Teoria y practica de la historia

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el El Dorado indiano detrás de ella. Y Magallanes costeó la América hacia el Sud, hasta encontrar el paso que le permitió llegar a las Molucas, y los Gaboto, Verazzano, Santiago Cartier, en busca de un paso septentrional, descubrieron la América del Norte. Al mismo tiempo los mercaderes marítimos de Londres, organizados bajo el nombre de Aventureros Comerciantes, enviaban con la misma obsesión, expediciones por el Nordeste de Europa, que si no los llevaron al país de la canela y de la nuez moscada, les abrieron por el Mar Blanco el comercio del recóndito imperio moscovita. ¿Y de quiénes fue la iniciativa y el esfuerzo de esos viajes legendarios que expandieron en medida nunca vista las relaciones de los hombres y el medio geográfico? Algunos reyes prestaron a estas expediciones su apoyo pecuniario; algunos nobles menores, pobres hidalgos, a quienes los prejuicios de clase les impedían trabajar, encontraron en ellas ocupación para sus energías; pero los grandes descubrimientos fueron principalmente la obra de hijos del artesonado y de la burguesía. *** De esta clase social, cuyos horizontes se ensanchaban todo sentido, salieron también los hombres que, hacia la misma época, personificaron el renacimiento del arte. Floreció éste desde luego en las ricas ciudades italianas, en Flandes ubérrima, en las ciudades libres de Alemania, donde la naciente burguesía gozaba de holgura y abundancia. De los vulgares artífices que molían sus colores y manejaban el cincel según los reglamentos del gremio, salieron allí artistas geniales, grandes intérpretes y creadores de belleza. Leonardo de Vinci, Rafael Samcio, Holbein, Alberto Dürer, eran hijos de pintores, de joyeros, de burgueses, como lo fue también Montaigne, el más grande escritor de la época. Las clases altas, la nobleza y el clero, poco participaron en ese hermoso movimiento, sino como pasivos receptores de las nuevas impresiones estéticas y protectores de artistas, con lo que se halagaban a la vez en sus gustos y en su vanidad. Cada día más extrañas a toda actividad social, comenzaba a congregarse la nobleza en torno del trono, como mero y luciente marco de su magnificencia, y el clero dilapidaba en una vida de placer desenfrenado los dineros obtenidos por la impostura y el privilegio. Sus mismos excesos y la rapacidad de los nobles y de los príncipes, dieron lugar a la reforma de la Iglesia, conflicto político-religioso del que salió robustecida más que nunca la clase media. *** Mientras el clero recibió en productos los tributos de sus vastísimos dominios, poco le costó cumplir los deberes de su caridad profesional, repartiendo a los necesitados los víveres que él mismo no podía consumir. Pero cuando se hubieron generalizado en Europa la producción mercantil y el pago en dinero de las obligaciones feudales, el clero olvidó la beneficencia, dejó apolillarse en los graneros los manuscritos antiguos que copiara durante varios siglos, y diose a una vida disoluta y a atesorar fondos para costear monumentos y obras de arte que, sugestionando a las masas, mantuvieron su prestigio. Ya en el siglo 14 Bocaccio en su Decamerón presenta a los monjes como la parte más ignorante y corrompida de la población de Italia, y en Inglaterra se hace necesario ordenar por ley a los conventos que destinen algo de sus entradas al socorro de los pobres. Los monjes eran en todas partes los más fieles cómplices del papa, y éste quería, para sí y para su corte de príncipe eclesiástico y mundano, ante todo plata. No le bastaba el dinero de San Pedro, contribución que la Roma papal imponía a la población de países enteros, aunque en Inglaterra sobrepasara las entradas del mismo rey. Los altos cargos eclesiásticos, como


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