Según Galdeano (1995), las relaciones de pareja van sufriendo modificaciones con el transcurrir del tiempo de convivencia, y quizás pierden algunos de los aspectos más significativos, haciendo que las vinculaciones afectivas emocionales de la pareja van sufriendo alteraciones. Son muchos los factores sociales, psicológicos e individuales que determinan la interacción entre dos personas, cada experiencia que vivimos nos lleva a un aprendizaje de conductas, que determina el modo en el que nos relacionamos con el mundo exterior y con nosotros mismos. Las relaciones de pareja son sólo una de las múltiples esferas en las que una persona se inserta, según el psicoanálisis el individuo intenta homologar sus relaciones adultas con el tipo de relaciones que mantuvo con sus padres, por ello para que no tengamos relaciones adultas conflictivas, deberíamos comenzar por generar al niño (a) relaciones parentales más estables y menos conflictivas (Campuzano, 2001). En una relación de pareja, las discusiones son “normales” debido a las diferencias que todos los seres humanos tenemos, aunque es importante (para que una relación funcione) que la otra persona sea capaz de comprenderlo y aceptarlo, ya que si las peleas no se minimizan, se convierten en algo habitual y necesario que coarta el equilibrio de la relación emocional; una discusión evita que la pareja comunique de manera acertada sus sentimientos. Entonces es cuando la relación se vuelve tormentosa y provocadora de sentimientos negativos. Lo cierto es que en una discusión de pareja nadie gana la batalla, pues quien se piense campeón, debería pensar en cómo se siente su pareja, en lo mucho que lastimó su amor propio y posiblemente en lo inferior que debe sentirse en ese momento. Ninguna discusión llega a un final feliz si no se trata de encontrar una solución a la relación de pareja (Iam, 2008). Por: Karina Duran Ortíz.
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