OSAL #30

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Horacio Crespo

Aportes

a Haya con la propuesta de un frente de unidad antifascista, en convergencia con la nueva línea de la Internacional Comunista de los “frentes populares”. Mariátegui fue acusado de populista en la década del treinta. Para Aricó la acusación tenía como objetivo clausurar un debate referido a la eventualidad de un desarrollo hacia el socialismo en los países no europeos, vinculado a las opiniones de Marx y sus investigaciones de la década de 1870 acerca de la comuna rural rusa, que fueron expresadas en su carta a Vera Zasulich en torno a las posibilidades de un camino al socialismo distinto para Rusia. Pero Aricó descarta que Mariátegui haya conocido a ese Marx, ni siquiera al populismo a través de las obras polémicas de Lenin, ni que haya podido inspirarse en forma directa por Gramsci, al que sin duda conoció a través de la versión de Gobetti. Cree que en realidad las experiencias decisivas fueron la Revolución china de Xinhai y la Revolución Mexicana, tamizadas a través del lente de la Reforma Universitaria: Precedidas por las repercusiones de la revolución de octubre y por ese verdadero movimiento de reforma intelectual y moral, en sentido gramsciano, que fue la Reforma Universitaria, las experiencias transformadoras de dos países rurales de las magnitudes de China y de México provocaron una revolución tal en las mentes de la intelligentzia latinoamericana que iniciaron una nueva época en la historia de nuestros pueblos. Sin tener de ello una conciencia totalmente lúcida, los intelectuales latinoamericanos iniciaban varias décadas después de la experiencia populista rusa una misma “marcha hacia el pueblo” que habría de convertirlos en la élite dirigente de los movimientos nacionales-populares y revolucionarios modernos. Mariátegui y el grupo que se constituyó en torno a la revista Amauta representaron indudablemente el sector más lúcido de ese proceso, tanto como para librarse de la férrea envoltura de una función intelectual que por el hecho mismo de ejercerla los apartaba del pueblo, y virar sus miradas hacia ese mundo aún inmaduro, pero ya “escindido” y con perfiles propios, de las clases subalternas. Se puede hablar con propiedad de un verdadero “redescubrimiento de América”, de un acuciante proceso de búsqueda de la identidad nacional y continental a partir del reconocimiento, de la comprensión y de la adhesión a las luchas de las clases populares. Y éste era un hecho totalmente nuevo, por lo menos en la historia de los intelectuales peruanos (Aricó, 1980: lxii-lxiii).

Existía en Perú un rechazo conservador al mundo indígena, por el temor criollo a las sublevaciones sociales. La guerra con Chile significó el descubrimiento del Perú invertebrado, y con Manuel González Prada del mundo indígena, al que comienza a pensar como la base de la nación peruana, y que su liberación será fruto de sus propios esfuerzos. La innovación de Mariátegui es que puede vincular al indio con el problema agrario, superando el tema de “cuestión nacional” tal como lo planteaban los indigenistas. Entendió que la “cuestión campesina” en Perú se planteaba como “cuestión indígena”. Planteó la incapacidad de la burguesía peruana de resolver la liquidación de la feudalidad. Así, asentó la confluencia y aleación del indigenismo con el socialismo, la conformación de la alianza obrero campesina en clave peruana: este es el fundamento de la originalidad de Mariátegui, la base de su “leninismo”. Marx y América Latina. Las raíces de un desencuentro Carlos Franco calificó este libro de Aricó como “texto fundador” (Franco, 2010: 7)10. Opinión que compartimos, en tanto que con él se abrió −a partir de posiciones cuya radical novedad conviene subrayar desde el inicio mismo de este

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