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Aportes

Adolfo Sánchez Vázquez

cardinales?–, el autor nos ofrece una sólida argumentación que fundamenta los principios a partir de los cuales es posible cumplir con los compromisos teóricos que exige, tanto la cabal comprensión de la praxis artística, como su encuadramiento en el proceso histórico general de la emancipación humana. “Cuatro principios que entrañan sendas concepciones del hombre, la historia, la sociedad y el método de investigación” (Sánchez Vázquez, 1970: 24). En primer lugar, en el curso de una impecable conceptualización histórico materialista, Sánchez Vázquez invoca una concepción del hombre como ser práctico, productor y transformador. Esto, en sintonía con los principios de su filosofía de la praxis, entraña el hecho de entender al hombre como productor de un mundo de objetos que sólo existen por él y para él, es decir, destaca la actividad práctica del hombre como creadora de su propio mundo, y a la par como creadora y transformadora de sí mismo. De esta forma, en términos marxistas el arte es concebido como una de esas prácticas y, como tal, como uno de los ámbitos privilegiados de su “potencialidad creadora”. En segundo lugar, siempre en la perspectiva histórico materialista, Sánchez Vázquez sostiene que toda producción y autoproducción humana deben ser asumidas radicalmente como procesos de orden histórico, y por lo tanto el arte no escapa a esta determinación. Sin embargo, como creación humana, el arte rebasa cada momento histórico particular en el que se produce para inscribir, en esa misma historia que le sirve de marco, la proyección de un futuro posible. La explicación de ambos principios sigue una argumentación que descansa en el conjunto de tesis que Marx propone en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, que es donde se encuentra la fuente de dicha concepción social de lo estético. En aquel texto, el arte –como el trabajo– se presenta en relación con la necesidad del hombre de objetivar sus fuerzas esenciales, es decir, creadoras. Asimismo, esto también puede apoyarse en los trabajos de madurez de Marx, lo cual no debería sorprendernos si se tiene presente que son perfectamente congruentes con la concepción que subyace en los primeros: “el hombre como ser práctico, histórico y social, que al humanizar la naturaleza con su actividad práctica crea un mundo de relaciones, valores, productos, del que forman parte la relación estética con la realidad, los valores estéticos y las obras de arte” (1970: 31). El tercer principio histórico materialista incorporado por Sánchez Vázquez entiende al hombre como ser social y a la sociedad como un todo estructurado. De acuerdo con esta idea central, el arte, como creación humana, es un fenómeno social que responde a las características y determinaciones esenciales del tipo de sociedad en que se produce. De esta forma, responde necesariamente a determinados intereses sociales de clase, se inscribe en la superestructura ideológica de la sociedad y participa activamente, de manera afirmativa o crítica, en la configuración de las formas dominantes de tal o cual ideología. Aquí Sánchez Vázquez es enfático, ya que, si hemos sido atentos, podemos percibir claramente la ceñida articulación y apoyo mutuo que los tres principios señalados hasta ahora mantienen entre sí: La relación estética se desarrolla sobre una base histórico-social en el proceso de humanización de la naturaleza mediante el trabajo. Lo estético no existe, por tanto, al margen del hombre social.


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