Historia de El Salvador Tomo I

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Conclusión La política y la sociedad entre las décadas de 1840 a 1870 no se transformaron de un solo golpe. La vida política se caracterizó, entre otros, por facciones en pugna que tradicionalmente llevaron sus diferencias a la escena electoral; caudillos que, gracias a su liderazgo carismático, atrajeron a amplios sectores populares; unas instituciones gubernamentales débiles y la existencia de un ejército no profesional compuesto por trabajadores reclutados a la fuerza, en muchos casos. La política no era del todo moderna a pesar de practicarse elecciones populares directas, es decir, en donde los ciudadanos elegían a sus gobernantes sin mediaciones de segundos o terceros. Era una mezcla de factores antiguos y modernos, por lo que hemos visto. Ello se explica a partir de que los cambios históricos no suceden de improviso, sino, más bien, son resultados de largos y, muchas veces, penosos esfuerzos. Como vimos, el período entre 1840 y 1871 se caracterizó por la influencia de caudillos en la vida política. Las rivalidades entre dichos caudillos llevaron a gran inestabilidad, pero como se observará en los capítulos siguientes, en esta época se empezaron a crear las instituciones del nuevo país. Aunque el proceso de consolidación de instituciones y de estabilización del sistema político fue lento, algunas de las cargas más onerosas del régimen colonial desaparecieron y la vieja vida de los salvadoreños cambiaba, aunque tenían que trabajar muy duro para lograr poco. A pesar de la lenta separación entre la vida rural y la urbana, la cultura de la mayoría de los salvadoreños continuaba siendo rural, es decir, ceñida a los ritmos de tiempo del campo. Con todo, la construcción de un centro superior de enseñanza —la universidad— en la ciudad o las políticas para frenar la insalubridad urbana fueron parte de los pequeños logros efectuados en las décadas en cuestión. Con respecto a los sectores populares habría que decir que estuvieron sometidos a un régimen laboral de obras públicas. El gobierno central demandaba de la construcción de cierta infraestructura que permitiera achicar las distancias; no obstante, el precio que pagaron los trabajadores y, en gene-

ral, los sectores populares fue alto, pues para ello fueron sometidos a un régimen de control al estilo colonial. El Salvador durante estos años no se puede considerar como baluarte de la modernización ni objeto de comparaciones favorables. De acuerdo con los parámetros y ritmos de la economía, la política y la idea de desarrollo y modernización, Centroamérica estaba lejos de ser considerada candidata a la modernidad. En el aspecto político, el país al igual que el resto de Centroamérica se encontraba en una situación de suma inestabilidad por varios elementos que tenían que ver con su posición estratégica y su vida política interna. Su ubicación geográfica era uno de los elementos centrales de la lucha imperialista por el dominio marítimo y comercial. En su realidad interna, la lucha por la definición de su rumbo político como estados-naciones fluctuaba entre las posiciones de liberales y conservadores. Por otra parte, la pretensión de organizarse como una unidad política era una constante perseguida por gobiernos de intención hegemonista que tuvo como bandera a Guatemala, quizá por ser éste el país más grande y ser la antigua cuna de la Capitanía General durante la época colonial. Las tentativas integracionistas de Centroamérica como una sola entidad política se expresaron en el unionismo, que siguió una trayectoria desde que los países centroamericanos surgieron a la vida independiente. Para la segunda mitad del siglo XIX, las razones de la búsqueda de la unión en una sola entidad política respondieron a la defensa colectiva contra las agresiones externas, un pretexto legitimador de intervencionismo de un Estado en los asuntos de los otros y los sueños utópicos de grupos intelectuales. Sin embargo, cada intento de unión chocaba contra elementos físicos, económicos y sociales que hacían cada vez más inviable la pretensión de ser una sola nación. El panorama político, económico y social de la región reflejaba la situación de atraso con respecto de otras regiones y aún más, la colocaba en un status de zona conquistable o de enclave necesario para la consecución de metas imperialistas. 225


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