Me sorprende, aunque sé que los instructores también deben responder ante alguien. Bajo con una chica llamada Livy, la cual cada vez camina mejor y parece entusiasmada con todo. Habla sin cesar, pero yo sólo pienso en la mano de Ky trazando la «C» de mi nombre y el corazón se me acelera. Se nos ha hecho tarde; tengo que darme prisa para coger el tren de regreso a casa y Ky tiene que darse prisa para coger el suyo al trabajo. Ya he renunciado a volver a hablar hoy con él cuando alguien me roza al pasar. Al mismo tiempo, oigo una palabra tan queda que me pregunto si Ky no la habrá dicho en la cima de la colina y el viento me la acaba de traer. La palabra es «sí».