La Granja John Grisham

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Me miré los pies. Exceptuando a Hank Spruill, jamás había conocido a nadie que me cay era tan antipático como Stacy. ¿Qué hubiera hecho Ricky ? Seguramente la habría insultado, pero, como y o no sabía hacerlo, me limité a alejarme. El Buick y a estaba de vuelta. Mi padre, que iba al volante, aparcó y todos los adultos bajaron. Jimy Dale llamó a gritos a los Spruill y les dijo que se acercaran. Hizo sentar a Trot, Bo y Dale en el asiento de atrás y a Hank delante, y salieron disparados, bajando por el camino sin asfaltar en dirección al río.

Ya muy entrada la tarde, Jimmy Dale dijo que se iban. Estábamos deseando que lo hicieran, y y o, en particular, temía que se entretuvieran demasiado y se quedaran a cenar. No me imaginaba sentado a la mesa intentando comer mientras Stacy hacía comentarios sobre nuestra forma de alimentarnos y nuestras costumbres. Hasta aquel momento, había despreciado todo lo nuestro; ¿por qué iba a comportarse de manera distinta durante la cena? Nos acercamos lentamente al Buick y, una vez allí, nuestros lánguidos adioses se prolongaron una eternidad, como dé costumbre. Nadie tenía prisa cuando llegaba la hora de marchar. Alguien comentó que y a era muy tarde, después el comentario se repitió y, a continuación, alguien dio el primer paso hacia el automóvil entre la primera tanda de despedidas. Hubo apretones de manos, abrazos e intercambio de promesas. El avance prosiguió hasta que el grupo llegó a la altura del coche, y allí la procesión se detuvo mientras alguien recordaba una nueva anécdota. Más abrazos, más promesas de regresar muy pronto. Después de un considerable esfuerzo, los que se iban subieron al coche y los que se despedían de ellos inclinaron la cabeza hacia éste y volvieron a decir adiós. Puede que se contara rápidamente otra anécdota. Unas cuantas protestas permitían finalmente que el vehículo se pusiera en marcha, momento en que el vehículo hacía lentamente marcha atrás mientras los que se quedaban seguían saludando con la mano. Cuando la casa se perdía de vista, alguien que no era el conductor preguntaba: —¿Por qué tantas prisas? Y alguien que todavía estaba saludando en el patio anterior decía: —No sé por qué han tenido que marcharse tan pronto. Cuando llegamos al automóvil, Stacy le dijo algo en voz baja a Jimmy Dale. Éste se volvió hacia mi madre y susurró: —Necesita ir al cuarto de baño. Mi madre lo miró con semblante preocupado. No teníamos cuarto de baño. Quien precisaba hacer sus necesidades iba al retrete exterior, una pequeña estructura de madera con un profundo agujero en el centro, oculto detrás del cobertizo de las herramientas, a medio camino entre el porche trasero y el


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