Marta Minujín. Obras 1959 - 1989

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y provinciano (en el peor de los sentidos, el cultural) como el nuestro a determinados niveles”31. O, entre las pocas críticas más lúcidas de la prensa porteña, Fermín Fèvre32 refirió a uno de los puntos fundamentales que planteaba la obra cuando, desde las páginas de El Cronista Comercial, indicaba: …del calor al frío, de lo simbólico a lo impenetrable, de la luz a la oscuridad, el visitante continuará jugando un papel que no comprende, sintiéndose víctima o cómplice, aunque manteniendo una expresión de circunstancias. Burlador o burlado, el hecho es que el “espectador” pasa a ser “participante”. Casi puede decirse que contra sí mismo se encuentra formando parte de un juego que solo se vive jugando. Pero más allá de la impresión anecdótica y externa, “La Menesunda” nos está diciendo que los términos de la ecuación están cambiando. ¿Quién es la estrella del show: los visitantes o quienes montaron el espectáculo? Todo hace suponer que el papel de privilegio corre por cuenta de los primeros, o de los segundos puestos en la situación de los otros […] Entonces podrá apreciarse de manera más notoria que, contra lo que podría suponerse, “La Menesunda” no es un juego de chicos sino de adultos. Quien no se haya dado cuenta es mejor que no pregunte dónde se encuentra el arte, porque corre el peligro de hallarlo en él mismo. Es decir: en las distintas situaciones33.

Sobre este punto crucial –la relación establecida entre la obra y el espectador– un boceto de la obra indica: Quisiéramos dar vuelta al espectador como se da vuelta un guante sin conocer sus mecanismos psicológicos ni intimistas. Que se sienta reconocido con necesidades hasta ahora desconocidas de tocar, oír, palpar el arte de adentro hacia afuera, que recorra solo espacios interiores […] Este sistema de La Menesunda contradice la exposición de obras individuales. Lo substrae al espectador de la cosa separada34.

Es el mismo punto que subraya Minujín cuando, en los diversos bocetos que delinea para la invitación de La Menesunda, indica:

25 La Menesunda no es como las exposiciones de cuadros o esculturas […] Porque no siendo exposición o espectáculo no hay obra ni contemplador o espectador aunque sí Arte en algo sucediendo sin antecedentes que impulsa la imaginación y rescata el tiempo35.

La obra incitaba al espectador a disolverse en la obra y a cambiar sus parámetros sobre lo que podía o no ser arte. Pero además, como indicaban sus creadores en sus numerosos escritos36, incorporaba referencias del mundo del arte al mismo tiempo que las tornaba irreconocibles. De allí que quizás el visitante más viajado o más entendido pudiera detectar allí elementos del nuevo realismo –como en el caso de Germaine Derbecq37– o del Pop, o de las experiencias más teatrales de los norteamericanos Robert Whitman, Allan Kaprow, e incluso de Jim Dine y Claes Oldenburg en Nueva York, en las cuales “el teatro no ‘reemplazaba’ la escultura: era una manera de ‘realizarla’”38. Es decir que la obra se alineaba con las experimentaciones de quiebre que por ese momento se multiplicaban a escala mundial. Pero al mismo tiempo, la experiencia era completamente inédita, desfachatada, posiblemente una bofetada fría en pleno invierno porteño, y, fundamentalmente, local. Porque, ¿qué fue, exactamente, La Menesunda? Combinando las

Alberto Ciria, “La Menesunda”, semanario Marcha, Montevideo, s/f. Artículo consultado en Archivo ITDT. “Problemas de ‘La Menesunda’”, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 11 de junio de 1965. 33 Fermín B. Fèvre, “Habla ‘La Menesunda’”, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 31 de mayo de 1965. 34 “Sobre todo nos preocupa el espectador”, texto dactilografiado, s/f, Archivo Marta Minujín, Buenos Aires. 35 Marta Minujín, “La Menesunda es una creación…”, texto dactilografiado, Archivo Marta Minujín, Buenos Aires. 36 En su libro Vanguardia, internacionalismo y política…, ob. cit, p. 212, Andrea Giunta se refiere a los numerosos bocetos de La Menesunda por Rubén Santantonín, a quien prácticamente adjudica la concepción de la obra. Aquí queremos dejar expresa constancia de la existencia de más de cincuenta textos tipografiados, manuscritos y bocetos de La Menesunda por Marta Minujín en sus archivos, hoy accesibles a través de Fundación Espigas, que permiten deducir su indudable participación en la concepción y desarrollo de este proyecto, cuyo carácter colectivo fue incluso recalcado en varias oportunidades por sus creadores. 37 Ver Germaine Derbecq, “La Menesunda”, Le Quotidien, Buenos Aires, 14 de junio de 1965. 38 Julia Robinson, ob. cit., p. 35. 31

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