Paisajes de la narativa eslovena actual

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—Sí. Es atraído directamente hacia usted. Mire, tiene la cara girada hacia aquí. Esta es usted. Señaló la carta que estaba al lado de la de Tarzán, en la que había pintada una señora igualmente desnuda, con un exuberante pelo rojo que le llegaba hasta la cintura. Alrededor de ella volaban pájaros y unos corzos se arremolinaban junto a sus tentadoras caderas; el sol y la luna se le sonreían. No se me parecía para nada. Luego, quedé a tomar un café con Tamara. —¿Y tú crees en esas memeces? —Yo qué sé... He estado pensando... Ha dicho que el hombre este tiene un poco alma de artista, que ama la naturaleza... No conozco a nadie así. Pero me sentaría muy bien —contesté. —¡No me jodas! ¡Si Rudi ya es demasiado para ti! ¡No te vas a echar encima otro tío! —dijo horrorizada Tamara, dos veces divorciada. —¿Sabes qué? —dije con voz dramática, que en mi caso suena como un pitido tembloroso—. ¡Llevo ya un tiempo harta de todo! ¡De la vaguería de Rudi, de la pubertad de Marinka, de las ollas, de las vacaciones en la caravana con ensalada de tomate y pimientos rellenos para toda la semana, de todos los putos cumpleaños y navidades! En todas las fotos familiares, si es que estoy en ellas, salgo llevando cosas a la mesa con la jeta colorada. Siento como si tuviera dentro de mí una caverna enorme. Soy Altamira. Todo vacío. Estoy cansada. Esto es lo que he pensado: si estuviera enamorada, al menos mi vida tendría sentido.Ya no sería tan mortecina y desvaída. Estoy convencida de que recuperaría la energía. Recuerdo cómo era cuando todavía lo estaba de Rudi. Podía estudiar, tener un trabajo de estudiante, salir de fiesta. Hacía todo con tanta facilidad y alegría... Echo de menos esa sensación. Simplemente me gustaría estar enamorada una vez más. ¡No puede ser que mi vida se haya acabado ya! Me alteré muchísimo.Tamara dijo: —¡Estás jugando con fuego! Y así comenzó todo. Por la noche, quedamos en nuestra casa con los Rožanc, Klara y Mitja, un matrimonio experimentado, casados desde siempre. Marinka miraba la tele con la boca abierta y auriculares en las orejas, enrollándose en los dedos unos mechones recién teñidos de naranja chillón. Aunque apenas tiene catorce años, le he

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