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CULTURA \ CULTURE

— The slaughterhouse can be a wonderful place when the slaughter takes place between beers and cigarettes, and the slaughtermen are turtles.

TORTUGAS EN EL MATADERO TURTLES IN THE SLAUGHTERHOUSE

— El matadero puede ser un lugar maravilloso cuando la actividad del degüello se desarrolla entre cervecitas y cigarrillos y los matarifes son unas tortugas.

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El matadero es un sitio lóbrego y tenebroso donde les ocurren cosas horribles a los animales que allí, en contra de su voluntad y con un gesto de sincera desaprobación, terminan. Pero es también un lugar maravilloso cuando la actividad del degüello se desarrolla entre cervecitas y cigarrillos y los matarifes son unas tortugas de cuyos cuchillos dimanan composiciones hipnóticas y embaucadoras con las que cuesta no esbozar una sonrisa de placer. Esta escena, más propia de una película de Miyazaki que de la casposa festividad que cada 15 de mayo se apodera de la ciudad de Madrid en la que se enmarcó, es la que inauguraba en la nave de música del Matadero de la capital la brillante iniciativa de los conciertos sublimes matinales, cuyo objeto es brindar al público directos de grupos de primera línea a media mañana en días festivos y fines de semana dando una vuelta de tuerca al tan usual “Vámonos de cañas antes de comer” juntándolo con lo bien que sienta la buena música sea la hora que sea. Lo oscuro de un concierto en la noche frente a lo luminoso del Sol de San Isidro, el sufrimiento de las reses y los matarifes tirando a degüello frente al placer de la música en directo... Venga, vamos a terminar de encajar todo esto desvelando la identidad de los principales protagonistas del cuadro: ¿Tortugas? Efectivamente, los elegidos para este primer concierto matinal fueron los veteranos Tortoise, grandes exponentes de la fecunda y heterogénea escena musical de Chicago de donde han salido monstruos como Muddy Waters, Smashing Pumkins, Wilco o Kanye West, ahí es nada, y que con su siempre inusual instrumenta-

ción a base de medios tiempos enmarcados en un post-rock mezclado con dub, groove y jazz y que nunca, nunca suena como un pastiche, ofrecieron un genial concierto, siempre a la altura, cargado de sonidos evocadores, de fotografías tanto de la escena que el jazz vivió en su Chicago natal a mediados de los años noventa como de Blade Runner por un lado o de cualquier otra película de negros con el pelo a lo Jackson Five por el otro. Como digo, sublime heterogeneidad alejada siempre del encasillamiento y el tedio. Sin disco desde 2009 y con la apariencia de no necesitar uno para dominar las tablas del escenario, los cinco integrantes de la banda dieron cuenta de la destreza que atesoran y de la compenetración que les une y les permite entrar en la faceta de multiinstrumentalistas ofreciendo un concierto redondo y muy bien recibido por el público que, curioso él, se acercó a ver cómo es eso de ir a un show antes de la comida. En definitiva, una mañana de las de “todos contentos”; nosotros, músicos, tocamos los temas de siempre y vosotros, público, los recibís con alegría y satisfacción. A veces las cosas son así de fáciles: dos necesidades, dos deseos, se cumplen y a comer.