Cn revista | abril 2014

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Las palabras de Francisco | Pido la palabra

por Piero Coda (Italia)

El Señor no defrauda a quien arriesga T

odos advertimos que a través de las palabras y los gestos del papa Francisco, Dios nos zamarrea. Es algo que sacude la conciencia de muchos, como lo refleja la atención que suscita en todos lados. Si bien también aparecen algunas críticas y resistencias, como es natural que suceda cuando irrumpe la fuerza desconcertante del Evangelio. En realidad no basta alegrarse por el soplo de novedad que advertimos ni esperar rápidas reformas que pongan cada cosa en su lugar de la mejor manera. Es necesario comprender las razones profundas del mensaje de Francisco, inspirado por Dios, y emprender con decisión el camino de conversión que se nos pide. Se trata de una conversión que debe ser personal, que en primer lugar toque y transforme el corazón de cada uno, pero al mismo tiempo “cultural” y “pastoral” –como a menudo repite el Papa– dispuesta a cambiar la forma, el lenguaje y el estilo de nuestro ser Iglesia y de nuestro vivir en sociedad. “Hoy en día –dijo el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga– la Iglesia se encuentra frente a la necesidad de un cambio comprometido, Abril 2014

acaso el más profundo de su historia”. Por lo tanto, tenemos que ponernos en sintonía con la longitud de onda del amor de Dios, hoy, aquí, para nosotros. Y esto exige compromiso, creatividad y perseverancia. “Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo”, escribe Francisco en la Evangelii Gaudium, texto que traza las líneas programáticas de este cambio y que debemos retomar para meditar en profundidad y traducirlo en opciones razonadas y seguras. Por su parte, el Papa está encarando varios frentes: desde la preparación del Sínodo extraordinario sobre la familia al proyecto de reforma de la Curia Romana y al relanzamiento de la praxis sinodal. También nosotros tenemos que discernir qué nos pide hoy el Evangelio de Jesús. Podemos comenzar con una frase de Francisco: “a quien arriesga el Señor no lo defrauda”. Arriesgar en los asuntos de Dios y en los de los hombres significa poner en juego todo y desde el vamos. Porque “la verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras”

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