Teorias de la arquitectura

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PE – Pero, volviendo a Ignasi, si izaras la bandera de lo genérico como un tema central de la arquitectura, él diría que no, que hay una completa fragmentación, y que esto es el núcleo central genérico de la arquitectura. ¿No estaría entonces acercándose hacia donde va Koolhaas? RM – Yo no lo creo. La propuesta actual de Koolhaas de mimetizar lo que él aprende en la construcción de los supermercados o en la construcción de oficinas, y enseñarlo en las escuelas de arquitectura, no es para mí lo que se tiene que enseñar en las escuelas de arquitectura. Otra cosa es que uno tuviera que retirarse a unos cuarteles de invierno que supusieran la muerte de la arquitectura, en el sentido de decir que ya no hay la posibilidad de hacer arquitectura salvo glorificar el poder de las instituciones o dejar todavía el rincón para la poesía. Aunque poca, aún hay gente que escribe un soneto. Y el modo en que la gente comunica los sentimientos hoy no es a través de un señor que escribe un soneto. En ese sentido, a mí me parece que siempre habrá un lugar para el ejercicio de la arquitectura con alguno de los valores que ha tenido en el pasado, asumir valores simbólicos, reconocer los problemas de la construcción de todo este tipo de cosas. 46

PE – Déjame hacer una pregunta. Para mí la cuestión más importante es algo que me ha hecho volver, después de mucho tiempo, a Blancheau y a Jacques Derrida, cuando el mercado estaba en baja. ¿Mi interés por Blancheau y Derrida no os coloca a ti, a Ignasi, a Tafuri juntos al otro lado de la valla? En otras palabras; la pregunta del continuo trastorno de las posibilidades dialécticas, la continua deconstrucción de la dialéctica del significado, la cuestión de la libre flotación de los significados, ¿no harían que me quedara yo aquí aislado mientras tú, Ignasi y Tafuri estáis juntos? RM – Podría ser. Para Ignasi, finalmente, y atendiendo simplemente al número de citas y a lo mucho que a él se refiere, Deleuze es el “arquitecto” que más le interesa: la multiplicidad de los puntos de vista, el entendimiento de esa estructura plegada y la voluntad de conocer cómo desplegar. Pero ahora no te olvides tampoco que, si Deleuze está citado doce o trece veces, Heidegger está veintiuna. Hablo de memoria, pero seis o siete veces más que Deleuze… Heidegger tiene, a su vez, el existencialismo y cierto esencialismo husserliano, que es el que lleva a Ignasi a leer a Mies van der Rohe fundamentalmente desde el material. La lectura que hace Ignasi es completamente distinta a la de Mies desde la idea de espacio o desde una idea, como la de Panofsky, del gótico en el sentido escolástico de la lógica de la construcción, que son otros puntos de vista seguramente más

ajustados a Mies que el puro material. Es cierto que, después de haber realizado la reconstrucción del Pabellón, seguramente para Ignasi no había otro Mies que el del ónice buscado en Argelia, y seguramente también lo traslada al Mies americano. Esto es para decir que, en el caso de Ignasi, esta presencia esencialista o trascendentalista heideggeriana tiene mucha importancia, casi tanta como la de Deleuze. PE – Recuerdo discusiones con Ignasi sobre Deleuze. El libro que más me interesa de Deleuze es sobre Francis Bacon, libro que discutimos y que yo menciono porque es básicamente un discurso formalista, y eso es casi un anatema para Ignasi, porque el sujeto se enfrenta a lo figurativo y a lo abstracto, a todo tipo de cuestiones de cómo Bacon transforma la tierra masa en números, sacando números de la tierra. Y la cuestión de la ausencia que se vuelve no ausencia de la ausencia. RM – No hay que olvidar que la tesis doctoral de Deleuze –recuerdo haber leído algunas páginas y es hermosísima– es sobre Spinoza. Hay también en Deleuze un fondo de nostalgia de la condición spinoziana, aunque el final sea abierto y casuístico. PE – Sí, pero no es éste el Deleuze de Ignasi de SolàMorales, sino otro. Y tenemos que ir con cuidado de ligar tanto Solà-Morales con Deleuze, como una situación causal. Pienso que Ignasi se mueve de pensamiento en pensamiento; sí que escuchaba a Deleuze, a Tafuri, e hizo que nosotros también escucháramos. Pero yo nunca llamaría a Ignasi deleuziano ni heideggeriano, ni husserliano, ni merleau-pontiano, ni tafuriano. RM – Esto da esa dimensión –que es la que uno recuerda– más positiva de Ignasi, la condición de hombre de cultura muy por encima de la que uno suele encontrar en los profesores de arquitectura. Era una persona que había leído con mucha más profundidad que yo, desde luego, tantas cosas, y eso realmente se apreciaba y explica esa voluntad de encuadre culturalista que, en definitiva, le preocupa más que el encuadre puramente formalista. Pasando a un orden personal, del que uno no puede prescindir, recuerdo que mi primer contacto con la escritura de Ignasi fue su tesis doctoral sobre Joan Rubió i Bellver, su abuelo, quien fue un colaborador de Gaudí. Esa tesis le llevó a Ignasi a cubrir o anticipar muchas etapas de su propia carrera, porque el comienzo de Rubió es un comienzo estrictamente racionalista y constructivista, haciendo estudios sobre la construcción en piedra seca, ayudando a Gaudí a disponer del aparato de cálculo gráfico y mecánico que le permitiera abordar las construcciones. Luego vemos desplazarse a Rubió


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