, Mariano Abasolo y Juan Aldama, ya por entonces distinguía en forma especial, el primero de ellos. Miguel Hidalgo, promotor de la revolución. Desde 1808 el cura Miguel Hidalgo había establecido relaciones, entre otros con los capitanes mencionados; todos estaban unidos por un fin común: proclamar la independencia de México. La innegable actividad desplegada por Hidalgo no se limitaba a elaborar planes políticos y someterlos a la consideración de sus correligionarios, sino que también se ocupaba de los preparativos, haciendo construir lanzas en Dolores, durante los primeros meses de 1810 y de difundir los principios revolucionarios, enviando para ello emisarios a distintas partes del país. Mientras tanto, el mariscal de campo Pedro Garibay recibió el mando de la colonia después de la destitución del virrey, dado que era el militar más veterano. El 16 de septiembre de 1808, ante el asombro de toda la población, el nuevo gobierno tomó el mando y de inmediato procedió con extremo rigor contra los líderes del partido que alentaba la independencia de la Nueva España, así fueron aprendidos los licenciados Primo, Verdad y Azcarate así como el fraile mercedario Talamantes, que era originario del Perú. Todos tuvieron diferentes destinos pero para 1811, todos habían fallecido. El nuevo gobierno buscó apoyos y de inmediato respondió el ejército, accediendo a cuanto se le exigía, el coronel Félix María Calleja fue uno de los primeros militares que se adhirió al nuevo gobierno, misma actitud fue adoptada, entre otros, por el brigadier Miguel Constanzó, que se hallaba al frente de las tropas en Jalapa, y el brigadier Dávila. También el subteniente del regimiento provincial de Valladolid Agustín Iturbide prestó pronto apoyo al nuevo gobierno. Este gobierno reconoció la autoridad de la junta Central de España y acordó enviar fondos a la península para el sostenimiento de las tropas, pero Napoleón los derrotó y expulsó a las tropas Inglesas que estaban ayudando a España, por lo que se uso ese dinero de México para reconstruir los ejércitos de las potencias aliadas.
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Mientras tanto, en México los miembros del partido español escribieron a la junta central pidiéndole que nombrara a un hombre enérgico y resuelto y de dotes adecuadas a las difíciles circunstancias para conducir las riendas del gobierno de la colonia. Mientras tanto, los de la facción contraria lograron informar a la misma junta que en la colonia había una zozobra que era causada por el grupo que había derrocado al virrey Iturrigaray. Ante estos datos, la junta central decide nombrar como nuevo virrey al arzobispo de México Lizana y Beaumont, llegando la orden en julio de 1809 y el 19 del mismo mes, Garibay entregó el mando. Las juntas de Querétaro fueron precedidas por las que en San Miguel el Grande, habían promovido Ignacio Allende y otros oficiales de su regimiento. Entre los asistentes a estas juntas en San Miguel, asistían además de los militares, el abogado Ignacio Aldama, hermano del capitán, algunos eclesiásticos y varios particulares. Las juntas se efectuaban en casa de Domingo Allende, hermano de Ignacio, y el plan que llegó a acordarse fue el de aprender a todos los españoles en el país simultáneamente, respetando en lo posible sus personas e intereses y posteriormente y una vez que estuvieran en México los jefes principales, se determinaría la forma de gobierno más conveniente. El cura Hidalgo se trasladó secretamente a Querétaro a principios de septiembre de 1810, invitado por Allende y habló con Epigmenio González quién no se decidió a tomar parte en la revolución que se estaba fraguando por no estar satisfecho de los medios de que disponían. Pero ya desde agosto, los nombres de todos los conjurados eran conocidos por las autoridades. Por su parte, Hidalgo marchó a Dolores para hacer acopio ahí de elementos de guerra, tras acordar con los confabulados de Querétaro proclamar la independencia el 1 de octubre de 1810. Cuando ya se contara con los medios indispensables. Delación de los conjurados. El capitán Joaquín Arias jefe de un destacamento en Celaya que estaba entre los conjurados, se presentó el día 10 a los españoles Juan Ochoa, alcalde de Querétaro y José Alonso, sargento mayor de su regimiento, denunciándose a sí mismo y a todos sus compañeros. Se sucedieron de aquí, una serie de eventos que van a causar que la declaración de la guerra se apresure y se lleve a cabo sin tener listos todos los elementos necesarios. Los eventos fueron notificados al virrey y Arias denunció también al corregidor, siendo aprendidos él y su esposa junto con otros coludidos a las dos de la mañana del 16.
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Proclamación de la Independencia. A pesar de que Hidalgo estaba vigilado, recibe aviso de la denuncia el día 13 y él a su vez manda a avisar a Allende y éste salió con premura, llegando a casa de Hidalgo a las nueve de la noche del día 14. Por otra parte, la corregidora había enviado un mensajero a Aldama informándole de los sucesos de Querétaro y de inmediato salió hacia Dolores, llegando al curato a las dos de la mañana del mismo día 16, informando a Hidalgo del peligro que corría, Hidalgo optó por una reacción rápida, y de inmediato salieron Hidalgo, Allende, Aldama, Mariano Hidalgo, hermano del cura, José Santos Villa, el padre Balleza y ocho sirvientes de Hidalgo, un vecino de Dolores, obligaron a Herrera a seguirlos y se dirigieron a la cárcel para liberar a los presos y engrosar sus filas, lo que lograron fácilmente, Hidalgo les repartió las lanzas y la fuerza reunida ascendió a ochenta hombres que se acabaron de armar con las espadas del regimiento de la reina. A continuación, Allende y Aldama se encaminaron a la casa del subdelegado de Dolores, Nicolás Fernández del Rincón y lo prendieron al igual que al recaudador de diezmos Cortina. Finalmente, los insurrectos apresaron a todos los españoles del pueblo fácilmente y a las cinco de la mañana del 16 de septiembre, un considerable grupo de sublevados entró en el atrio de la iglesia de Dolores y ante la muchedumbre convocada se proclamó la independencia. Solamente la determinación y el patriotismo, así como el deseo de liberarse de una tiranía de casi 300 años de opresión, explotación y esclavitud aunada al saqueo de las riquezas naturales de México, pudo dar a este puñado de sólo 80 hombres el valor y la audacia para someter a la guardia y habitantes españoles de Dolores, movimiento libertario que inmediatamente cundió por todo el país, producto de la cimiente de independencia que había sembrado don Miguel Hidalgo y Costilla, cura humilde que por su acción inmortal ha sido considerado como “El padre de la patria”. Dentro de dos años, tendremos todos los mexicanos el gusto de celebrar el bicentenario, o sea el 200º aniversario del inicio de la guerra de independencia que hizo de México un país independiente en el cual existen hoy libertades de culto, de opinión, de movimiento, de profesión, etcétera, pero que por el devenir de sucesos internacionales atraviesa hoy por una situación difícil de la cual saldrá seguramente bien librado con la unión y el esfuerzo y el trabajo de todos los mexicanos de hoy, sobre todo, de nosotros los guerrerenses, que siempre nos hemos distinguido por nuestro patriotismo y ansia de libertad, siempre dispuestos a la lucha y a ofrendar nuestras vidas en aras de la patria, como lo demuestran los hechos que siguieron a la proclamación de la independencia de México, inicio de una guerra que va a durar once años en la que se distingue la participación de guerrerenses que anteponen a sus intereses los de la nación y ofrendan vidas y haciendas hasta lograr que en esta tierra suriana se de la consumación de la independencia, simbolizada por el “abrazo de Acatempan”, que protagonizan don Vicente Guerrero y Agustín Iturbide.
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La insurrección se extiende. Los caudillos de la insurrección, que con falta notoria de elementos, habían laborado entre las sombras su urdimbre y se habían visto obligados a precipitar la revolución, aceptaron las consecuencias de su resolución. Los quince individuos que salieron de la casa cural se habían convertido en seiscientos, que, armados con fusiles, lanzas, espadas, instrumentos de labranza, palos y piedras, unos a caballo y los más a pie, rodeaban a los caudillos que predicaban la rebelión. Entonces Hidalgo y Allende partieron hacia San Miguel, dado que ahí residían varios partidarios de la independencia; Allende esperaba, así mismo, adherir a la causa al regimiento de “Dragones de la Reina”, del que eran capitanes él y Aldama. Azotes de salir, fue liberado el subdelegado Fernández del Rincón, a quién se envió hacia Valladolid. En el camino fueron ayudados por simpatizantes de la causa y en Atotonilco, Hidalgo toma del santuario del pueblo un cuadro de la virgen de Guadalupe, sabedor de la devoción del pueblo y lo convierte en el estandarte de la improvisada tropa que avanza hasta San Miguel el grande, a donde llegan por la noche con un ejército ya de mas de cinco mil hombres y son recibidos con aclamaciones, los españole se rinden y se les une el regimiento de los dragones de la Reina y se constituye en el núcleo de la nueva organización ya de ocho mil hombres que se organizan en escuadrones y batallones; también se decomisa todo el hierro y el acero, para construir armas y se encarga a los herreros del lugar la construcción de lanzas. Hidalgo se dirige entonces a Celaya a donde llega ya con veinte mil hombres la noche del 20 y toma la ciudad el 21 del mismo mes sin mucha dificultad y se adhieren al nuevo ejército, dos compañías del regimiento provisional. Se vuelven a organizar mandos y tesorería y se nombra a Hidalgo capitán general y a Allende teniente general. El 23 de septiembre sale el ejército rumbo a Guanajuato tomando en el camino Salamanca e Irapuato, donde nombran nuevas autoridades. El día 28 de septiembre llegan a la hacienda de Burras desde donde Hidalgo instó a Guanajuato a rendirse. Los militares y la población deciden defenderse, Hidalgo ataca ya con veinticinco mil hombres y se da la batalla de la alhóndiga de granaditas, que fue una de las más cruentas y los insurrectos perdieron más de dos mil quinientos hombres, por lo que su sed de venganza los lleva a saquear la ciudad robando y matando indiscriminadamente a sus habitantes. La alhóndiga también es saqueada y solo una pequeña parte de los tesoros pudo salvarse para las arcas del ejército. Para el día 29 se reanudo el saqueo pero con menos furia y llegaron a venderse en las calles los efectos más preciosos a precios ínfimos. Finalmente, Hidalgo logró parar el saqueo el día 30 mediante un bando que condenaba a muerte a los saqueadores, liberó a criollos que estaban presos y a varios españoles, permitiéndoles volver a sus casas.
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Después de nombrar y organizar autoridades y ejército, Hidalgo marchó sobre Valladolid, hoy Morelia mientras, el día 27, el gobierno virreinal ofrecía una recompensa de diez mil pesos por Hidalgo, Allende y Aldama, vivos o muertos y así como gracias y concesiones entre ellas el indulto, a quienes abandonaran el a los insurgentes. El día 26 parten de la ciudad de México: toda la guarnición de la capital y a los dos días la columna de granaderos y días más tarde los regimientos de dragones de México y el provincial de Puebla, llamándose a algunas tropas del interior para defender la capital. Para entonces, los antes privilegiados, descendientes de conquistadores, españoles, militares y sobre todo el clero, ven en peligros su prebendas y se proclaman en contra de la independencia, y se valen de una publicación “Gazeta de México” para atacar a Hidalgo y sus seguidores, la Inquisición los condena y el obispo de Michoacán, Manuel Abad Queipo publica una Gazeta declarando a Hidalgo y sus seguidores como “perturbadores”, seductores del pueblo, sacrílegos y perjuros y tanto ellos como sus seguidores estaban en excomunión mayor. Al mismo tiempo, el arzobispo Lizana apoyó las acusaciones. La misma posición adoptan: el obispo de Puebla- Manuel Ignacio González del Campillo, el de Guadalajara – Ruiz de Cabañas- que también excomulgó a los independientes y el de Oaxaca – Antonio Bergosa, que agregó a las excomuniones, exageradas alabanzas al virrey. Mientras Hidalgo camina hacia Valladolid, una parte de su ejército se dirige a Querétaro donde ya los espera la fuerza de la guarnición de México al mando del coronel Manuel Fond, con seiscientos hombres en una cañada donde son derrotados, pero Hidalgo continúa hacia Valladolid contando ya con sesenta mil hombres y cuatro cañones. El clero, instigado por su obispo se puso al frente de los belicosos pero la columna de Hidalgo era aumentada cada vez más con campesinos y rancheros del pueblo que simpatizaban cada vez más con la causa y avanzaron con tal rapidez que los defensores huyeron hacia México, Agustín de Iturbide también abandonó la plaza y se dirigió a la capital para presentarse al virrey, había rechazado el puesto de teniente general que Hidalgo le había ofrecido. El 17 de octubre Hidalgo entra en Valladolid donde es aclamado. Nombra nuevas autoridades en Michoacán, abolió la esclavitud y liberó al pueblo del pago de tributos, y otras gabelas que pesaban sobre las clases desvalidas. Para entonces, el ejército de Hidalgo contaba ya con ochenta mil hombres que se dividen en regimientos de mil hombres y salen de Valladolid para llegar a Acámbaro, donde se reorganizan, a Hidalgo se le designa generalísimo, y se hicieron además los siguientes nombramientos: Allende se convirtió en capitán general; Aldama, Balleza, Jiménez y Arias, pasan a ser tenientes generales e Ignacio Martínez, Abasolo, Ocón y José Antonio Martínez, mariscales de campo. Luego de prosiguió la marcha, mientras se iban engrosando las filas sin cesar con dirección a Toluca.
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Venegas estaba bien pertrechado en Toluca con un ejército de dos mil hombres destacando entre los oficiales Agustín de Iturbide. Sin embargo, se dan escaramuzas y Venegas se repliega hacia la capital. Hidalgo entra a Toluca el 28 y concertó con Allende el plan de ataque a la capital donde las tropas realistas los esperan cerca del castillo de Chapultepec. Después de victorias parciales de uno y otro bando, Hidalgo amenazaba la ciudad desde Cuajimalpa, teniendo desavenencias con Allende, Hidalgo nunca dijo porqué renunció a atacar México, estando en ventaja y a tiro de piedra, como se dice, optando por retirarse. Muchos seguidores desertan pues sentían estar muy lejos de sus pueblos y familias, los mandos se dividen y escasean las municiones. Hidalgo al ver reducida su fuerza en más de la mitad, abandona su posición y se encuentra con el ejército de Calleja y sufre grandes pérdidas, victoria muy celebrada por los realistas que ofrecen indultos a los que deserten de los insurgentes y ofrecen grandes recompensas por las cabezas de los jefes insurgentes. A partir de este momento se van a dar algunos sucesos impredecibles que van a cambiar el curso de la historia., eventos que se suceden en distintas ciudades y casi al mismo tiempo, y son tantos que para el objeto de este curso seria muy extenso reseñarlos todos y cada uno, por lo que me limitaré a hacer mención a ellos de forma cronológica, para que podamos entender el desarrollo de la guerra de independencia y sus principales protagonistas. Sin embargo, la insurrección no paraba de extenderse, Nueva Galicia, Zacatecas, San Luis y las provincias internas del Oriente habían abrazado la causa. Morelos en el sur iniciaba la campaña. Y en la intendencia de México, numerosas guerrillas al mando de Villagrán, Gonzáles Rojas, Colín, Mercado, Vargas, Del Río, entre otros, hostilizaban a los realistas. Mientras Hidalgo se dirigía a Valladolid para rehacer sus fuerzas, Allende marchaba hacia Guanajuato para organizar su defensa. El 13 de noviembre entró a Guanajuato y comenzó loa preparativos para defenderla con tres mil hombres y ocho cañones por lo que ordenó se fabricaran más cañones. El día 20 Escribió a Hidalgo una carta donde le manifiesta su desacuerdo con los planes y se da la ruptura definitiva entre ellos. Los realistas recuperan Guanajuato tras cruentos combates y grandes pérdidas para los insurgentes. Allende y otros jefes, excepto Jiménez, que luchó hasta el final, abandonaron Guanajuato seguidos sólo por una escolta. Hidalgo llegó a Valladolid el 10 de noviembre y reorganizó sus tropas, fundió cañones y recibió donativos, también entrenó nuevos reclutas y cediendo al reclamo de las masas, manda ejecutar a los españoles que había presos, partiendo hacia Guadalajara que ya estaba en manos de el insurgente José Antonio Torres, a donde llega siendo aclamado en todo el camino, el 26 de noviembre.
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Al abandonar Guanajuato, Allende se dirige a Aguascalientes, pero se encuentra con Iriarte que iba en su ayuda, ambos parten a Zacatecas, pero en el camino se separan y Allende se dirige a Guadalajara donde es bien recibido por Hidalgo el 12 de diciembre. José María Morelos y Pavón. Al sur de la intendencia de México (todavía no existía el estado de Guerrero) a fines de 1810, aparecía José María Morelos, que ya había conseguido encender la comarca que se extendía desde el Mezcala hasta las costas del océano Pacífico. Morelos había entrado en Técpan el 7 de noviembre de 1810. Allí, además de reunir abundantes recursos, incorporó a sus filas a Hermenegildo Galeana. El día 8 abandonó aquella población y en el Zanjón se le unieron Juan y Fermín Galeana Valdeolívar, primos de Hermenegildo, seguidos de seiscientos hombres, la mayoría desarmados, los Galeana poseían un pequeño cañón que pusieron a las órdenes de Morelos y a partir de entonces se contó con artillería, la cual fue aumentando al fundirse nuevas piezas. El 9 de noviembre, Morelos salió de Coyuca con una fuerza de dos mil hombres armados, Aquí se le unió don Juan Álvarez, procedente de la Providencia y un grupo de seguidores, llegando al Aguacatillo el 13 de noviembre sin problemas. Sosteniendo un duro combate con los realistas en el Veladero, posición que domina Acapulco, al final, los realistas abandonaron el lugar y Morelos se apoderó de la artillería y armas que dejaron, aumentando a su vez sus fuerzas. A partir de entonces, Morelos se fortificó en el Aguacatillo, las Cruces, El Marqués, Pie de la Cuesta y el Veladero. El realista Venegas se preocupó entonces por este nuevo enemigo y comisionó a Francisco Paris, comandante de la quinta división de milicias, con mil quinientos hombres marchase contra los insurgentes del sur. Paris atacó San Marcos y las Cruces el 8 de diciembre sin éxito. El 13 de diciembre atacó la Sabana con dos mil hombres mientras el coronel Ávila la defendía con sólo seiscientos; Paris huyó sufriendo grandes pérdidas. Como la situación de Morelos se hacía desesperada, se valió de una a Argucia para tomar ochocientos prisioneros en un ataque nocturno con Ávila, en esta acción, obtuvo además fusiles, municiones y víveres. El 29 de noviembre, Hidalgo publicó un bando por el que abolía la esclavitud y anulaba el papel sellado, así como los estancos y tributos. Para contrarrestar la prensa realista, se publicó en Guadalajara por orden de Hidalgo “El Despertador Americano”, periódico que defendía la emancipación mexicana.
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Mientras Hidalgo y sus principales caudillos reorganizaban sus tropas en Guadalajara, los realistas se hicieron fuertes en otras provincias del norte, tomando posiciones en Sonora y Sinaloa, luego Mazatlán Nuevo Santander y Coahuila. Y la revolución se extiende a Monterrey y Texas y los realistas ganan batallas en Jalisco, siendo la principal la que tuvo lugar en el “puente de Calderón” el 17 de enero de 1811 donde fueron derrotados los insurgentes por Calleja, teniendo que huir aquellos hacia Aguascalientes y Zacatecas. Allende, Iriarte e Hidalgo se encontraron en Zacatecas, donde varios oficiales amenazaron a Hidalgo para que renunciara al puesto de “Generalísimo” Lo cual aceptó debido a las presiones y quedó relegado; Iriarte y Abasolo también fueron censurados y Allende asumió el cargo de “Generalísimo” y marchó a Zacatecas con los restos del ejército y a principios de febrero de 1811 entró en Saltillo con Jiménez. El virrey Venegas ofreció poco después el indulto a Hidalgo y Allende, quienes lo rechazaron y partieron hacia los Estados Unidos para rehacer sus fuerzas, dejando al mando de la revolución a Ignacio López Rayón y como segundo a José María Liceaga. Ignacio Elizondo, ayudó a levantar Nuevo León, Nuevo Santander y Coahuila. Sus servicios le valieron el nombramiento de teniente coronel, más como le fue negado el ascenso a teniente general, se adhirió a la empresa contrarrevolucionaria que desde Texas preparaba el presbítero Zambrano. El teniente general Jiménez, proseguía su expedición a las provincias de oriente, siendo gobernador de Coahuila Pedro Aranda. En el asalto a dicha población, Elizondo y los conjurados lo aprendieron y se hicieron dueños de la plaza. Después de nombrar por una junta de gobierno al nuevo gobernador, Elizondo avisó a Jiménez que se en contrarían en Acatita de Baján. Mientras una vez preparada la caravana que conduciría a los líderes insurgentes a los Estados Unidos, estos parieron el 17 de marzo pasando por Santa María, Anhelo y Espinazo del Diablo. Elizondo salió de Monclova el 19 para situarse en Acatita de Baján; el 21 avistó la vanguardia de la caravana, y después de una ligera resistencia, todos los líderes fueron arrestados. En la refriega perdieron la vida, un hijo de Allende, y el intendente Arias, solo Iriarte logró escapar huyendo al Saltillo, para reunirse con Rayón. En resumen, Elizondo se adueñó de toda la artillería que llevaba la caravana, del tesoro que transportaba y de ochocientos prisioneros, entre los que se hallaban: Hidalgo, Allende, Abasolo, Mariano Hidalgo, Balleza, José Santos Villa, José Mariano Jiménez, Abasolo, Camargo, Zapata, Lanzagorta, fray Gregorio De La Concepción y José María Chico, además de otros oficiales, clérigos y empleados.
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Elizondo se dirigió a Monclova con los valiosos prisioneros engrilletados y esposados con cadenas. Allí permanecieron los cautivos hasta el 26 de marzo en pestilentes y estrechas cárceles. Abandonaron luego la ciudad y se dirigieron a Chihuahua En Álamo separaron a los clérigos, para enviarlos a Durango menos a Hidalgo quién siguió hacia Chihuahua, a donde arribaron el 23 de abril tras una lenta y dolorosa marcha. Algunos capturados se quedaron en Monclova, donde unos fueron ajusticiados y otros enviados a presidios o distribuidos en las haciendas. El 6 de mayo se nombró e integró un consejo de guerra. El 7 de mayo Hidalgo rindió su primera declaración. Este y sus principales compañeros fueron encerrados en el hospital militar, encadenados y esposados como habían llegado.. En la capital se celebró con júbilo la captura al igual que en otras ciudades como Guadalajara, pero los mismos realistas despreciaron la acción de Elizondo, cuyo único premio fue el ascenso a coronel; años después fue asesinado por un español que se fingió loco. Mientras tanto, seguían los procesos a los líderes insurgentes sin que se les permitiera defenderse o apelar. Abasolo dijo que él había permanecido en un lugar distante de Hidalgo y de Allende, además su esposa intercedió por él así como algunos españoles a quienes había ayudado en Guadalajara, acusando además a Hidalgo y Allende de haber ordenado los saqueos y asesinatos en varias ciudades, salvó así la vida pero fue sentenciado a prisión perpetua en España donde falleció en 1819. El 10 de mayo fueron ejecutados: Camargo, Carrasco y Agustín Marroquín. El día 11, corrieron la misma suerte Francisco Lanzagorta y Luis Gonzaga Mireles. El 6 de Junio, José Ignacio Ramón, Nicolás Zapata, José Santos Villa, Mariano Hidalgo y Pedro León hallaron la muerte. . El 26 del mismo mes, Ignacio José de Allende, José Mariano Jiménez, Manuel Santamaría y Juan Aldama los siguieron, por último, el día 27, José María Chico, José Solís y Onofre Gómez Portugal perdieron la vida. Por esos días fueron fusilados en Monclova el abogado Ignacio Aldama y el fraile Juan de Salazar. También fueron condenados a la pena capital los religiosos Mariano Balleza, Ignacio Hidalgo, Bernardo Conde, Pedro Bustamante, Carlos Medina, Ignacio Jiménez y Gregorio de La Concepción. Este último se salvó de la ejecución que se llevó a cabo por orden del comandante general de Durango, pero fue desterrado a España de donde no pudo regresar hasta 1821.
13 La jurisdicción eclesiástica intervino demorando el proceso de Hidalgo, quién no culpó a nadie de sus actos que creyó beneficiarían al país t asumió toda la responsabilidad. El 29 de julio se le notificó su degradación en el hospital real, el mismo día se le notificó su sentencia de muerte y la confiscación de sus bienes. El 30 de julio se llevó a cabo la ejecución que recibió el ilustre caudillo con entereza. Su cuerpo fue sepultado en la capilla San Antonio del convento de San Francisco y su cabeza, junto con las de Allende, Aldama y Jiménez fueron llevadas a Guanajuato. Las cuatro cabezas fueron colgadas fuera de la Alóndiga de Granaditas para escarmiento de los insurgentes, sin embargo, la lucha no se detuvo. La revolución se alzaba amenazadora y briosa en al sur de la intendencia de México (en el hoy estado de Guerrero), en Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Zacatecas; Morelos continuaba arrollando a los realistas y Rayón asumía con valentía la dirección de la causa insurgente. Por toda la república surgían grupos de insurgentes dispuestos a dar la vida por su patria, siguiendo el ejemplo de los ajusticiados. En el norte, se combatía casi en cada pueblo, Valladolid, Guadalajara, Cuerámbaro, Hostotipaquillo, Ixtlán, Mexpán, Ahuacatlán, San José del Conde, Colima, en “tierra caliente” insurgentes como Ávila y Rubalcaba dominaban el valle de Cuernavaca y el de Amilpas. Tepecoacuilco e Iguala fueron dominadas por realistas y la inflamación cundía como reguero de pólvora. Las acciones de distintas guerrillas se dieron por todo el país y fueron innumerables las batallas que se dieron por todo el territorio nacional donde surgieron infinidad de héroes regionales que trascendieron en las historia de muchos pueblos y estados. Esta diversidad no nos permite hacer una relación total de ellas por razones de tiempo y espacio, lo mismo sucede con el accionar del generalísimo José María Morelos y Pavón y todas sus acciones guerreras en las que participó, por lo que las trataremos de resumir en cuatro campañas principales, quizá con excepción de la primera en la que se reseñan las acciones que tuvieron lugar en nuestro puerto y lugares circunvecinos, muchos pertenecientes al hoy municipio de Acapulco y que el lector podrá identificar y visitar su así lo desea. Las Campañas de Morelos. Ya relatamos el principio del movimiento de Morelos, con el que comenzó digamos su primera campaña y que continuó como sigue: En febrero de 1811 Morelos Salió de la Sabana y se dirigió a Acapulco para ocupar el castillo (el hoy fuerte de San Diego), anteriormente había tratado con un artillero realista llamado Gago, a quién Morelos sobornó pero una vez recibido el dinero, lo traicionó y el héroe insurgente fue recibido con descargas de fuego que le obligaron a refugiarse en el cerro de las Iguanas (donde estuvo el antiguo hospital Morelos hasta fines del siglo XX.) desde donde hostigó la fortaleza durante algunos días, pero los realistas hicieron una salida sorpresiva el
14 19 de febrero y le obligaron a retroceder hasta la Sabana con grandes pérdidas, pero se preparó para resistir un ataque de Cosío que no llegó. Morelos enfermó en esos días y se retiró a Técpan para recuperarse. No tardó Cosío en presentarse con una respetable división pero la fuerza independiente ascendía a más de dos mil doscientos hombres al mando del coronel Francisco Hernández, quién ante la vista de la batalla desapareció y los insurgentes eligieron por jefe Hermenegildo Galeana, quien emprendió varios combates durante más de un mes. Morelos ya restablecido tomó la Sabana y se atrincheró en el Veladero. (Sitio donde hoy se haya la colonia “Ampliación Praderas” de Costa Azul y la unidad habitacional de la Marina 23 de Noviembre). Desde el Veladero, Morelos rechazó los ataques de los realistas y el virrey destituyó a Cosío, nombrando al coronel Juan Antonio Fuentes como jefe de los realistas, quien atacó a Morelos el 30 de abril, pero fue derrotado. Al día siguiente se reforzó con la guarnición del Castillo pero fue nuevamente derrotado por Morelos, entonce sitió a Morelos para que no recibiera víveres ni auxilios, por lo que Morelos rompió el cerco y partió a Chilpancingo enviando a Galeana a Chichiualco en busca de víveres. El comandante Garrote los sorprendió pero Galeana salió victorioso y Morelos puedo tomar Chilpancingo el 24 de mayo. Garrote se retiró a Tixtla, pero los insurgentes le persiguieron y atacaron, tomando Tixtla dos días después. Aquí se les unió Vicente Guerrero, sin pensar que años más tarde sería una de los protagonistas de la consumación de la independencia de México. Fuentes atacó Tixtla, pero fue derrotado otra vez y entre los prisioneros se encontraba Gago, aquel artillero realista que habiendo hecho un trato con Morelos lo traicionó durante la toma del Castillo de Acapulco y Morelos lo mandó fusilar en escarmiento para futuros traidores. Morelos regresó a Chilpancingo dejando Tixtla fortificada al mando de Hermenegildo Galeana. Que fue atacado fuertemente por los realistas, regresando Morelos el 15 de agosto para auxiliarle y en seguida tomaron también Chilapa donde permaneció Morelos hasta noviembre, tiempo que ocupó en reorganizar y agrandar su ejército. Expidió un decreto por el que creaba la provincia de Técpan; estableció la administración eclesiástica y de justicia y acuñó moneda. De Técpan se le unieron Valerio Trujano y Mariano y Manuel Primo Tapia. Segunda Campaña. En esta campaña se reorganizó el ejército insurgente al dividirse en tres secciones para extender sus dominios. También fue significativa la adhesión a la insurgencia del padre Mariano Matamoros, cura de Jantetelco, y en lo militar el enfrentamiento del caudillo insurgente contra el mejor general realista en Cuautla. Después de permanecer tres meses en Chilapa, Morelos decidió tomar la segunda ciudad del virreinato, Puebla de los Ángeles. En su camino tomó Tlapa y en sangrienta batalla tomó Chiautla, ya en tierras poblanas; ahí se le unió el
15 capellán de los realistas, el padre José Manuel de Herrera. Seguro de la capacidad de sus oficiales, Morelos dividió sus topas en tres grupos; uno al mando de Miguel Bravo, que fue rumbo a Oaxaca; otro a las órdenes de Hermenegildo Galeana rumbo a Taxco y el tercero bajo su mando con dirección a Izúcar para intentar llegar a Puebla. En Izúcar después de entrar en paz y de recibir muestras de apoyo resistieron los insurgentes un ataque realista. Morelos decidió dejar dominado el sur y no tener enemigos en la retaguardia, por lo que emprendió camino a Cuautla donde entró sin resistencia, el 24 de diciembre de 1811. En tanto, el valeroso contingente de Galeana, cumpliendo órdenes de Morelos, había tomado Tepecoacuilco y Taxco y el no menos valiente Leonardo Bravo había dominado Huitzuco. En el valle de Toluca, muy cerca de la capital , el jefe realista Porlier había derrotado a un grupo insurgente comandado por Oviedo. Morelos, Bravo y Galeana se prestaron a auxiliarlo y el 22 de enero de 1812, frente Tenango, derrotaron al realista y ocuparon la población durante tres días a fin de descansar. Los vencedores del sur, Morelos, Nicolás Bravo y Hermenegildo Galeana, que habían unido sus fuerzas para apoyar la insurgencia en el valle de Toluca, se dirigieron a Cuernavaca y posteriormente a Cuautla a donde llegaron el 9 de febrero de 1812; ahí esperaron a Félix María Calleja, considerado el mejor militar realista y quién había vencido a Hidalgo y a Rayón. En la primera batalla del 18 de febrero de 1812 fue derrotado Calleja, pero el 5 de marzo recibió refuerzos y sitió Cuautla. El sitio de Cuautla. Loa insurgentes realizaron actos de gran valor, pero el sitio era, al parecer, irrompible. Sin víveres ni agua, en una de las más grandes hazañas del pueblo mexicano, el genio militar de Morelos y sus seguidores, después de 58 penosos días, rompieron el sitio la madrugada del 2 de mayo de 1812. Aunque no hubo vencedores ni vencidos, el ejército realista no pudo cumplir su misión, pujes Morelos y sus huestes regresaron a Chiautla y se dirigieron al territorio donde tenían total seguridad y apoyo; el actual estado de Guerrero. Tercera campaña. Esta tercera campaña fue la más gloriosa. En lo militar, los dominios insurgentes se extendieron hacia Puebla, Oaxaca y Veracruz; en la política, Morelos dictó decretos y celebró un congreso en Chilpancingo, al que denominó Primer Congreso de Anahuac. Sin embargo, los anuncios del ocaso comenzaron a aparecer con la pérdida de algunos valiosos hombres insurgentes. El ejército insurgente restableció fuerzas y se reorganizó durante un mes en Chiautla. El 7 de julio de m1812 se dispuso a partir hacia Antequera, la actual capital del estado de Oaxaca. En el camino auxiliaron a Valerio Trujano sitiado en Huajuapan de León, se tomó Tehuacan y se avanzo hacia el norte tomando Orizaba en el vital camino de la ciudad de México a Veracruz.
16 En esta campaña Nicolás Bravo hizo prisioneros a 300 realistas en San Agustín del Palmar, victoria que le valió el ascenso a general. El, padre de Nicolás, Leonardo Bravo, había sido hecho prisionero en el sitio de Cuautla. Para su libertad, el virrey exigía que los Bravo dejaran las armas y la lucha. Nicolás Bravo no aceptó y Morelos ofreció a cambio los 300 prisioneros pero el virrey mandó ejecutar a Leonardo Bravo. Ante su muerte, Morelos autorizó a Nicolás Bravo a ejecutar a los 300 prisioneros, pero éste, en un acto que lo ha inmortalizado, les concedió el perdón. La mayoría de los prisioneros agradecidos, se pusieron a las órdenes de la insurgencia. Morelos en ese momento contaba con 500 hombres comandados por Mariano Matamoros, Hermenegildo y Pablo Galeana, Miguel Bravo, Vicente Guerrero, Manuel Mier y Terán y Félix Fernández quién tomó el nombre de Guadalupe Victoria . De Orizaba, el ejército insurgente se dirigió a Oaxaca y después de una reñida batalla el 26 de noviembre de 1812 tomaron la ciudad. En Oaxaca Morelos acordó junto con Mier y Terán la publicación del periódico “Correo Americano Del Sur.”, para dar a conocer los ideales y victorias del movimiento insurgente. Por esos días, Morelos también lanzó un manifiesto: “Nuestro designio no se reduce a otra cosa que a defender la libertad que nos concedió el autor de la naturaleza y de la cual se trata de despojarnos injustamente”. Morelos consideró que el ejército insurgente ya estaba listo para la toma de Acapulco y salió de la ciudad de Oaxaca el 9 de enero de 1913; el día 6 de abril comenzó formalmente el ataque a Acapulco y luego de un penoso sitio de varios meses en que hubo muchísimos muertos por balas, enfermedades y hambre, el 19 de agosto del mismo año, fue firmado el tratado de rendición por José María Morelos y Pedro Antonio Vélez, quién defendía la plaza. Para celebrar la victoria, Morelos organizó un banquete al que invitó a los realistas defensores del hoy fuerte de San Diego y a los principales jefes insurgentes. En esa ocasión dijo: …”que viva España, sí, pero España hermana y no dominadora de América”. Durante los meses del sitio a Acapulco, las actividades políticas de Morelos se intensificaron: ordenó la congelación de los precios de los artículos de primera necesidad, sostuvo comunicación por cartas con Rayón y Liceaga en las que proponía rescatar los trabajos de Zitácuaro y reunirse en Chilpancingo, desautorizó algunos actos de las autoridades eclesiásticas y civiles y el 23 de junio de 1813 lanzó la convocatoria para el congreso de Chilpancingo. Durante ese tiempo, Francisco Javier Venegas dejó el virreinato y fue sustituido por Calleja. El 13 de septiembre de 1813 se inauguró el congreso de Chilpancingo con asistencia de representantes de diferentes localidades del país, siendo diputados: López Rayón por la provincia de Nueva Galicia (hoy Jalisco y Nayarit); Sixto Verduzco por la de Michoacán; Liceaga por
17 Guanajuato; Murguía por Oaxaca y Herrera por la provincia de Técpan (hoy Guerrero). En el congreso, la personalidad de Morelos fue reconocida en lo militar y lo político. Al día siguiente, ante el congreso, su secretario leyó lo que consideraba como el ideario insurgente, sus “Sentimientos de la Nación”. El día 15 se votó entre Ignacio López Rayón, José María Liceaga y José María Morelos para elegir al generalísimo de las fuerzas insurgentes. Morelos fue elegido, pero no aceptó el nombramiento. Presionado aceptó y prestó solemne juramento, en el que declaró que defendería aún a costa de su sangre, la libertad y la independencia de México. Todos los insurgentes llenos de júbilo lo declararon como “Su Alteza” y con dignidad y humildad de un auténtico héroe rechazó el título, prefiriendo el de”Siervo de la nación”. El 5 de octubre abolió la esclavitud y el 6 de noviembre, firmó junto con los reunidos el Acta de independencia. En ella se declaraba que la nación mexicana rompe para siempre con la dependencia de España, que decretaría las leyes que le fueran convenientes y decidiría por sí sola su destino. El 7 de noviembre de 1813, Chilpancingo despidió con júbilo a los insurgentes, quienes tomaron el camino hacia Valladolid. Cuarta campaña. Esta campaña ha sido llamada y con razón, la campaña del desastre. A partir del fracaso de Valladolid, hoy Morelia, se sucedieron las derrotas y la muerte de los mejores insurgentes incluyendo al mismo Morelos. En lo político el gran logro fue la constitución de Apatzingán. El 13 de diciembre de 1813, los insurgentes y Morelos estaban frente a Valladolid. En la loma de Santa María se establecieron 5000 hombres con 30 cañones, mientras Morelos veía desde lo alto la calma que reinaba en su lugar nativo pensando que toda la fuerza de la insurgencia entraría en acción. El ataque comenzó por la tarde, la ciudad estaba defendida por los realistas: Iturbide y de Llano. Después de muchas horas de cruenta batalla, Morelos y sus insurgentes se vieron obligados a iniciar una catastrófica huida hacia Puruarán. Hasta ese poblado fueron perseguidos y derrotados, cayendo prisionero Matamoros, quién el 13 de febrero de 1814 fue fusilado en la plaza principal de Valladolid. Las derrotas y tropiezos del ejército de Morelos se sucedieron uno a uno, por una parte, el 27 de junio, en el Salitral, cerca de Coyuca, el valeroso insurgente Hermenegildo Galeana, murió en combate . Morelos apoyado sólo por unos cuantos hombres, logró llegar hasta Apatzingán. Se había planeado expedir la primera constitución del México independiente, para poder llevarla a cabo sin la persecución realista, los insurgentes diputados corrieron la voz de dirigirse a Patzcuaro, pero secretamente acordaron que el punto de reunión sería Apatzingán.
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En agosto de 1815, Morelos acordó trasladar el gobierno hacia Tehuacán y en septiembre emprendieron la marcha. El virrey Calleja mandó darles alcance, lo que logró la columna realista en Temalaca y el caudillo fue hecho prisionero. Morelos fue conducido a Huitzuco, luego a Tepecoacuilco, a Cuernavaca y posteriormente a la capital, a la que llegó el 22 de noviembre de 1815. Inmediatamente comenzó el juicio y el 26 el tribunal sentencia degradación militar y eclesiástica, confiscación de todos sus bienes y muerte. José María Morelos y Pavón fue fusilado a las tres de la tarde del día 22 de diciembre de 1815 en San Cristóbal Ecatepec en las cercanías de la capital. Su serenidad a la hora de la muerte conmovió profundamente a quienes fueron sus ejecutores. Morelos declaró al coronel realista don Manuel de la Concha encargado de fusilarlo “…yo quería la independencia de mi patria y luché por ella. No me arrepiento de lo que he hecho por ese ideal. Mi conciencia no me acusa, he cedido a mis inspiraciones…” La figura enorme del “Ciervo de la nación” y los guerrerenses que lo acompañaron siempre, nos dieron una de las más grandes herencias de la que goza el pueblo mexicano; La Libertad.
SIGUEN: _Los patriotas guerrerenses en la lucha de Morelos. _ Vicente Guerrero continuador de la llama insurgente. _ El plan de la Profesa y Agustín de Iturbide. _El abrazo de Acatempan _ El Plan de IGUALA. _El ejército trigarante entra a México, el 27 de septiembre de 1821
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