Mallpocket Ed. 03

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2012

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UNA VEZ MÁS, UN OVNI ACABA DE ATERRIZAR EN AMÉRICA, EL ÚNICO PAÍS DEL MUNDO DONDE LOS OVNIS SIEMPRE ATERRIZAN imaginario colectivo de los espectadores, las culpas de la índole que sean, abundan. “Hemos luchado por mucho tiempo, las máquinas nos superan en número... los humanos tienen una fuerza que no puede ser medida... soy John Connor, si estás escuchando esto, eres la resistencia”. La frase de la película Terminator Salvation (2009), y al igual que el cartel ya mencionado, contiene una premisa profunda y fundamental que atraviesa el cine apocalíptico: la idea de la verdadera humanidad, de la fuerza contenida en cada uno de nosotros. Esa noción de que a pesar de todos los cataclismos, desgracias y batallas, los valores del sacrificio, la amistad, la solidaridad, la familia, el honor y el amor, permanecen. En últimas son estos valores los que determinan quiénes se salvan y quiénes mueren. Aunque hay ejemplos de esta premisa muy bien manejada en guiones memorables, lamentablemente hay más ejemplos de películas que terminan plagadas de frases moralizadoras y clichesudas acompañadas de bandas sonoras melosas y muchos personajes –que en plena desgracia y a pocos minutos de la destrucción final– escuchan estupefactos al héroe y reciben la inspiración necesaria para ayudar a sus semejantes. Una perla al respecto es el discurso del doctor Helmsley al final de 2012: “...ser humano significa cuidar del otro y civili-

zación significa trabajar juntos para crear una mejor vida... el momento en que dejamos de luchar el uno por el otro, es el momento en que perdemos la humanidad”. Sin embargo en muchos escenarios post-devastación, los hombres regresan a sus instintos más primitivos para sobrevivir; en algunos relatos se degradan al canibalismo, a la dictadura, a la crueldad, al salvajismo. Inevitablemente, el cine de desastre casi siempre se vuelve una crítica a nuestro modo de vida. EL MISTERIO DETRÁS DEL ÉXITO DEL FINAL DE LOS TIEMPOS EN LA PANTALLA GRANDE: Algunos críticos se sienten atraídos por la idea de explicar el éxito de taquilla que casi siempre tienen estas películas. Algunos ven en la asistencia masiva el reflejo de una fascinación mórbida por los escenarios del fin del mundo y la excusa perfecta para atemorizarse. Otros encuentran la explicación en la curiosidad por la muerte, las situaciones extremas de supervivencia y el agradecimiento por la vida. Algunos más coinciden en esa necesidad de castigo y justicia que parece compartir la humanidad. Dan Glickman, presidente de The Motion Picture Association of America, le dijo hace dos años a Time Magazine a propósito de 2012: “Cuando los tiempos son malos, nuestro negocio va en alza... las películas son una gran terapia”. Y muchos críticos coinciden con él, argumentando que estos filmes se vuelven una distracción a los problemas reales que aquejan a la sociedad. ¿Pero acaso, no sirve a eso todo el cine y no viene de ahí la noción de entretenimiento? Un modesto autor explica que esperamos el día en que todo cambie y tal vez un cataclismo mundial sea la razón para la tan anhelada transformación. No digo que esté de acuerdo, porque las razones por las que estas películas arrasan en taquilla poco me importan, y creo que como en todo, tiene que ver con el gusto. Pero no deja de inquietarme, que en realidad tenga toda la razón, y tal vez a esta altura, solo consideremos posible un cambio del estado de cosas, del sistema social que hemos creado, precisamente el día del fin del mundo como lo conocemos.


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