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domingo 13 de febrero de 2011

milenio

cronicas 29

crónicas urbanas: por Humberto Ríos Navarrete

El amor con sabor a muerte Wendy y Ricardo, padres de dos niños, se alejaron durante un tiempo; después resolvieron juntarse nuevamente, pero él la ahorcó y ella pasó a formar parte de las estadísticas en el DF, donde en 2010 ocurrieron 111 feminicidios

E

moisés butze

lhombreestabaarrepentido de su proceder, pero ya era tarde, pues el cuerpo de Wendy, de 21 años, yacía inerte. Era la misma mujer con la que había procreado dos hijos; la misma que, sin lugar a dudas, siempre quiso y que, por cuestiones aún desconocidas, se ausentó durante un tiempo, aunque de regreso a casa, en un aparente arreglo entre ambos, él la martilló con una pregunta después del acto sexual: —¿Y el otro… cómo lo hacía? Lo quemaba la duda. Y entonces Ricardo, de 29 años, quedó en espera de una pronta respuesta, quizá a modo, o a lo mejor creyó que ella descalificaría a su adversario en las artes amatorias, o quién sabe, ve tú a saber, pues la indagatoria carece de más detalles, aunque puede deducirse que las palabras de Wendy fueron como puñales en el orgullo de aquel hombre, que insistió en hacer la misma pregunta: —¡Cómo, dime! Y Ricardo, en un intercambio de golpes y rasguños, logró echar a su esposa de la cama y, ya encima, presionó sus brazos y le exigió precisión. Wendy se resistía, quizá por pudor, quizá por miedo; pero decidió arriesgarse y soltó: —¡… Lo hacía más rico! Y lo cegó.

***

La tragedia ocurrió el 28 de agosto de 2010, año durante el que, según el procurador general de Justicia del DF, Miguel Ángel Mancera, se iniciaron 107 averiguaciones previas por homicidio doloso contra mujeres. Este tipo de crímenes tiene como características el odio, la humillación, el maltrato físico y emocional, el hostigamiento, el incesto, el abandono. El Instituto Nacional de las Mujeres, mientras tanto, asegura que éstas, en todo el país, “siguen viviendo episodios violentos aún después de separadas o divorciadas: de las que sufrieron violencia durante su unión y se separaron o divorciaron, 37.4 por ciento siguió padeciéndola después de la separación”.

***

Wendy y Ricardo estaban en su casa, en la unidad habitacional El Salado, colonia Santa Martha Acatitla, Ciudad de México. Eran las cinco de la tarde. Ella había decidido regresar con Ricardo,“su pareja permanente”, acompañada de sus dos hijos, de cuatro y cinco años. En la casa estaban de visita una sobrina de Ricardo y el novio de ésta, a los que pidió salir para poder platicar con Wendy. Entraron a la recámara. Él

cerró la puerta. Los niños se pusieron a jugar en la computadora. Y tuvieron relaciones sexuales. Y vino la discusión. Él le reclamó que por qué lo había “engañado”, y preguntó si su amante la satisfacía sexualmente. Le urgía una evaluación. La exigía. Ella se defendía con las uñas. Literal. Continuaron los insultos. Los reproches. Los agravios. Los gritos. El forcejeo. Él encima de ella. Y entonces, en medio de esa atmósfera y ante la insistencia de él, ella exaltó las artes amatorias del otro, y éste, el que ahora la sometía, padre de sus hijos, le dio un derechazo en la nariz, de la que brotó sangre. Y la atenazó del cuello. Las dos manazas presionaron cada vez más. La levantó, la bajó del lecho y la azotó sobre el piso. Estertores. Jadeos. La agonía. La asfixia. La estrangulación. La muerte. Los niños escuchaban el escándalo. La niña se puso inquieta y buscó las llaves y abrió la puerta de la recámara. Entraron los dos. Lo primero que vieron fue a su mamá tirada en el suelo y a su padre empapado de sangre, en especial la boca y la playera, pero él no los dejó acercarse y ellos, casi al unísono, comenzaron a llorar.

Las dos manazas presionaron cada vez más. La levantó, la bajó del lecho y la azotó sobre el piso. Estertores. Jadeos. La agonía. La asfixia

Los sacó del cuarto y los puso a ver una película en la computadora. No sabía qué hacer. Pretendía tramar algo. En eso estaba cuando entraron la sobrina y su novio. Los mandó a comprar quesadillas. Regresaron. Les pidió comprar bolsas negras de plástico para la basura. El muchacho preguntó a su novia que para qué quería las bolsas; ella le dijo que probablemente eran para que Wendy se llevara la ropa sucia. Pero Ricardo optó por deshacer su plan original y dejó entrar al joven y le explicó lo sucedido. Su sobrina, asustada, estaba en la sala. El tío la abrazó. —Debes estar tranquila —le pidió —, relajada; por favor, cálmate; lo que te voy a decir es muy fuerte… —¿Y qué pasó? —Estábamos discutiendo Wendy y yo —le explicó Ricardo— y creo que le di un mal golpe. Está ahí tirada. La muchacha entró al cuarto y vio el cuerpo de su tía. Minutos después llegó la madre de Sergio, pero éste la engañó y le dijo que otro pariente enfrentaba un problema. La señora salió en busca del familiar, al que rápido encontró, y los dos regresaron al domicilio, donde Sergio resolvió decirles la verdad y salió con sus hijos a bordo de su coche, rumbo

al Estado de México. Le dijo a su madre que más tarde se verían en el parque San Lucas, en la delegación Azcapotzalco, a donde arribó la señora, escoltada por María Elena y su esposo Raúl, con quien Sergio forcejeó un momento. Eran las 23:00 horas. —¡Raúl —le dijo Gilberto—, no pude controlarme, no quería hacerle daño, me voy a entregar, perdóname! En ese momento, ya concertada la entrega, un hermano de Raúl solicitó ayuda a unos policías preventivos y éstos detuvieron a Ricardo, quien fue puesto a disposición del Ministerio Público. El pasado 20 de enero la Procuraduría General de Justicia del DF informó que, con las pruebas aportadas y “luego de concluir el juicio sumario”, logró que Ricardo fuera sentenciado a 35 años de prisión, además de obligarlo a pagar 41 mil 945 pesos “para reparar el daño y tres mil 447 por gastos funerarios”. —¿Qué opina de este caso? —Si no puedes vivir con la respuesta… ¿por qué preguntas? —reflexionó un funcionario, al referirse a la actitud de aquel hombre, Ricardo, quien insistió en preguntar a su esposa sobre el desempeño sexual del amante. pm


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