Letour1987#1

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¿Depende la vida de la poesía de la EmuerteF de los técnicos y los copistas? No entiendo la pregunta, no sé a qué se refiere con la muerte de los técnicos, menos aún de los copistas, supongo que ambos en la misma complicidad del oficio, pero intuyo que acaso quiera usted vincular la sobrevivencia del género poesía a la capacidad de generar distorsiones sobre la normatividad; en ese caso, creo que sin desobediencia a la costumbre, sin transgresión de la fórmula, no hay posibilidad alguna de hacer y escribir hoy en la poética. Negación y resistencia, esa pareciera la única posibilidad de la conducta. Los técnicos, los expertos, los especialistas en materia de poesía son cabezas repletas de aserrín, y solo valen para alimentar con sus cabezas fofas las estufas invernales. La poesía, el poeta, es hereje con naturaleza,

antipreceptivo por vocación, antidogmático por destino; no mejor cualidad ocupa el amanuense en las estructuras de control de la policía de la cultura, ese copista escribano que levanta acta lítica de los hechos. El lugar del testimonio, Cortázar lo explico muy bien en su ensayo sobre Keats, es otro, dar cuenta sin testificar contra nadie, ser desagradable de profesión, vivir anticipadamente en la negación ante la perspectiva de los horrores del mundo. Acaso la tesis benjamininiano, los 0Avisadores del fuego1 de Rosenzweig pudieran acercarnos a la circunstancia que yo imagino como más próxima a la conducta, que no ejemplaridad, de lo exigible al poeta contemporáneo.

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¿Cuánto hay de azar en sus libros, cuánto de noches de insomnio? De azar el mismo y absoluto que determina la ley general que rige todo el universo, al menos hasta donde conocemos. El mismo azar que mantiene el orden de posible y el desorden de la imaginación creadora, la certeza intuitiva hacia un conocimiento que lejos de lo pragmático nos aporta más conciencia de la realidad que todos los laboratorios de la experiencia juntos. Insomnio también, fundamentalmente el diurno, es importante no estar dormidos durante el tiempo de la claridad solar, adormecidos bajo el tábano publicitario de la sociedad de consumo, aletargados por la soberbia obstinación para mentir de la retórica

política y sus persuasivos sistemas de dominación. Es esencial el insomnio diurno frente al amodorramiento colectivo de los medios de comunicación de masas, fundamentalmente la toxicidad televisiva y los subproductos con pretensiones de alta cultura de la prensa escrita. Mi azar, querido amigo, es mi conducta, no he sabido, tampoco he pretendido desplazarme de ese lugar hacia ninguna otra posibilidad de lo previsible. Me limito a permanecer en el agüera, en la exterioridad de la formula, eso sí, sometido en la medida de lo posible a la mayor intensidad de deseo, que no es otra cosa que el milagro de los sentidos por reconocer los signos de la seducción del mundo y los lenguajes que de ella dan cuenta. La peripecia humana, la grave,


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