Bajo la misma Estrella

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BAJO LA MISMA ESTRELLA

Yo estaba masticando el primer bocado. —Increíble — le aseguré. Augustus los probó también. —Madre mía… Si los espárragos fueran siempre así, yo también sería vegetariano. Por el canal se acercaba un grupo de gente en un barco de madera lacada. Una mujer rubia y con el pelo rizado, de unos treinta años, dio un trago de cerveza, alzó su vaso hacia nosotros y gritó algo. —No hablamos holandés —le gritó Gus. Otro del grupo tradujo las palabras de la mujer: « Las parejas bonitas son bonitas» . La comida estaba tan buena que con cada bocado nuestra conversación quedaba interrumpida por comentarios al respecto: « Quiero que este risotto de zanahoria se convierta en una persona para llevármelo a Las Vegas y casarme con él» , « Sorbete de guisantes, eres inesperadamente soberbio» . Me habría gustado tener más hambre. Después de los gnocchi de ajos tiernos con hojas rojas de mostaza, el camarero nos dijo: —Ahora el postre. ¿Quieren más estrellas? Negué con la cabeza. Dos copas eran suficientes para mí. El champán no era una excepción a mi gran tolerancia a los depresores y los analgésicos.

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