Carta nº 4. Primavera - verano 2013

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MITSUO MIURA

Contra el tiempo*, con el tiempo

a exposición de Mitsuo Miura en el Palacio de Cristal del Retiro es una buena ocasión para reflexionar sobre la singular relación con el lugar y “con su propio tiempo” que han tenido algunos artistas extranjeros que llegan a España en la década de los 60: Mitsuo Miura, pero también Eva Lootz o Adolfo Schlosser, por ejemplo, “una relación con el lugar y sobre todo con el tiempo que nunca es de total arraigo y que los aleja tanto de la reivindicación de lo local como de las corrientes de moda”1. ¿Bastaría con saber que la revista que fundaron en el entorno de Buades Eva Lootz y Patricio Bulnes se llamó Humo2 y no pasó del primer número? “El viaje es una actitud, no un desplazamiento”, dijo en su día Adolfo Schlosser3. También para mí, en tanto peculiar ejercicio de historiadora del arte (o en tanto ejercicio de peculiar historiadora del arte), referirse ahora a ellos supone una cierta forma de viaje que no invita a reconstruir ningún desarrollo de acontecimientos pasados, sino a dar cuenta de su trato con el “propio (concepto de) tiempo”. En History. The Last Things Before The Last4, Siegfried Kracauer sugiere que el historiador se sitúe en la antecámara de la historia y que lo haga además como un extranjero. Todo el que emprende un viaje en la historia, dice Kracauer,

se concede la posibilidad de exiliarse en el tiempo. Tiene los privilegios de la extraterritorialidad. Es, en cierto modo, un vagabundo. Como no deja de acompañarse —en un libro que piensa la Historia con mayúsculas— de historiadores del arte, como Kubler o Burckhardt, y de escritores, Proust, especialmente, me anima a pensar que algunos historiadores y determinados artistas (los referidos en este artículo) compartimos las poderosas metáforas y citas que el pensador alemán menciona: exiliarse en el tiempo, estar en la antecámara de la historia, ser en cierto modo un vagabundo y gozar de los privilegios de la extraterritorialidad. Esta ocasión que ofrecen las palabras de Kracauer nos permite defender que los tres artistas (doblemente extranjeros) son resistentes a los tiempos de las modas y a una historia donde lo nuevo está directamente ligado al mercado. Podemos solucionar esta cuestión si, con Boris Groys, decidimos “separar el concepto de lo nuevo del concepto de historia y el término innovación de su asociación con la linealidad del tiempo histórico”5. En vez de hacer hincapié en lo temporal, recalca Groys, apostemos por resaltar la innovación como una forma de colocar las cosas de forma distinta en un contexto inestable. Algo que vienen haciendo los museos en su nuevo display basado en criterios de “buena vecindad”. Es el museo entonces, cuando trabaja en el nivel del “contexto, del marco, del ambiente, o de una nueva interpretación teórica”, el que propone “que una determinada cosa parezca otra nueva o interesante”6. Esto dicho, me interesa resaltar que la propia poética de nuestros artistas extranjeros (Eva, Schlosser, Mitsuo) permite que nos situemos contra el tiempo cronos, el tic-tac hegeliano, padre de tendencias y modas, como veremos a través de algún ejemplo del que daré cuenta de forma espontánea y en el orden que permita la impresión que me dejaron sus obras, su actitud vital y sus escritos. Por ejemplo, en mi memoria ocupa un lugar preeminente el cuadro de Patinir sobre el que tanto se ha detenido Eva Lootz, el de la espina del león, que “congela el tiempo en la espera”7, un cuadro realizado quizá en la antecámara de la historia moderna, justo antes de que la perspectiva renacentista nos metiera de cabeza en ese tiempo donde todo se relaciona con todo y hay un centro y una mirada y un hombre detrás de una rejilla representando la realidad o, como señalara Foucault, aprendiendo a controlarla. Sin embargo, sigue diciendo Lootz, en este cuadro “todo permanece en un en sí”. Cada cosa “tiene acceso a su pequeña eternidad”. Cada cosa. La misma separación con que está dispuesta la bento box de la comida japonesa, como advirtió Mitsuo8. Cada alimento, como en el cuadro de Patinir, en su pequeño ámbito. La evidencia como cierta

forma de inmanencia. Contra el tiempo del progreso, pero también contra el afán de transcendencia, contra el sujeto proteico, el heroísmo y la “pegajosa mirada de Occidente”9. El tiempo en Mitsuo Miura suele estar ligado a los trabajos sobre la playa de los Genoveses, en Almería, catorce años en los que el artista se empeña en mirar compulsiva y cotidianamente la naturaleza: fotos, dibujos, pinturas, toda una colección de restos del empeño (o la afición) de pintar el tiempo, como ha confesado en alguna ocasión: “cosas que se ofrecen a la mirada sin reclamar excesiva importancia, insignificantes […] la idea del transcurso de lo cotidiano; nada es trascendental, pero todo, hasta lo más pequeño importa”10. Obstinado como estaba en pintarlo todo, no tuvo más remedio que rendirse poco a poco a la fascinación del éclair, el relámpago baudeleriano, pues no hay mejor metáfora para mostrar la experiencia, aún hoy, de la metrópoli: “¿Volveré a verte? Quizá en la eternidad”11. Así Show Window, “profunda reflexión sobre la permanencia de la imagen ideológica y la fugacidad de la experiencia sensorial”12, y los trabajos sobre la playa de los Genoveses no representan los términos extremos de una contradicción donde disipación y ensimismamiento se contradigan, sino la cara de una misma moneda: la vida de los ciudadanos de las últimas décadas. La sensación toma el mando. Eva Lootz lo apreció en Hiroshige, “sucesión minuciosa e impasible de momentos equivalentes (donde) no cabe lo heroico”13. En una especie de “desaceleración y encogimiento del tiempo”14, lo evidencia también Schlosser en su poema La tarde en el café, ya en Madrid, a principios de los setenta, cuando en el café Gijón escribe entre voces y barullo de voces: “el tiempo aumenta mientras se espera o se prepara una palabra, mientras tienen lugar hechos apenas perceptibles y los instantes centellean donde se los quiere ver”15. Es esa relación singular con el propio tiempo la que ha llevado a Mitsuo Miura a crear en “RMS La Asociación” la intervención Amarillo transparente, “distintos entornos que aluden a una sala de estudio, una habitación para la reflexión y la creación de pensamiento, y un muro en el que se acumulan las capas de memoria de las propias actividades de RMS La Asociación durante la última década”16. Esta vez el paisaje íntimo, un laboratorio donde se rodea de objetos que le han acompañado en el tiempo, un lugar donde está en continuo cambio, el orden de las cosas y las citas a sus artistas de referencia. ¿Por qué no pensar este proyecto —y tergiverso las palabras de Lootz respecto a Hiroshige— como una sucesión afectiva y minuciosa de momentos donde no cabe lo heroico? x aurora fernández polanco

* Más allá de consideraciones museográficas, los tres artistas elegidos parecen ir en cierto modo “contra el tiempo”, por decirlo como Agustín García Calvo, ya que los intuyo muy cercanos a muchas de las cuestiones en las que nos enreda este libro/jeroglífico imposible del filósofo recientemente fallecido a quien queremos rendir aquí un pequeño homenaje. 1 Palabras textuales de Jesús Carrillo, Contra el tiempo, Zamora: Lucina, 1993. 2 Según declaraciones de Eva Lootz: “Adolfo no tuvo ninguna intervención en la revista Humo, como no sea la de ser amigo tanto mío como de Patricio Bulnes. Quienes sí participaron activamente fueron Santiago Auserón y Cati François, así como Manolo Quejido e Ignacio Gómez de Liaño. La revista apareció en 1977.

3 El País, 7 diciembre 2002. En otro sentido, como peregrino que “está y no está”, alude a él Francisco Calvo Serraller en “Visitación”, en Adolfo Schlosser. Escritos, Madrid: MNCARS, 2006, p. 12. 4 No hay traducción al español. 5 B. Groys, Sobre lo nuevo. Ensayo de una economía cultural, Valencia: Pre-Textos, 2005. 6 Las citas entrecomilladas de Sobre lo nuevo están tomadas de http://www.uoc.edu/artnodes/espai/esp/ art/groys1002/groys1002.html 7 E. Lootz, “La espina del león”, en Lo visible es un metal inestable, Madrid: Árdora, 2007, p. 87. 8 “En la cocina japonesa los elementos aparecen siempre aislados, sin mezcla, dispuestos como lo que son, separados y evidentes a lo largo de la bandeja”. Citado

por V. Llorca, “Mitsuo Miura”, en Mitsuo Miura, [cat. exp.], Guipuzkoa: Diputación Foral de Guipuzkoa, Sala Koldo Mitxelena, 1994. E. Lootz, óp. cit., p. 92. Palabras de Mitsuo Miura citadas por A. Murría, Mitsuo Miura, Santander: Fundación M. Botín, 1996, p. 13. “Ne te verrai-je plus que dans l´eternité?”, Baudelaire, “À une passante”, Fleurs du mal, París: Gallimar, p. 134. A. Montesinos, Mitsuo Miura, Gijón: Museo Barjola, 2002 E. Lootz, óp. cit., p. 93. P. Bulnes, Prólogo a Adolfo Schlosser, óp. cit., p. 16. “La tarde en el café”, ibíd., p. 27. Exit mail, http://www.exitmail.net/exitmail. php?idart=1097.

“… en las otras lenguas, las dominadas o marginadas, no se encuentra algo que corresponda a la idea ‘tiempo’ de las nuestras, por más que en algunas de ellas hayan llegado a ser las instituciones y cómputos del Tiempo, cartas astrales o calendarios tan imperiosas y tremendas como entre los aztecas, egipcios o babilonios; y, por tanto, en las gentes y mundos correspondientes no había tal cosa como nuestro Tiempo”. A. García Calvo, Contra el tiempo

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CARTA. PRIMAVERA-VERANO 2013

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