EL YO CACTUS (1989-1992) Alejandra del RÃo
Este libro es la sombra de mĂ. Pido permiso para pasar. Clarice Lispector
YO CACTUS
I. Yo no soy moderna o tal vez lo soy. Vivo con mi sangre puesta goteando encima de las cosas en una absurda imitación del universo. Yo no llevo guantes ni ropa blanca cuando toco los metales cuando escarbo en las miradas y me seduce el olor cuando fermenta. La palabra es una viga donde posan su alma los muertos el verbo una cornisa en movimiento y mi oscura vitalidad el camino que no cesa. Acaso me hablaré desde el silencio. Acaso alguna vez podré vestirme del vacío sonreír desde la mueca. Acaso segar el mundo con los ojos abiertos. Ser siempre lo que no soy -muriendo en cada intentoa espaldas del reloj que avanza.
II. Yo no tengo amores Son mazorcas que se desgranan. Uno a uno los dorados granos como besos como. Uno a uno de la semilla voy vestida cosechando en cada abrazo un reino de maíz. Yo no sé de rostros voy ciega ante tu boca para esculpir un beso que es otro beso una lengua que es otra lengua. ¿Ves? Soy un torrente de labios y engaños. Tú cruzas a nado mil veces pero siempre eres el mismo náufrago.
III. Yo no tengo la faz blanca Mi padre marcó tres cruces de sangre sobre mi frente y me untó el canto de su labia. Mi madre hiló trajes con la lluvia me adornó el cuello y la cintura con anillos de barro. En los pies una quebrada me calzaron y del ombligo cuelga un sol como todo amuleto o crucifijo. Con este equipaje precario crezco a la manera de los árboles buscando un esqueleto una máscara pues yo no tengo la faz blanca.
IV. Yo no hablo lenguaje conocido. Encallaron en mi garganta como aristas de fuego eran del mar sus accesos oscuros son peces las palabras que me nadan. Hacen de mi vida su veneno áspides de vida sinuosa que arrastran sus moldes y vuelan sus huellas. Carcelero el verbo: su amor de besos subterráneos su amor de llaga escondida su amor de vino de boca en boca. Se alargan los pies de mi cara beben agua en la orilla mas les parece estrecho el camino y buscan abismos fieras salvajes árboles caídos. Mi lengua no tiene cita llega tarde y sin aviso a la lengua seca de los diccionarios.
V. Yo no oro a un dios hallado. Más bien le advierto le prevengo que en esta búsqueda sin chance no se atreva a mirar desde mis ojos el atrevido dios sin rostro. No lo quiero haciendo el ruido de mil hombres dudando o ángel de espalda a la escena. No quiero que me encuentre oscurecida y señalada de rodillas lamiéndole las llagas. No quiero que vaya a quererme que vaya a aprender de mi rostro el suyo propio no vaya yo a nombrar su nombre en vano que solo amo yo mientras lo busco
VI. Yo no estoy presente. Tras el escudo una sonrisa enmarañada se abre paso como un ancho rompecielos una aguda largaestelas. Una boca finge devorar las palabras de un ventrílocuo eficaz. Mas yo no estoy presente: un cuerpo atravesado por pasillos un habitante ausente abre puertas y cuelga calendarios en las paredes. Habitaciones que llueven galerías heridas por la luz. En estrechos umbrales calzan perfectos los recuerdos en multitud de escaleras hay un pie tatuado en el último escalón. Un habitante ausente traba luchas con su eco le invita a pasar le prepara un buen lecho le hace el amor a sus palabras. Un habitante ausente perdido con su eco de la mano se esconde en algún hueco y habita la casa de regalos.
VII. Yo no sé de libertad. Tengo los ovarios cosidos a la tierra una infinitud de espejos doblegándome la imagen y un bote que me lleva de extremo a extremo de la celda. Yo juego a que soy tirana a que me divierto en la tortura a que me fusilo hasta que de mí huyo. Entonces voy por los caminos por caminos que bordean precipicios por carreteras romanas por callejuelas góticas. Me seducen los atajos las travesías sin destino los anchos ecos de mi túnel. Sigo siendo adicta a las esquinas de los pasadizos secretos habitual. Naufrago en mi llanto como una sirena loca y siempre termino rezando en una calle sin salida.
VIII. Yo no soy un cuerpo abandonado. Una muchacha agrede a la noche en su misterio le sutura el silbo de ser asta le requisa un rezo de rufianes. Una muchacha tiene anclado el cuerpo en la penumbra y se las pasa clavijando un par de goznes a punto de aceitar. Una muchacha se ha tragado un dios poco importante y en su templo de parida rostros ciegos le muerden el vientre. Una muchacha tumbada en un hueco de la noche se disfruta bandida se rastrea usurpadora calumniada y dĂşctil insinuada apenas pero inevitable la sonrisa. Como abeja montĂĄndose la rosa.
IX. Yo no temo a la muerte pero sí a su canto. En qué hambriento arenal tengo escondido el miedo me trepé de a poco en él una mañana en que todo fue su beso y en silencio clavó su pompa en un junco detalle en el cuerpo la canoa en la piel morena de mi amiga. El miedo lubrica la risa de su amante. El miedo a la muerte besa sus joyas talladas en el llanto de mi amiga. La muerte se solaza con la visita del viejo amor. La muerte se revuelca en la ofrenda de su nueva esclava. La muerte la muerde la goza a mi amiga. Y a mí me tiene entre ceja y ceja advertida de su aliento pero siempre en guardia miedosa solamente de cantarla.
para Sandra
X. Yo no oculto mi riqueza Viene a mí la sutura con sus bocas desde el horizonte otro pájaro me increpa la vergüenza de ser pobre: “No soy pobre” hurga el escándalo en mis alas, “Tres pesos acuña mi bolsillo: -el uno brilla por su ausencia -el otro alega que lo busca -el tercero tiene origen en la entraña y es un pecho alimentando las hogueras, pasión creo que lo llaman”. Yo respondo.
TU CALAS
Una mujer pesa sobre mi lengua Yo que te habría propuesto empezar tartamudas una historia de tropiezos. Besos de lengua en rebeldía con las bocas besos besados en la hoguera de las brujas soga al cuello en tu risa de duende: un animal pretérito y molesto asomado a tu hombro y saludando. Yo que te habría mostrado el pez infierno que nada en nuestra sangre una caricia que estalla al filo de la mueca el feroz insulto de un cordero mudo y mi celo que grito torpemente amparada en la esperanza de mil mañas insolentes, son sólo signos: por toda parte brotan dedos que hacen más sol este caudal. Yo que habría escrito coplas de vino ciego con mujeres calladas que se adivinan en lo oscuro a tientas habría parido extrañas criaturas que te nombrasen en la ausencia y tejieran de tu recuerdo sendas túnicas para ir ataviada como Reina toda entera disfrazada de ti. Estaba pensando en mordisquearte en las semillas para que brotara esa sonrisa de niña seria y deseosa pero apenas escribo cierto nombre como para que te sirva de alfombra lo escribí hace rato con las huellas que dejaste.
Promesa Cuando vengas hecha sombra mentiré a los años que llevo mintiendo rastrearé un recuerdo que te alumbre te vestiré de él por si vinieras desnuda y clavaré en tu vientre un beso perenne porque sé vendrás con abandono. Y si llegas, no olvidemos el banquete habrá trufas por montones y aceitunas para ti un cesto repleto de manzanas que confirme lo ganado y lo mordido pecarás de gula como otras veces y yo morderé tus pies hasta saciarme. Y si acaso un murmullo te desvía gritaré más fuerte para que no erres el camino cerraré todas las puertas y las llagas de una casa donde vivan cactus, calas y nosotras. Tendremos victrolas, bombachas, cacerolas y un juego en que desapareces y apareces para siempre.
Ciudadana La humedad de tus besos va en mi sed Julio Jaramillo ¿Por dónde anda, ciudadana, que no se fija? y me pisa, ciudadana, soy la sombra que la acecha y la espía. Arrimada a su tobillo, ciudadana. soy la permanente muda escandalosa que escribe aquí cada una de esas vallas doblegadas apenas por sus ojos, ciudadana. Como cuentas de un rosario se suceden las mentiras como besos cada perla ensangrentada ¿a dónde irá a parar nuestra morada? que a estas horas es un cubículo de penas un tajo más en la mansión vacía, ciudadana ya no tiene voz el retrato que anunciaba cada día una tarea nueva y verdadera ya no creo más en los cetáceos y ballenas que despertaban enmarañados de la cama ni en lo absurdo que resulta pensar su pelo haciendo juego con mi almohada ¿Para dónde va tan preocupada? que no se fija y me pisa sepa usted que no la quiera más tan ciudadana como todos: tan edificada, tan urbanizada. La prefiero cuando por todo indicio y adorno muestra su cuello palpitando, ciudadana.
El príncipe embriagado El licor de tu boca donde nace el amor Ch. Baudelaire Fui testigo del ocaso de un sol de muerte, pero caballero con su negra corbata asesinada clavó más claro en mis pecados. Dijo que una hora sin luz no sería nunca el tiempo de yacer ganado bajo el salto de una lágrima ni de estarse edades enteras sin hablarnos porque descubrió el poder nefasto de los verbos arribando a un lecho de caos esperando una Muerte de muertes. Se colgó del cuello una niña embriagados como estaban dejó ella de serlo pariendo por todos los polos un cadáver el que nace satisfecho el original deseo. Eran falsas las hogueras encendidas a la usanza del incendio. Mentira las manchas, los otros ardores sólo ahora murió la dulzura, nunca antes. Ahora que estamos muertos adorna su lengua una noche sin recuerdos descubre con locas maneras de estarse encadenados hace trampas porque es mudo el cuerpo que inventamos a gritos.
Yo de todo lo perdono exigiendo particular agasajo con luna llena al prĂncipe embriagado.
… por la negra que llaman honra… Anónimo Lleva incrustada la máscara del orgullo. Anoche lavó de su rostro los últimos rasgos los últimos trazos delatores que a fuerza de desearlos tanto se esculpió en la frente para vergüenza de su casta. Cierto es que ahora va ufana su imagen invisible cierto que él recibe bofetadas de ojos ciegos y esa nariz que apunta a las estrellas como vemos ya no la olfatea. Tapizó las ventanas que abrieron otros huesos ha vuelto a ser la mansión blanca atravesada por pasillos, erguida en los recuerdos. Claro que de pronto se le escapa un cierto eco un asomo del escándalo de otros días de todo ello muy bien se está cuidando: la hemos visto atornillándose la faz de los que honrosos se observan vacíos al espejo. Sólo inquieta alguna noche en que ríe abrazada al más cercano de los dioses el dios de otra sonrisa.
Nupcias del abandono
Mientras te ibas el mundo callaba poco a poco. Hubo ruidos que gotearon en mi oreja y divisé un cordel entre tu voz y mis sentencias Ahora en los sonidos me llueven dolores cuando tú te fuiste del silencio me hiciste esposa. Yo vivía estrecha en las cuencas de un murciélago atenta al tejido de una voz, uñas y dientes equilibraban mi peso en la cuerda floja de antes de tus cantos. Eras toda la luz una lengua cántara derramando toda la risa toda la música toda mi sangre ahora que no estás del silencio me hiciste esposa.
Junio 1993
Soporto tu ausencia
Te juegas la vida ahogado en mi insomnio cuando tallo tus fiebres en la roca dura de la noche. Hay grutas donde te hundes hasta los puĂąos, allĂ yo te vigilo. Te somete mi ansiedad experta a un nudo de agua, a un abrazo de astillas. MĂĄrtir, beso tus labios invisibles. Disfrazado de soledad te aferras a los contornos de mi sombra somos dos amantes que se aprietan lĂĄnguidos a su destino de lecho y fosa.
Criatura sin bautismo
No he engendrado aún el monstruo que te duplique. En blancas estepas se yergue una torre allí soy yo la presa de esta lengua cántara allí soy yo la amante de este amante en celo. Para sufrirlo, subió el silencio por mis trenzas yo querría nombrarte en su guarida así pues encadené mi voz a la mudez y traté de hacerte espacio entre sus besos. Para zafarme, escalé su valla de palabras y rodé reino abajo para unirme al caos. Desbocados los potros. Se es el ojo pero se siente en el rostro todo el cuerpo. No me indica el Caos ni en él te encuentro pero en medio del tifón mi vida pertenece. No da el silencio frutos propios ni es posible con él erguir aparato alguno, mas bajo su ala permanezco. Yo llevo días errando por tu nombre como cierta Alicia que mengua y que crece ya te veo escrito en humo y en agua pero lo cierto es la risa de mi amante La soga que me amarra sólo a mi imagen el estupro que comete mi vano esfuerzo las bestezuelas que gimen en mi vientre su poder me impide parirte.
El triunfo de las cifras
Visto un pergamino asolado por ejércitos es un mapa en donde asientan mil mordiscos como ciudades. Hay llagas de pájaros hambrientos de un hambre que signa en el graznido de un hambre colgada al gajo de las carnes. Yo te leo en él, como iniciada: en noches revelas sacramentos en otras apedrean pecadores los recuerdo Tú, escribano, te afanas en el arte de las marcas yo les doy vida después cuando tus besos parchan un único vestido. Tú soldado, batallado has y luego te marchas sorprendida con tu muerte no sabes qué despojos modelan al espejo. Tú, hambriento, mascas brasa y escupes lava mas yo cuento en cada llaga un nacimiento pues todos los fuegos son cifras en mi cuerpo.
ELLOS CARDAN
Oficio de poeta
Me encierro en cofres cuyas llaves se las tragan las ballenas para hacer de los tesoros que se entierran mi Universo. (Pinta Prometeo el feroz perfil de su fogata se hace entraña y cuervo hambriento la piedra negra que le cuelga a la cabeza Encadenados a la grupa de los hombres semidioses al sol de sus timbales dátiles de agua dictaminan llenando así la red vacía de las urbes con el baile cadencioso del poema) Es campo traviesa el lomo de ballena Esta trinchera es el cofre sus paredes están cosidas a las mías El tesoro que me clava es un verso: cómo duele el puñal de su fuego herido.
El durmiente No me pidan que vuelva, pues la inocencia es irrecuperable. Ana Rosseti Un extraĂąo animal duerme la siesta en mi cabeza lo persigue sigiloso un cazador desnudo pintado en la caverna a su ronquido le cuelga guirnaldas tatuajes de caza le atrapa los sueĂąos en malla de versos le espanta dolores, ruidos molestos. Me llevo a la boca un ruido de espanto: a la bestia la arrullan las frĂĄgiles armas de lo que es bello.
Expediciones
He parido el sabor de las ciudades una noche que compré hace mil años previniendo su silencio me escondí tras las mujeres y rocé sus acres voces hasta mancharme de palabras me fui de allí feliz tan igual entre desiguales el cuerpo desgranado y el alma de esquina a esquina bulléndome en un cáliz Recorrí luego la selva en pocos días los hombres me ofrecieron frutos en canastos que la primavera considera en rebeldía yo les di la salvia el hábitat mutable y pasté en lo oscuro la hermosura de ser casa. Aprendí con ellos la mitad de lo que me faltaba y en cuencas grutas mis gruñidos parecieron melodías
Árbol de la esperanza mantente firme. Frida Kahlo
La mujer es luna al mediodía y el mundo es un lienzo donde caben todos los dolores en manto de pena la carne traidora otea al que mira. La esperanza es una palabra escurridiza no moja su lluvia la arena del desierto bofetea la esperanza con la mano manchada de pintura. Allí donde termina el amor, los besos del amante un camino largo de colores llorando silenciosos, comienza. El relato de este cuadro diciéndolo todo nada dice. Como siempre los ojos delatando lo que oculto reza entre las palabras la mujer es luna al mediodía
Solo sus mentiras me hicieron libre
Un encantador de serpientes muestra en sus manos todo lo que hay. Ciudades fastuosas erguidas entre sus dedos me traen desnuda a esa calle sin borde ávidas de algún acceso mis piernas se cansan sobre sus palmas de arena y a ratos se incrustan soplos de fuego en mi garganta. No hay fuentes en ésta la urbe de su alma; sólo una lengua seca ofrecida en cántaros de alquimia oscura. La red pesada de sus ojos me gobierna es mi tálamo su mirada un aposento vacuo donde estoy dormida en brazos de mil Erinias un palacio de ceniza sorda que alberga el eco de mi llanto un caldo negro que pinta el rostro de todos los que miro. La malicia de su labia construye edificios silenciosos donde vivo rodeada de gemidos. Tules de arcaicas momias son arrojadas al viento colado por los huecos esas momias él las amasa de pestilencia esas mismas luego las sepulta asustado del hedor que pesa el sueño de su hija en la balanza. Un bosque emerge de su fiebre
allí me doy en cacería: no hay presa no desgarrada por la flecha que laceró antes de nacer. Un olifante toco entre sus dientes y la canción que su boca exhala llega a los oídos mudos de los dioses que ni a mí ni a él reconocen como suyos. Una grieta en todo éste Universo te trae dudoso, padre mío: el día en que concebiste mi recuerdo fui yo la que imaginó que me creabas.
Me veo en los ojos del suicida
Nada hay en los espejos que me imite nada en los cuerpos que toco vacíos nada en aquellos que me tocan huida. Yo soy de una noche donde sumergida viví muriendo yo soy de aquel mirar en el alba me llagó un carbunclo. En vano se esfuerza todo por doblarme en nada en vano las delicias en cruzada confabulan por hallarme y hasta un dios que de mí ha estado prófugo se echa al bolsillo un mundo y se fabrica un rostro para tentarme. A qué extrañarse entonces si la sed del suicida es alimento de mi propia muerte si la risa del suicida es ancla de mi propia vida si voy vestida de paredes y por sombrero un hueco y por adorno mil errores de sibilas falsas y por origen soy retoño de mandrágora y mi imagen sólo en sus ojos en los ojos febriles del suicida.
Constanza
Hay algunos encuentros de magia atrevida de desafío al olvido (el otoño se te cae en el pelo ahora que todas las blusas estallan en tu presencia) Algunas casualidades que explican esta historia unos recuerdos que imploro de rodillas dando la espalda al espejo que no ha de conocerme (tu palabra naciente que nadie entendía pagaba el tributo de pan debajo de la mesa) Al torbellino que eras, esa promesa de risa, le han escupido la duda le han anidado la pena (yo sé que existe un caminar juntas hermanita) Como el agua clama al sol y su reflejo: hay encuentros que son para siempre.
Descubrir la muerte
Yo no quería pensar en ella pero la he visto en mi cama abriéndome los ojos vertiendo el zumo voraz de su llamado (Arribar a ese secreto con el hueco de sus encías besándome el lamento) Me brotan llagas vitales, ciudades enredadas en el nido de mi mente, insectos trepadores por todos lados las marimbas de su sexo ejecutan los efluvios de la vida Todo lo seca ella; la aridez de sus alientos y su risa de piedra lapidando mi risa de sangre. Yo no quería descubrirla ni nombrarla a la hermana descarriada que fecundan los gusanos. Yo no quería soñarla como barca de un amante ni tararearla en las canciones ni reconocerla entre mis brazos qué hacer ahora si me gobierna su palidez desvergonzada.
Quito (visiones)
Me ensombrecí a los ojos del tallado en su hora de lluvia y de carbunclo. Anclada en mitad de la llovizna las bocas se muecan las miradas se entierran. Millones de vidas, la voz del mestizo rasgó su tono oscuro, un grito de adiós mineral en la garganta del dios híbrido: machete de miel escaleras de pólvora e incienso rama de oro cargando pájaros sangrantes. Mas el agua se mezcla en los cristales macera el grano, machaca la piedra moja los labios secos y la misma cuesta no se deja de subir y la misma tristeza se funde en cada abrazo.
febrero 1993
Dos hombres en mi memoria
I El hombre que temblaba (Berlín, 1992) Yo recuerdo su arrogante beso ese amor a pastizal quemado las grietas que su boca abría sólo para infundirme miedo. Amé esos ojos cargados de fiebre amé sus ascuas que supieron doblegarme amé del todo su feroz silencio y mi lengua a horcajadas tendiéndole una trampa. Como antaño bebieran otras diosas bebí yo aguamiel y lo vi temblando como ofrenda. Amé a un hombre látigo a la vez espada y llaga abierta. II El hombre desnudo Un hombre desnudo pasea su recuerdo en mi memoria. Hay noches en que llego a tocar su piel marina invocando todos mis olores. Otras noches me busca la tozudez de su blancura y hasta la mano que a esa fragilidad se aferra un tesoro de pelos y de costras guarda. A veces mi ansiedad lo asesina y un manto torvo lo hace oscuro
entonces los caminos de mi amor desaparecen.
Santiago (visiones) La ciudad te seguirá C. Kavafis Vengo llegando cada día a esta ciudad. Ser extranjero no causa penas cuando uno mismo junta sus cosas marca boletos de un solo destino apea las ansias en toda estación y de cada plaza jamás se marcha. Ser el extranjero, por la tarde, del arraigo cuando el resto se va entero a su casa absorbido entonces la ciudad se refugia y se perdona hace tiempo cesaron los quejidos las gentes de Santiago tienen presa el alma y fuera de ella solo espejos que reflejan monumentos. Verse libre caminando por Santiago con un soñar a cuestas que interrogue la eficacia del traslado ir vestido del absurdo de la esquina ir desnudo a los cruces y los bordes. Ser un recortado festejando entierros en las sonrisas ser un marinero manchando adioses en las bocas por la noche arribar a pleno día y siempre en la misma ciudad, como el griego y en todas partes fundándola, como el chileno.