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EDITORIAL A9

Febrero de 2012

INSCRIPCIONES ABIERTAS ALVARO ENRIGUE

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n el artículo “Un indio de la Nueva España ¿qué especie de hombres es? ¿cuáles sus caracteres morales y físicos?”, de 1791, el sacerdote secular novohispano José Antonio Alzate -que desde antes de la publicación de la Historia antigua de México de Clavijero ya venía pregonando la necesidad de reconstruir el pasado indígena de México-, se plantea la responsabilidad de atacar los mitos racistas que la sociedad criolla había levantado en torno a los pobladores originales del continente. Así, utilizando un tono notablemente objetivo y metódico, discute uno por uno los que se consideraban en su momento los defectos del carácter indígena: desidia, inconstancia, poco apego a la verdad. Al final de su argumentación propone: “Estoy seguro de que si se tratase a la población india con circunspección, nuestros soberanos utilizarían muchísimo y ellos no serían tan infelices”. Su posición, como en casi todos sus escritos, es pragmática y está cargada de originalidad para su momento y, tal vez, tristemente también para el de ahora: si la defensa palafoxiana de los naturales había sido convincente en la primera mitad del siglo XVII sobre la necesidad de resguardar los derechos indígenas mediante un estatuto legal espacial, el espíritu reformista de las administraciones borbónicas podía avanzar un paso más y permitir la integración de las comunidades a la economía novohispa-

na sin demérito de sus particularidades culturales, que no eran vicios de carácter. Si las políticas sociales proteccionistas de la iglesia llevadas a su última consecuencia proponían siempre un retorno al sistema de autonomías indígenas que se trató de imponer sin éxito inmediatamente después de la conquista, Alzate veía el problema de los derechos de los indígenas con un sentido republicano avant-la-lettre: incorporados los naturales a la economía general de Nueva España, sus desventajas competitivas serían superadas naturalmente. Su meditación considera una solución orgánica para lo que desde entonces se llamaba “el problema indígena”: proyecta un mapa para un futuro ordenado que, 200 años después de él, seguimos sin poder poner en práctica. No es extraño que a alguien se le ocurra que para resolver un problema social primero hay que resolver un económico -la propuesta de Alzate reclamaba para los indígenas las libertades productivas y comerciales que tenían los criollos, que aunque no fueran todas, eran muchas en comparación- pero la situación de los indígenas siempre fue peculiar en América porque en su calidad de dueños originales del territorio -que nadie les disputaba, pero tampoco hacía sentir a nadie que tuvieran (tuviéramos) que pagarles renta- fueron siempre la pieza incómoda, obviada de la discusión sobre el destino primero del imperio y luego de las naciones en que se dividió.

MIGUEL NAZAR HARO EDUARDO SANCHEZ

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n los 70 México sufrió una epidemia de secuestros. Buena parte fueron perpetrados por la Liga Comunista 23 de Septiembre. Esta organización financiaba sus actividades con secuestros. Su objetivo era derrocar al gobierno mexicano para reemplazarlo por “uno de ideología marxista-leninista integrado por las clases populares”. En respuesta a sus acciones, el gobierno integró una Brigada Especial, misma que recibió la encomienda de “rastrear y detener” a los delincuentes —misión que, por cierto, se cumplió a cabalidad—. Los simpatizantes del grupo criminal han llamado guerra sucia al método —sin duda brutal y efectivo— con el que el gobierno resolvió el problema. Uno de sus miembros fue Miguel Nazar Haro. Este hombre combatió con eficacia y precisión a los secuestradores de su época. Destaca su intervención en la resolución de secuestros de alto impacto, como el de Hirschfeld Almada (1971), el del cónsul inglés de Guadalajara (1973) y el de Brianda Domecq (1978), entre muchos otros. En mayo de 1973, un avión venezolano fue secuestrado y desviado hacia México.

Exigían la liberación de presos políticos en su país. El gobierno venezolano rechazó negociar con terroristas. Los delincuentes amenazaron con hacer explotar el avión. Nazar subió a la aeronave y se intercambió por las mujeres y los niños que estaban a bordo, aceptando, además, permanecer como rehén para garantizar la seguridad de sus ocupantes. El avión despegó y llegó a Cuba, donde finalmente nadie resultó lastimado. La reina de Inglaterra condecoró a Miguel Nazar y lo nombró caballero de la corte. El rey de Bélgica le otorgó la más alta condecoración que aquel reino concede a un ciudadano extranjero y lo mismo ocurrió con los gobiernos de España, Japón y Estados Unidos. Pero en esta tierra nadie es profeta. En 2004, Fox inició la persecución de quienes, desde el gobierno, enfrentaron a la guerrilla en los años 70. Nombró fiscal especial a un primo de la guerrillera Denisse Prieto y se fue contra Nazar. El fiscal fue Ignacio Carrillo Prieto, quien hoy se encuentra inhabilitado 10 años para ejercer función pública y enfrenta cargos por responsabilidad patrimonial de más de 30 millones de pesos.

EDUCACION SUPERIOR: LA MULA Y EL TRIGO MANUEL GIL ANTON

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rofesor investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México ¡Otra vez la mula al trigo! Sí. Cada que se festine, por parte de las autoridades educativas, un logro falso, este escribidor volverá al trigo de la crítica. Porque si una mentira repetida mil veces, dicen, se convierte en verdad, reiterar cuanto sea necesario la refutación fundada es un valladar contra la demagogia. La SEP dio a conocer esta semana que, en lo que va del sexenio, se ha incorporado a la educación superior tal cantidad de alumnos, que “hasta el momento, 32 jóvenes de cada 100 en edad de ir a ese nivel educativo lo pueden hacer”. La meta era 30% al final del sexenio y será 34. ¿Cuál es la “edad de ir a ese nivel educativo”? Saberlo es vital para revisar las cuentas. Se trata del rango entre los 19 y 23. En números redondos, este sector de la población mexicana es de 10 millones de personas. Si tuviesen razón, habría, hoy, 3 millones 200 mil de estos jóvenes inscritos en alguna modalidad de educación superior, incluyendo al posgrado. No es cierto. Antes de demostrar el “error” de cálculo, aclaro: considero positivo el aumento de la matrícula, en la medida en que amplíe — ojalá— las oportunidades de contacto con el saber avanzado. Es aún poco en comparación con otros países de nuestra talla, pero es mucho mejor que estar estancados. La matrícula de la educación superior, diría Perogrullo, está

integrada por personas: no es un simple número. Entre otros rasgos, esos individuos tienen edad. ¿Cómo se distribuye la matrícula por cumpleaños acumulados? En el ciclo 2009-2010, para el que pude obtener información oficial, de cada 100 estudiantes en el nivel de la licenciatura (escolarizada y no escolarizada, sin contar al posgrado), 14 tenían 18 años o menos; entre 19 y 23 se concentraban 66; con 24 años había cinco y, el resto (15) tenía 25 o más. De esto se sigue que nada más 66% (dos tercios) está en el rango de la edad esperada. Con buen criterio, podemos incluir en esa situación a los que tienen 18 o menos, con lo que llegamos a 80%. Esta proporción significa que, de la matrícula total estimada hoy, sin incluir al posgrado (3 millones) salvo cambio espectacular en la distribución por edades observada, no esperable de un ciclo a otro, están en edad de “ir a ese nivel educativo” 2 millones 400 mil jóvenes. En consecuencia, no son 32 de cada 100, sino 24 los que, del grupo normativo incluyendo a los de 18 años o menos, acuden a una institución de educación superior. La neta, entonces, la tasa neta de cobertura en México es casi uno de cada cuatro: no es verdad que sea cerca de uno de cada tres. Ésa es la tasa bruta. Era el indicador de su propósito sexenal. Lo superaron, sí; pero emplear a la bruta como neta no se vale. Sesga la información y no tiene sentido. ¿Error de cálculo? Poco probable, y terrible si proviene de la SEP: reprobaría ENLACE.


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