Santos 2010 para issuu

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un aneurisma / la malformación congénita que la tiró de bruces […] / con el cerebro lleno de palabras sin sentido de la poesía y los 28 años que decía volver a tener. / En el alrededor veo a mi madre” (2005, p. 19). Hacia el poema 3, que inicia en tiempo presente, brinca al pasado cuando adquiere el tono confesional para con su madre. Recuerda cuando ella misma se fue de casa y de qué manera la lejanía contribuyó a forjar su personalidad: “Me alejé de todos con el tiempo / pero al inicio me fui de ti” (p. 21). Desde este principio se centrará en el tema del placer que le produce la lejanía, a la cual le brindará un carácter humano, un carácter de amante, por medio de una prosopopeya: “Nada te dolerá, murmuraba [la lejanía]. Y nada dolía. / Te digo que las dos éramos dúctiles amantes. La lejanía me regaló una morada sin techos” (p. 21). Con ese tono confesional que prevalecerá a lo largo de “La más mía”, le dice a la enferma que la lejanía la ha sustituido en su papel de madre: “Como una madre [la lejanía] me amamantó de olvido y me creó todas las células con genes nuevos” (p. 22). Pero abandona la lejanía en el momento en que sabe que su madre cae enferma, y volviendo al presente cierra el tercer bloque: “Son las seis de la tarde y voy camino hacia ti” (p. 23). En el poema 4, “Éste es el momento de hablar”, la figura de ella comienza siendo la de una niña, quizá una adolescente insegura, confrontada con la figura de su madre, una mujer brillante, a la que le habla: “Están los días […] al inicio, en que no te quise. / Los días en que crecer en mujer era un dictamen insensato y maligno. / Los días en que tu fuerza de mujer sólo acrecentaba mi debilidad de mujer” (p. 24-25). En este mismo poema aparece otra figura de ella misma en su pasado. Narra cómo al estar lejos tuvo la oportunidad de “crecer en mujer”. Puede entenderse, quizá muy superficialmente, que se entregó a placeres mundanos, pues hace mención de “el daño”, otro tema recurrente que ella asocia con la promiscuidad, la cocaína, la fuga: “Y cuando el daño terminó de confeccionar mi soledad de mujer mía / mi armadura de mujer sólo mía / volví a casa para encontrarme contigo” (p. 26). Al volver lo hace ya con la armadura confeccionada, es decir, luego de haber aprendido la vida y de haberse creado su

propio carácter. Es cuando comienza a entender a su madre y a descubrir que la ama: “Entonces empezaron los otros, muchos días / en que te amé como si nunca te hubiera conocido antes” (p. 26). El desdoblamiento es una constante en todo el poema. Hacia el bloque sexto ocurre que ella se fracciona en el sueño de su madre. Luego se da una retrospectiva, así aparece la tercera figura femenina: la hermana, la otra hija, la equilibrada, la hija buena que tuvo familia y que parece ser la antitesis de Cristina. El bloque 7 es lo que su título: “una corona de aire gris”, amargo y de ritmo abatido. En “El hombre que era el diablo del deseo” (poema 8), de gran contenido confesional y erótico, se revela cómo la hija, influenciada por la educación de la madre, quiso llevar una vida común –casi como la de su hermana–, por eso se casó con un hombre e intentó formar una familia: “Él iba a llevarme a su casa y a construirme un mundo como el tuyo” (p. 35), le dice a su madre. Pero ese hombre dominante, de quien estaba enamorada y con quién compartía una intensa vida sexual, comienza a verse doblegado por el poder de la poeta, quien a estas alturas ya parece ser una mujer tenaz: “Tuvo que medir sus fuerzas con las mías. […] Tuvo que saberse pálido y débil y cuerdo” (p. 35). Así el hombre, a quien no le gustó ser menos que su esposa, se aleja y es cuando nace una nueva mujer; misma que ahora le dice a su madre: “Sin saber, sin notarlo apenas, llegó la mujer que tú nunca soñaste para mí” (p. 35). Así, el amor romántico, la historia masculina predilecta de la mujer, con su protagonista pasiva, dependiente, y vergonzosa, es deconstruida irónicamente por Rivera Garza. Esta imagen de la mujer dominante e independiente, es una constante en toda la poética de la autora. Y hablando de la imagen femenina, hemos visto hasta aquí que la poeta se ha transmutado en tres mujeres: 1) la que apenas está “creciendo en mujer”, 2) la que se entregó a excesos y volvió con la madre, y 3) la que se ha divorciado del hombre y es ahora una mujer fuerte. Estas personalidades se van distanciando progresivamente de los deseos de la madre. Hacia el noveno bloque, es la madre quien se des37


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