Las hojas del granado

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DÉJAME IR Madre, déjame ir, ahora tu cálido manto debe guardarse en el armario, pues ya cobija débil hierba. Ya no seré la amable niña que complace para ganar una sonrisa, un poco de miel y fruta seca. Es necesario que salga sin abrigo en esta pálida mañana, sobre mis hombros tus plegarias. Tú dices, madre, no podré hacerlo, no podré el zarzal atravesar, me engullirá el pantano, que no estoy preparada para cruzar desiertos. Déjame ser la forastera, la que de momento no tiene casa ni un plato de comida: la que busca su destino. Déjame intentarlo. Cuando regrese seré una mujer vieja y sabia como tú.


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