FRENTE

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28 | frente | cine | del 8 al 14 de septiembre de 2011

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Cinefernalia La exhibición: el cine como negocio A pesar de los embotellamientos y el caos urbano que marcan el regreso a clases de las ingentes hordas de niños y pubertos que pueblan todo México, lo bueno es que por fin, se acaba también el periodo veraniego en las salas de cine. Las vacaciones de verano son lo peor (o casi) que le puede pasar a un cinéfilo: pantallas copadas por las diversas variantes y versiones de cada cinta infantil o dizque para todo público, un gigantesco estreno tras otro de blockbusters, sin respiro, tregua, ni misericordia los que aún gustan del cine… Entre los Harry Potters, Capitanes América, Cars o Toy Stories, apenas hay espacio para muy pocas copias de películas de otro tipo. ¿Por qué pasa siempre lo mismo? ¿Por qué es así cada año? Pues porque el sector de la exhibición en nuestro país, es desde hace mucho tiempo, el sector más fuerte, el que domina, el que obtiene antes que los demás sectores su tajada del negocio, la cual además, es la más sustanciosa. Resulta que en México, aunque mucho se cacarea que hay leyes contra los monopolios, en la exhibición —como en las telecomunicaciones—, en los hechos, hay sólo dos empresas grandes, enormes: Cinemex-MMCinemas y Cinépolis, la más poderosa y con mayor presencia no sólo en el país, sino en lugares tan lejanos como ¡la India! Las demás cadenas de exhibición son mucho más pequeñas y su influencia es por decirlo de algún modo, restringida. Cinépolis solita, se lleva el 58 % de la participación total del mercado, mientras que Cinemex-MM Cinemas, el 27 %. El resto se lo dividen las otras exhibidoras. Es evidente que las políticas de exhibición las dicta quien tiene el sartén por el mango, y las reglas del negocio son clarísimas: primero la lana. Para que no se diga, ni tengan estas cadenas que cargar con la lápida de ser los malos del cuento, por ejemplo Cinépolis patrocina y cobija el Festival Internacional de Cine de Morelia (but of course), como en algún tiempo hizo lo propio Cinemex con el FICCO. Pero en circunstancias cotidianas, cada lunes, que es cuando se hace la programación que las salas tendrán a partir del viernes, los distribuidores independientes tienen que pelear (o pedir, insistir y suplicar) por cada sala para las pocas películas que con poquísimas copias, pueden traer. El botín mayor es siempre para las distribuidoras trasnacionales que de un jalón colocan todas las copias de sus productos veraniegos. A fin de cuentas, lo que el público consume masivamente es eso, acompañado por toneladas de palomitas, millones de litros de refresco y carretadas de otros chuchulucos… Así es y así funciona el cine como negocio. —Susana López Aranda

El peleador (Estados Unidos, 2010) de David O. Russell.

criss-cross INTI CORDERA

Dirige el Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (DOCSDF, próximo a celebrarse) y encabeza La Maroma, asociación que lleva por lo menos quince años impulsando proyectos documentales, educativos y culturales. También es cineasta (Los soneros del Tesechoacán, 2007) y, por supuesto, un gran cinéfilo… ¿Documental mata ficción? El cine documental está tomando un auge importante y sin precedentes, no sólo por el volumen de su producción, sino por la exploración de nuevas formas y discursos.

¿Qué película de ficción parece documental?

En Children of Men, por ejemplo, es interesante ver cómo el cine de ficción recurre a formas narrativas y propuestas fotográficas más cercanas al género documental.

¿Qué es lo que nunca debería tener un documental?

El grupo punk irlandés Dropkick Murphys se inspiró en la historia de Micky Ward, boxeador profesional de los años ochenta, para la canción “The Warrior’s Code”. Este filme hace lo mismo para narrarnos una historia de un peleador cuyo mayor adversario se encuentra en el seno de su propia familia, dominada por una madre obsesiva y un hermano cuya adicción a las drogas le ha consumido. Mark Wahlberg y los oscareados Melissa Leo y Christian Bale aportan los mejores momentos a un filme tan desigual como emotivo.

Dramatizaciones, el uso excesivo de la voz de un narrador y el abuso de las entrevistas a cuadro.

Lo mejor de un festival de cine documental es…

Su programación, basada en la diversidad de los contenidos que promueve y la posibilidad de crear un espacio de conciencia crítica de nuestra realidad.

¿Qué película debe estar en la biografía de cualquier cinéfilo?

Ciudadano Kane, Los olvidados, 1 Giant Leap, Koyaanisqatsi, Balseros.

¿A qué se debe el furor por el documental en México?

A la necesidad de las nuevas generaciones por contar historias con un sentido de compromiso con la realidad. Además, hacer documental es más barato.

¿Hay documentales malos? ¿Cómo se hace uno?

Con falta de rigor cinematográfico en la producción y la realización. Para hacer buenos documentales, hay que ver buenos documentales y mostrar seriedad y compromiso en el acto creativo.

Presunto culpable, ¿sí?, ¿no?

Aun cuando hay cuestiones éticas vinculadas al tratamiento de los personajes, sobre las cuales se ha generado un debate en el medio de los documentalistas, sin duda ¡sí! Creo que uno de sus principales valores radica en que el público hablaba de este trabajo como una película, sin necesariamente distinguirlo como un documental.

Tu twitter: @DOCSDF —Erick Estrada

11/09/01: Septiembre 11 (Francia, 2002) de varios directores. A diez años del 11/9, vale la pena recordar este filme producido por Jacques Perrin, quien convocó a once cineastas para que aportaran su visión sobre el asunto en cortometrajes con

extensión de once minutos, nueve segundos y un cuadro de película. El resultado es muy enriquecedor, pues las voces críticas de creadores tan distintos como Ken Loach, Alejandro González Iñárritu o Samira Makhmalbaf conforman un mosaico profundamente humano y reflexivo sobre una tragedia de resonancias mundiales.

Vuelo 93 (Gran Bretaña-Estados Unidos-Francia, 2006) de Paul Greengrass. El 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos, cuatro aviones fueron secuestrados. Tres dieron con sus objetivos. El cuarto no. Este filme recrea con meticulosidad casi obsesiva los sucesos que ocurrieron a bordo del vuelo 93 de United Airlines, cuyos pasajeros se enfrentaron a sus secuestradores. Con gran habilidad para el manejo del suspenso, el británico Paul Greengrass orquesta una desgarradora y trepidante crónica inspirada en las anécdotas que los familiares de las víctimas compartieron con él. —JAVP


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