Malamag nº1 - La suerte

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Incluso en algunos lugares a las 6:00 am. se ven personas esperando. La lógica de lo ilógico. La absurda pretensión de ponerle un sentido, una regla, a un concepto tan evasivo como el azar. En el pasado, el sistema de lanzamiento de las esferas era manual, así que el jugador confiaba en sus habilidades en el uso del pomo para lanzar, usando la justa dosis de fuerza. También existían trucos: se podía controlar la posición de los clavos. Las máquinas que los tuviesen más retorcidos permitían ganar más fácilmente. Con la llegada de la automatización, todo eso es simplemente un recuerdo. Hoy en día no se habla de jugadores buenos, sino se dice que tienen “la suerte”. Como si fuera algo que le toca a una persona desde el nacimiento. Lo único que escapa de la cabeza de los niponcitos cuando hablan de este entretenimiento como si fuera el más normal e inofensivo del mundo es esto: todo el universo del Pachinko se relaciona con la Yakuza, la mafia japonesa. Sus miembros gestionan todas las salas. De hecho, la ley japonesa no permite el juego al azar. Pero el problema ha sido solucionado por la mafia de manera sencilla. Los clientes no ganan dinero, sino recibos. Al termino de la sesión acuden a unas taquillas –situadas en la trastienda – donde se convierte el recibo en Yenes. Aún así este tipo de entretenimiento no está sometido a ningún tipo de juicio moral. Es más, es un fenómeno que forma parte de la vida cotidiana y representa el 5% del PIL niponcito. Desde 1968 hasta los primeros años 2000, el número de las salas ha aumentado vertiginosamente, hasta llegar a casi 19.000 ejercicios en 2012. El valor de este negocio entre 1991 y 2012 está situado alrededor de los 5.547 millares de euros. Cifras que, tristemente, son destinadas a subir, ya que se están poniendo en marcha unas medidas para atraer clientes jóvenes: referencias a la cultura Manga, anuncios con grupos musicales o actores famosos, bebidas gratis y espacios especiales para las parejas. El Estado y el Ministerio del Trabajo y del Social observan la situación, impotentes, o incluso resultando cómplices, ya que no son ninguna novedad los escándalos de financiamientos ilícitos a los partidos políticos de parte de los dueños de las salas de juego. Como la prostitución y la pornografía, el juego al azar es prohibido por la ley, pero al mismo tiempo, es tolerado por la policía y las instituciones que no parecen tener en cuenta el número creciente de personas con graves adicciones a este entretenimiento – en 2000 y en 2006 dos niños de unos pocos meses murieron asfixiados porque las madres los abandonaron en el coche durante horas por jugar al Pachinko – y las cifras de las deudas. Detrás de las luces, del ruido y de los colores alegres de las salas de Pachinko se esconde la otra cara de la modernidad alienante de Japón.

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