Red queen victoria aveyard (La reina roja #1)

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Las chispas cobran vida en mi piel. Cuando mi mano se cierra alrededor del musculoso cuello de Ptolemus, dejo ir las chispas. Estas chocan contra él, la luz ilumina sus venas, y él cae bajo mi toque. El metal de su uniforme vibra y se hace humo, casi cocinándolo vivo. Y entonces cae al suelo de hormigón, su cuerpo aun sacudiéndose con chispas. —¡Ptolemus! —Evangeline cae a su lado, alcanzando su rostro. Una chispa salta a sus dedos, forzándola a retroceder con el ceño fruncido. Me rodea en una llama de furia—. ¡Cómo te atreves… —Estará bien. —No le he golpeado lo suficiente para hacerle un daño real—. Como has dicho, necesitamos que hablen. No pueden hacer eso si están muertos. Los otros me miran con una extraña mezcla de emociones, sus ojos amplios, y asustados. Cal, el chico al que besé, el soldado, el bruto, no puede sostener mi mirada en absoluto. Reconozco la expresión en su rostro: vergüenza. Porque ha herido a Farley, o porque no ha podido hacerla hablar, no lo sé. Al menos, Maven tiene el buen sentido de parecer triste, su mirada descansa en el cuerpo aún sangrante de Tristan. —Madre puede atender al prisionero luego —dice, dirigiéndose al rey—. Pero las personas arriba querrán ver a su rey y saber que está a salvo. Han muerto tantos. Deberías reconfortarlos, padre. Y tú también, Cal. Nos está ganando tiempo. Maven está intentando conseguirnos una oportunidad. Incluso aunque hace que mi piel se ponga de gallina, me estiro para tocar el hombro de Cal. Me besó una vez. Quizás aún escuche cuando hablo. —Él tiene razón, Cal. Eso puede esperar. Aún en el suelo, Evangeline descubre sus dientes. —¡La corte querrá respuestas, no abrazos! Su Majestad, arranque la verdad de ellos… Pero incluso Tiberias ve la sabiduría en las palabras de Maven. —Se quedarán —hace eco—. Y mañana la verdad será revelada. Mi agarre se aprieta en el brazo de Cal, sintiendo los músculos tensos debajo. Se relaja con mi toque, luciendo como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Los Centinelas se ponen en acción y empujan a Farley de vuelva a la celda rota. Sus ojos se quedan en mí, preguntándose qué demonios tengo en mente. Desearía saberlo. Evangeline medio arrastra a Ptolemus fuera, dejando que los barrotes se cierren tras ella. —Eres débil, mi príncipe —susurra en la oreja de Cal. Resisto la urgencia de mirar a Kilorn, mientras sus palabras resuenan en mi cabeza. Deja de intentar protegerme. No lo haré. La sangre gotea de mi manga, dejando un rastro de manchas plateadas en mi camino mientras marchamos hacia la sala del trono. Los Centinelas y Seguridad

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