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LA FAMILIA FACTOR IMPORTANTE EN LA PREVENCIÓN DEL ACOSO ESCOLAR

Lic. Sandra Guadalupe Cueto López

El acoso escolar es una problemática presente en todos los niveles escolares de México y ha ido creciendo de manera acelerada en los últimos tiempos.

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La familia se considera como el lugar idóneo para la formación de la identidad y de la protección del niño, donde crece y se le cuida hasta que aprende a valerse por sí mismo; sin embargo, lo cierto es que dentro de la familia se generan muchos conflictos debido a la cultura, creencias, valores etc., dependiendo del origen cultural y del contexto de cada una de ellas.

“Según la investigación de Horn (2000), un niño que es testigo de violencia doméstica en su hogar tiene 15 veces más posibilidades de convertirse en una víctima o agresor”. (Horn, citado en Mendoza, 2011, p. 16).

En su mayoría, los casos de violencia familiar o doméstica, la ejercen los adultos, a través de gritos, golpes o castigos severos, como parte de una “buena educación”. Existen algunas familias que en su afán de educar caen en verdaderas dictaduras, haciendo uso de la agresión y del autoritarismo, donde muchas veces las creencias hacen sentir la violencia como un acto legítimo y necesario para la educación de sus hijos.

Indudablemente, la familia juega un papel determinante en el desarrollo de la violencia escolar, porque es ahí donde se originan los conflictos y el niño los refleja con su comportamiento en la escuela; por tanto, si se pretende trabajar en pro de la prevención de la violencia escolar es necesario hacer partícipes a los padres de familia.

Bandura y Walters (1959) constataron que los niños no-agresivos, comparados con los agresivos, mostraban mayor preferencia por sus padres y se percibían a sí mismos con más frecuencia pensando y actuando igual que él… Los padres de los niños agresivos castigaban mucho más que los niños que no lo eran (Bandura y Walters citado en Bandura y Walters, 1974, p. 85).

Lo ideal sería que las familias identificaran lo más pronto posible las situaciones de violencia que viven sus hijos, antes de que se consoliden como acoso tanto en las víctimas, en quienes agreden y en quienes lo observan. Sin embargo, la realidad es que los casos se detectan cuando el proceso de acoso está ya muy avanzado.

Cuando se identifica una situación de acoso, la primera respuesta que es necesario cultivar en las familias es nombrar la realidad del acoso. La agresión concreta que da la alarma entre los adultos no es más que la punta de un iceberg que lleva mucho tiempo desarrollándose en la vida de los niños, niñas y adolescentes, y que pueden haber normalizado. Las familias deben nombrar la situación de forma clara, para que las víctimas salgan del círculo de victimización en que las han encerrado, decir: “Eso no es una broma, eso es violencia y no tendría que haberte pasado”, “Eso no es arreglar un problema, eso es una agresión y no va a continuar así” es el primer paso para que las víctimas puedan empezar a tomar consciencia de que las experiencias de acoso no son “algo normal que pasa en la vida”, sino que han sido situaciones de agresión que no se han detectado antes, pero que a partir de ese momento se van a obstaculizar.

De esta manera se puede iniciar un proceso de ayuda para la víctima por parte de su familia, de igual manera es de suma importancia buscar apoyo psicológico para las partes involucradas, y es así como la familia podrá convertirse en factor importante en la prevención y apoyo ante casos de acoso escolar.

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