Red queen victoria aveyard (La reina roja #1)

Page 261

permite luchar contra dos Magnetrones, a pesar de su fuerza y poder. Pero la sangre mancha su ropa y nuevas heridas aparecen con cada segundo que pasa. El arma de Ptolemus cambia, de una espada a un hacha a un látigo de metal muy estrecho, mientras que las estrellas dentadas de Evangeline siguen cortando. Lo están agotando. Lento pero seguro. Mi rayo, pienso con tristeza, mirando hacia atrás a Arven en nuestra puerta. Todavía está ahí, una presencia negra para atormentarme. Una pistola cuelga de su cintura; ni siquiera trato de luchar contra él. No puedo hacer nada. Cuando un gran trozo de hormigón sale fuera del vapor, dirigiéndose directamente hacia mí, apenas tengo tiempo de esquivarlo. Se hace añicos contra la arena donde yo estaba hace unos segundos, pero antes de que tenga tiempo de pensar, otra viene hacia mí, aullando a través del aire. El cielo está lloviendo hormigón sobre mí. Igual que Cal, encuentro mi ritmo, corriendo por la arena como una rata, hasta que algo me detiene en seco. Una mano. Una mano invisible. El agarre de Stralian se cierra en mi garganta, me ahogo. Puedo oírlo respirando en mi oído, aunque no lo vea. —Roja y muerta —gruñe, apretando su mano. Mi brazo se abre hacia afuera, hincando un codazo en lo que supongo son sus costillas, pero él se mantiene firme. No puedo respirar y unos puntos negros nublan mi visión, amenazando con extenderse, pero sigo luchando. A través de la bruma, puedo ver al Brazosfuertes Rhambos merodeando, con los ojos fijos en mí. Me destrozará. Cal todavía lucha contra los hermanos Samos, haciendo todo lo posible por no ser apuñalado. No puedo gritar por él, incluso si quisiera, pero de alguna manera se las arregla para lanzar una bola de fuego hacia mí. Rhambos tiene que saltar hacia atrás, tropezando con sus enormes pies, dándome unos segundos más. Jadeante, asfixiada, araño con mis uñas otra vez, tratando de alcanzar una cabeza que no puedo ver. Es un milagro cuando siento el rostro y luego sus ojos. Con un grito jadeante, sigo arañando, los pulgares en las cuencas de sus ojos, cegándolo. Stralian ruge, dejándome ir. Cae de rodillas, parpadeando de nuevo a la existencia. Caen regueros de Sangre plateada de sus ojos como lágrimas de espejo. —¡Se suponía que ibas a ser mío! —grita una voz, y giro para ver a Evangeline de pie sobre Cal, su espada levantada. Ptolemus ha luchado con Cal hasta el suelo, los dos ahora rodando por la arena con Evangeline cerniéndose sobre ellos, sus cuchillos salpicando el suelo a su alrededor—. ¡Mío! No se me ha ocurrido que correr de cabeza hacia un Magnetrón podría no ser una buena idea hasta que choco con ella. Caemos juntas, mi rostro roza toda su armadura. Me duele, pica y sangra, goteando rojo para que todos lo vean. Aunque no puedo ver las pantallas, sé que cada una difunde la imagen de mi sangre a través del país. Evangeline chilla, arremetiendo con sus cuchillas bailarinas. Detrás de nosotros, Cal lucha en pie, empujando a Ptolemus lejos con una llamarada de fuego. El

261


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.