Mi primer beso reekles beth

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Al menos hasta que llegué a la caseta. Entonces tuve la clara impresión de que sí, de que a ella también le gustaba él. —Ya veo que la caseta de los besos está funcionando bien —bromeé. Rachel estaba jugueteando con un mechón de su cabello y se acercaba mucho a Lee. La chica se sonrojó y él puso los ojos en blanco, mirándome. —Lee me estaba preguntando si quería ir a ver una peli —me explicó Rachel. —¡Hey! —exclamé, sonriendo de oreja a oreja—. Bueno, pues que os divirtáis. ¿Cuándo vais a ir? —Mañana por la noche. —Magnífico —repuse. Ella mostraba una sonrisa que rozaba lo tonto, y le brillaban los ojos. Miré a Lee y le hice una señal casi imperceptible con la cabeza. Sin duda, Rachel estaba interesada en él. Hacía meses que Lee no salía con nadie. Yo sólo esperaba que, en esta ocasión, su nueva novia no se hartara de que fuéramos como siameses. Normalmente, era por eso que rompían: su novia acababa hasta el gorro de que Lee pasara tanto tiempo conmigo, y él se cansaba de que ella se quejara de mí, y entonces..., ¡bum!..., cada uno se iba por su lado. Así que lo dejé hablando con Rachel y fui a reunirme con los chicos y chicas que acababan de presentarse, un cuarto de hora antes de que empezara la feria. —¡Hola! —saludé a Samantha y a Lily con una sonrisa. Jason y Dave ya estaban esperando, perdidos en una conversación sobre el partido de los Mets, y entonces también llegó Jon. —¿A quién estamos esperando? —preguntó Dave al verme. —A Karen, Dana y Ash —le contesté—. Pero no tardarán en llegar. —¿Vamos para allá? —preguntó Lily. —Esperemos unos minutos —contesté—. Lee está ligando con Rachel y quizá estrenando ya la cabina. Todos rieron. —¿Ahora salen juntos? —preguntó Samantha—. ¡Por fin! ¡Hace semanas que Rachel no deja de hablar de Lee! —Dios, ni siquiera menciones eso —se sumó Lily—. Estoy en la mesa al lado de la de ella, y el otro día me entraron ganas de gritarle que se lanzaran de una vez y comenzaran a salir. —Ah, por cierto, chicos, haréis turnos de treinta minutos. ¿De acuerdo? De esa forma todos tendréis un descanso decente. —Vale. —Claro. —Está bien. —Bien del todo. —Guay. —¡Hey! ¡Hey! —oí entonces, y vi a Dana y a Karen medio corriendo, medio saltando hacia nosotros. Al igual que las otras chicas, llevaban vestidos de verano de color rosa o rojo. Los chicos vestían vaqueros y camisas ajustadas que mostraban sus músculos de deportistas. Bueno, todos estaban mucho mejor que yo, con unos pantalones cortados y una blusa negra. —¡Oh, vaya! —exclamó Karen mientras rebuscaba frenética por su bolso—. ¡Me he olvidado el pintalabios!


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