SERVICIO CRISTIANO EFICAZ

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fundamento espiritual de cada uno hasta el máximo. Por lo tanto evitad las capas de arena. Cavad hasta la roca. Cavad profundamente; poned un fundamento seguro. Edificad, ¡oh, edificad para la eternidad! Edificad con lágrimas, con oraciones fervorosas. Que cada uno ce vosotros, de ahora en más, haga su vida hermosa por las buenas obras. Los Calebs son los hombres que más se necesitan en estos últimos días. (Testimonies, tomo 5, págs. 129, 130.) La medición divina Hay una medición del carácter que se está realizando constantemente. Los ángeles de Dios están estimando vuestro valor moral, cerciorándose de vuestras 109 necesidades, y presentando vuestro caso ante Dios. (Review and Herald, 2 de abril de 1889.) Se nos hará individualmente responsables si hacemos una jota menos de lo que podríamos efectuar con nuestra capacidad. El Señor mide con exactitud toda posibilidad de servicio. Hemos de dar cuenta tanto de las facultades no empleadas como de las que se aprovechan. Dios nos tiene por responsables de todo lo que llegaríamos a ser por medio del uso debido de nuestros talentos. Seremos juzgados de acuerdo con lo que debiéramos haber hecho, pero no efectuamos, por no haber usado nuestras facultades para glorificar a Dios. Aun cuando no perdamos nuestra alma, en la eternidad nos daremos cuenta del resultado de los talentos que dejamos sin usar. Habrá una pérdida eterna por todo el conocimiento y la habilidad que podríamos haber obtenido y no obtuvimos. (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, págs. 330, 331.) Lo que podría haber sido Si cada soldado de Cristo hubiese cumplido su deber, si cada centinela puesto sobre los muros de Sión hubiese tocado la trompeta, el mundo habría oído el mensaje de amonestación. Mas la obra ha sufrido años de atraso. Entretanto que los hombres dormían, Satanás se nos ha adelantado. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 297.) Pongamos mano a la obra asignada, y proclamemos el mensaje que debe hacer comprender a hombres y mujeres el peligro en que están. Si cada adventista del séptimo día hubiese cumplido su parte, el número de creyentes sería ahora mucho mayor. En todas las ciudades de América habría personas a quienes el mensaje hubiese inducido a obedecer la ley de Dios. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 293.) Si el propósito de Dios de dar al mundo el mensaje de misericordia hubiese sido llevado a cabo por 110 su pueblo, Cristo habría venido ya a la tierra, y los santos habrían recibido su bienvenida en la ciudad de Dios. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 72.) El registro celestial El mundo necesita misioneros, misioneros locales consagrados, y nadie será registrado en los libros del cielo como cristiano si no tiene un espíritu misionero. (Review and Herald, 23 de agosto de 1892.) Si los miembros de la iglesia no emprenden individualmente esta obra, demuestran que no tienen relación viva con Dios. Su nombre está registrado como el de siervos perezosos. (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 163.) En todo movimiento religioso hay quienes, si bien no pueden negar que la causa es de Dios, se mantienen apartados y se niegan a hacer esfuerzo alguno para ayudar. Convendría a los tales recordar lo anotado en el cielo, en el libro donde no hay omisiones ni errores, y por el cual seremos juzgados. Allí se registra toda oportunidad de servir a Dios que no se aprovechó: y allí también se recuerda para siempre todo acto de fe y amor. (Profetas y Reyes, pág. 472.) En la mañana del 23 de octubre de 1879, a eso de las dos, el Espíritu del Señor descansó sobre mí, y contemplé escenas del juicio venidero. . . Diez mil veces diez millares estaban congregados delante de un gran trono, sobre el cual estaba sentado un personaje de majestuosa apariencia. Delante de él había varios libros y sobre las tapas de cada uno de ellos estaba escrito en letras de oro semejantes a llamas de fuego: "El libro mayor del cielo". Uno de estos libros, que contenía los nombres de los que aseveran creer en la verdad, fue abierto entonces. Inmediatamente perdí de vista los incontables millones que rodeaban el trono y mi atención se dedicó únicamente a los que profesan ser hijos de la luz y la verdad. . . . 111 Se abrió otro libro en el cual estaban anotados los pecados de los que profesan la verdad. Bajo el encabezamiento del egoísmo venían todos los demás pecados. . . . Una clase de personas estaba anotada por haber estorbado la siembra. A medida que el ojo escrutador del juez descansaba sobre ellos, se les revelaban distintamente sus pecados y negligencia. Con labios pálidos y temblorosos reconocían que habían traicionado su santo cometido. Habían recibido advertencias y privilegios, pero no los habían escuchado ni aprovechado. Podían ver ahora que habían presumido demasiado de la misericordia de Dios. En verdad, no tenían que hacer confesiones como las de los viles,


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