Traducción de una página de L'ILLUSTRATION 18 de julio 1936

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Ya, entre Jaén y Granada, la gente no es muy habladora, se muestran reticentes, desde que intentamos abordar el capítulo de violencia y desorden que sucedió aquí. Encontramos incluso un fenómeno inquietante, más cercano a la confusión de las lenguas: el Director de un gran hotel que por el momento, parecía admirablemente comunicativo, el francés se le nubla , vacila, se queda parado y repentinamente ya no escucha una palabra de nuestra traidora lengua. Afortunadamente, un espontáneo guía, que se acopla a nuestra fortuna y que de pié sobre el estribo nos saca de un apuro, obteniéndonos en el cabaret, una entrevista crucial con el hombre de la calle, Don Tout le Monde que, en este caso, porque estamos bien abajo, tiene más sentido común y el espíritu que muchos augurios oficiales. Nuestro interlocutor vivió un largo tiempo en París, el cual conoce y el cual mantiene amistades. Obrero aquí, pero obrero especialista y prevenido, aquí se convirtió en un artesano, dispone de tienda en la calle y gana fácilmente su vida. Habla con calma y demuestra todo tipo de violencia. En esta sala del primer piso a penas se consume cerveza y café. Sin embargo, charloteamos y discutimos hasta que nos perdimos de vista. Vanamente, en otra pequeña ciudad, veremos un letrero prohibir en un lugar parecido “toda discusión política y religiosa “ ¡no se castiga! ¿Disturbios? Fueron graves, pero anárquicos, sin un principio aparente, desordenado: la violencia de sucesivas explosiones, tampoco una agitación lógica y querida. Muchos de los asesinatos y muertes privados desde luego –comunistas contra socialistas, miembros de la “falange española” (parte de la dictadura) contra el comunismo o recíprocamente. De hecho, venganzas, que se engendran, se perpetuán, vuelven a cobrar actualidad. ¿Los daños? En Jaén, nada; en Granada, por el contrario, casas incendiadas y una iglesia destruida; en Sevilla, igualmente dos o tres iglesias; en Málaga, nada, porque no queda ni un convento, ni una iglesia para destruir, la “primera revolución” la de 1931, había limpiado todo. ¿Y Moscú? Nuestro informador sonríe. No se cree mucho la influencia de los soviéticos en España. Los números partidistas hacen gala de la hoz y el martillo o los dibujos en los muros; pero una mugre ignorancia en lo que se refiere a Rusia acompaña a estas manifestaciones exteriores. ¿Y la violencia? Pero la violencia que explica el estado miserable de estas poblaciones y el hambre, fueron una mala consejera. Es, en algunos pueblos de Andalucía, donde algunas personas no sabían desde la mañana si encontrarían algo para comer durante todo el día. De hecho, yo pude ver grupos de niños miserables, andrajosos, pies desnudos, hambrientos, asediando nuestro coche, mendigando bajo los ojos de los padres que se callan. Encontramos en esta parte de España, un doble proletariado, un proletariado industrial………………..

Paul-Emile Cadilhac.

L’ILLUSTRATION Nº 4872


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