La Panera, número 44

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morales, la hipocresía social, y el conformismo burgués. Editaba a lo bruto, con cortes bruscos de plano. Encuadraba a lo bruto; en lugar de buscar el ángulo perfecto, limpio, perseguía el marco feo, sucio, pero más significativo. Metiendo audio donde no debía. Intercalando escenas allí donde no se las esperan. Un bruto, un bruto.

Luis Buñuel junto a Catherine Deneuve en «Bella de día».

EL AZAR Y LA BROMA

«La Edad de Oro» (1930),

«El ángel exterminador» (1962),

Su frase más famosa es “soy ateo gracias a Dios”. Habla, un poco en broma, del azar. De la casualidad, del accidente, como sentido de la existencia humana. Partiendo de esta premisa, podemos disfrutar de la filmografía de Buñuel de una manera más relajada. Aunque muchas de sus escenas siguen siendo, medio siglo después, escandalosas. Antes había escrito el guión para un largometraje basado en los cuentos de Ramón Gómez de la Serna, pero su primera película fue «Un Perro Andaluz» (1928), realizada junto con Salvador Dalí. La única consigna previa: no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. Tras el estreno, lógicamente, nadie entendió nada. La respuesta de Buñuel a las críticas fue: “Lo que buscaba era incitar a la violencia y al acoso sexual”. El Surrealismo se rinde a sus pies. Con la siguiente obra, «La Edad de Oro» (1930), la polémica aumentó. Se lanzaron petardos, bombas de tinta y de humo, se destrozaron cuadros surrealistas... Uno se pregunta cómo y quién financiaba las desvergüenzas de Buñuel. Respuestas posibles:

“Woody Allen me propuso interpretar mi liares. Su padre lo castigó por sadismo. En una vivencia pretendo resumir el unipropio papel en ‘Annie Hall’. Se me ofrecían verso de Buñuel. Intentando torpemente imitreinta mil dólares por dos días de trabajo, tar la secuencia inicial de «Tristana» (1970), en la que le bastan tres minutos para mostrar pero debía permanecer una semana en Nueva todas sus obsesiones frente a la cámara. CamYork. Tras algunas vacilaciones, rehusé. panas de una iglesia. Clase alta y clase baja. Las monjas. Los juegos entre hombres y entre Finalmente, fue MacLuhan quien interpretó su niños. El deseo sexual latente. La muerte. Los crucifijos. Su sordera. La educación infantil. papel, en el vestíbulo de un cine. Vi la película El tren. Y de nuevo: las convenciones sociales. más tarde, y no me gustó mucho”. EL LEÓN DE CALANDA

Buñuel era un tipo duro. Le encantaba echar pulsos, y casi siempre ganaba. De joven practicó el boxeo bajo el pseudónimo de “El león de Calanda” (su pueblo natal, en Teruel). En su trato diario era un bruto. Cuando algo no le gustaba o, simplemente, para provocar y divertirse, podía ponerse a romper cosas, dar puñetazos o gritar como un energúmeno. Quería ser analfabeto, aunque frecuentaba círculos intelectuales y era un ávido lector. Guardaba unas 80 armas en su casa, aunque era incapaz de matar un pájaro. Y en la labor por la que le reconocemos, director de cine, fue un luchador infatigable contra las normas

A.- Su madre. B.- Gente adinerada. C.- Un amigo que gana la lotería. D.- Todas las anteriores. Efectivamente. La correcta es la última. Son todas, y también el dinero que obtenía de rodar películas comerciales (en las que no aparecía jamás su nombre). La trayectoria de Buñuel es azarosa. Por suerte, tuvo oportunidad de conocer a las grandes estrellas de Hollywood de la época; fue muy amigo de Charles Chaplin. De trabajar con los directores que admiraba, de compartir la época revolucionaria de Francia. Y de trabajar en un país que imprimió

en su cine un sabor distinto: México. Allí rodó, entre 1946 y 1964, veinte películas, sobre un total de 32. Desde «Gran Casino» hasta «Simón del desierto». Entre ellas obras maestras como «Él» (1953), «Los Olvidados» (1950) o «Nazarín» (1958-1959). Podía hacer una película en veinte días. A su regreso a España, y alternando residencia con Francia y con México, rodó sus mejores creaciones: «Viridiana» (1961), «El ángel exterminador» (1962), «Bella de día» (1966-1967), «El discreto encanto de la burguesía» (1972) y «El fantasma de la libertad» (1974). En ellas se deslizan de una manera más clara sus influencias, desde Hitchcock hasta Eisenstein. Su maestría para crear atmósferas, escribir diálogos provocadores y absurdos, reflexionar acerca de lo que hay debajo de lo cotidiano y rutinario, y recuperar imágenes autobiográficas correspondientes a su infancia se mantuvo intacta hasta su último filme, «Ese oscuro objeto del deseo» (1977). Y EL OJO BLANDO

Era duro de oído y blando de ojo. Así como blando era el ojo del cordero que queda cercenado por una navaja en la conocida escena de «El Perro Andaluz». Es lo que hizo con nosotros. Acuchilló nuestro ojo con sus imágenes. Y su visión, pesimista y negativa, acerca del porvenir de la humanidad, se radicalizó en sus días finales. Se endureció. Su sordera le convirtió en una persona recluida y esquiva con las entrevistas. Construyó una sordera dura alrededor de su casa en México DF: un muro de piedra. Perdería el sentido de la audición pero nunca perdió el sentido del humor. No le ocurrió como a Nazarín, quien al final de la historia entra en duda. El no flaqueó. En su cabeza planeaba gastar una última broma en su lecho de muerte. Hacer llamar a un cura para que le diera la extremaunción.

“El amor sin pecado es como el huevo sin sal”, Luis Buñuel.

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