Los límites de la interpretación

Page 200

contenido; por ejemplo, cuando se oye una frase e interesa más establecer si la ha emitido determinada persona que interpretar su significado; o cuando, para poder identificar la posición social del hablante, el oyente está más interesado en su acento que en el contenido proposicional del enunciado. De forma análoga, en la falsa identificación nos encontramos principalmente ante expresiones y las expresiones pueden falsificarse. En cambio, los signos (como funciones que ponen en correlación una expresión y un contenido) pueden, a lo sumo, interpretarse mal. Recordemos la distinción hecha por Goodman (1988: 99 y ss.) entre artes «autográficas» y «alográficas», la distinción de Peirce entre legisignos, sinsignos y cualisignos (CP: 2.243 y ss.) y mi tratamiento de las reproducciones (Eco 1975; trad. esp.: 275 y ss.). Hay (i) signos cuyas ocurrencias pueden producirse indefinidamente según su tipo (libros o partituras musicales), (ii) signos cuyas ocurrencias, aunque se produzcan según un tipo, poseen una cierta cualidad de unicidad material (dos banderas de la misma nación pueden diferenciarse por su edad gloriosa), y (iii) signos cuya ocurrencia es su tipo (como las obras autográficas de un arte visual). Este punto de vista nos lleva a esbozar una simple distinción entre diferentes tipos de falsificación. Las falsificaciones radicales pueden afectar sólo a los signos (ii) y (iii). Es imposible producir un falso Hamlet a menos que se haga una tragedia diferente o se publique una versión claramente mutilada y alterada. Es posible producir una falsificación de la primera edición en folio de Shakespeare, porque en este caso lo que se falsifica no es la obra de Shakespeare, sino la del impresor original. Las falsificaciones radicales no son signos: son sólo expresiones que tienen el aspecto de otras expresiones y sólo pueden convertirse en signos si las consideramos facsímiles. Parece, en cambio, que los fenómenos de falsificación ex-nihilo son semiósicamente más complicados. Sin duda, es posible declarar que una estatua Ob es indiscerniblemente el mismo objeto que la legendaria estatua Oa producida por un gran artista griego (la misma piedra, la misma forma, la misma conexión originaria con las manos de su autor); pero también es posible atribuir un documento escrito Ob a un autor A sin tener que prestar atención a su substancia de la expresión. Antes de Tomás, un texto latino notoriamente traducido de una versión árabe, el De Causis, se atribuía a Aristóteles. Nadie había identificado como falso un pergamino 201


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.