castro punta Lagosteira - 1º Artigo

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y menor tamaño) que estarían muy separadas entre sí. Tampoco debería de tener la estructura defensiva que tiene y fundamentalmente este yacimiento no debería estar tan lejos del teórico epicentro, el sudoeste costero de Galicia, en el que, al menos en teoría, se iniciaría el proceso de transformación social que finalmente consolidará a estos grupos sociales en el marco de la «Cultura castreña». «Cultura castreña, por otra parte, que desde hace años, al ser el fenómeno de fortificación de los poblados tan genérico, se le adjunta el adjetivo ‘del noroeste’ y que posiblemente, con el tiempo, se proceda a subdividir ese conglomerado de grupos sociales que, arbitrariamente desde mi punto de vista, se viene uniformizando». Por ello, no se pueden rastrear fácilmente posibles influencias ni para su morfología, ni de su organización espacial interna, a no ser que se recurra a posibles derivaciones tomadas de la concepción teórica, que para el funcionamiento de estas sociedades, se derivada de la arqueología especulativa. En todo caso la propia posición del yacimiento de punta de Muros, unido a los datos que aporta, con una notable ausencia de objetos relacionables con la actividad agrícola (que coincide con un entorno muy poco propicio para la producción agropecuaria), podrían permitir hablar, más de una factoría fortificada que de un poblado fortificado, sobre todo si se tiene en cuenta las numerosas estructuras de carácter artesanal vinculadas a esta actividad. Esta posible visión supondría numerosas implicaciones ya que si su función implica la producción de artículos frente a las necesidades básicas sería preciso la obtención y dependencia de otros grupos que se encargarían de aprovisionarlos. Es difícil pensar que en este contexto cronosocial, un grupo, que se presupone bastante autárquico, mantenga un grado de dependencia tan importante. Otra visión en la que este poblado en unión de otros especializados en la producción de otros productos conformaran un grupo social homogéneo, también plantearía la problemática de la importante organización interna, administrativa y de gestión de esas poblaciones que precisarían de un territorio muy consolidado y con todas las reservas un protoestado, tanto desde el punto de vista territorial como administrativo. La existencia de la estructura n.º 20, perfectamente individualizada del conjunto, unido a la morfología de las cabañas y la disposición de los hogares permiten pensar, sin embargo, que el poblado trascendía esta visión y respondía a factores más complejos, no hay que olvidar, tampoco, el imponente sistema delimitador que individualiza el poblado. El diseño del poblado debería de derivar, en parte, de las actividades ejercidas por sus

ocupantes, así tanto la disposición y orientación de las estructuras productivas y habitacionales como su morfología estarán en función de esas actividades. Funcionalmente alguna de estas estructuras identificadas ha servido de almacén, que podría haber sido un elemento más del sistema productivo del poblado, la actividad metalúrgica, que precisa de una buena cantidad de combustible para la trasformación de minerales y su posterior tratamiento. Pero otras han tenido una doble funcionalidad, habitación (zona próxima a las estructuras de combustión) y almacenamiento. Esta amplia superficie de almacenamiento, si se correlaciona con la interpretación de la estructura n.º 20 (en su conjunto), podría indicarnos que la aldea además de centro metalúrgico podría ser un centro de redistribución, inserto, al menos, en una fase avanzada de un sistema de jefaturas que caminan hacia la consolidación de unas jerarquías, próximas cuando no ya plenamente inmersas en el sistema del cacicazgo. Lo cierto es que nos encontramos, en el Norte, donde se presupone un atraso socioeconómico en relación a otras zonas meridionales, con un poblado estructuralmente articulado y ordenado, con barrios y estructuras especializadas en una determinada actividad y que tiene una importante estructura que lo individualizan del entorno, que apunta hacia comportamientos y estructuras sociales que pueden matizar los que se consideraban como propios de este momento. La presencia de grupos diferenciados orgánicamente no rompe con la visión tradicional, que puede ser perfectamente valida para aquellas zonas sobre cuyos datos se asentó dicha visión. Lo que parece claro, en todo caso, si se tienen en cuenta las descripciones de los historiadores y cronistas clásicos y las primeras fuentes eclesiásticas, a pesar de ser tardías, es que la sociedad del noroeste pudo haber experimentado un proceso de transformación, que podría haber sido bastante intenso, al menos en algunas partes de su territorio. Todo ello implicaría que nos encontremos con dinámicas sociales (en los niveles básicos, la organización familiar, por ejemplo) e incluso socioeconómicas (derivadas de la especialidad económica, pueblos con vocación ganadera, otros con una vocación más agrícola, etc.) diversas, que convivirían y participarían de un marco «arqueológico» más general. Marco, que progresivamente se iría uniformizando hasta consolidarse, al menos aparentemente, con la administración romana del territorio, si bien, la estructura territorial con su fragmentación y aislamiento, unido a la capacidad de sustentación de los distintos territorios, podrían favorecer este esquema inicial múltiple, en el cual la individualidad del grupo (castro) será el elemento identificativo y

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