Rinconada, perú

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SIN TRAGEDIAS PREVIAS Desde que conozco a Magdalena Correa siempre ha manifestado su interés por explorar aquellos territorios que se encuentran en situación de aislamiento y olvido. Lugares donde se desarrolla una forma de vida humana “en precario” que además ha de soportar las fuertes condiciones que impone una naturaleza de gran poderío. Le fascina desplazarse hasta este tipo de lugares, viajar hasta allá para poder mirar con detenimiento, regocijarse visualmente en aquellos espacios geográficos y humanos que coexisten de manera habitual y real a nuestra vida cotidiana, pero que no son objeto de nuestra preocupación ni siquiera de nuestro interés, porque vivimos instalados en nuestra comodidad. No necesitamos preocuparnos por su existencia, ni por las situaciones por las que pasan esos otros seres vivos de nuestra misma condición. Esta manida palabra que es “solidaridad” sólo nos viene a la cabeza cuando alguna tragedia asola a otros habitantes del planeta y es puesta de manifiesto gracias a los medios de comunicación de masas. Esos “otros” lugares, esos “otros” seres, simple y llanamente no figuran en nuestro mapa mental. Sus experiencias con la gente del lugar, el trabajo de campo en estos territorios y las capturas realizadas a través de las herramientas con las que trabaja, la fotografía y el video, le proporcionan una “materia prima” que luego es reelaborada, re-interpretada, desde su óptica personal y presentada a través de una exposición, cuya intención es conseguir la sensibilización y reflexión del espectador sobre la vida humana que acontece en estos territorios de difícil y escaso acceso. En pocas palabras: poner de manifiesto su existencia. El mérito de la artista radica, entre otros, en hacerlo sin necesidad de que antes haya ocurrido una tragedia de dimensiones espectaculares, llevarlo a cabo de una manera más silenciosa y callada, menos oportunista, más sincera, más arriesgada por lo que de apuesta tiene sacar a la palestra lugares, personas, situaciones que no están en los grandes medios de difusión por una u otra razón. Hace un tiempo, un lugar llamó su atención. Y, como suele hacer, antes de ponerse en marcha, puso en funcionamiento su maquinaria de investigación minuciosa y precisa del lugar, comenzó a extender las redes para tratar de “pescar” los contactos locales que pudiesen proporcionarle la posibilidad de sumergirse en el devenir diario de la gente que allá habita.

Un arqueólogo de Puno y un policía fueron las conquistas de Magdalena Correa en esta ocasión.

TEXTO EMILIO NAVARRO

Y así, tras unos meses de pesquisas y largas conversaciones telefónicas, un día estaban pisando por primera “La Rinconada” un municipio que se encuentra situado a 5.600 metros de altitud (aproximadamente 17,716 pies) en el Distrito de Ananea, en la provincia de San Antonio de Putina del departamento de Puno, Perú. De las 40.000 personas que malviven allí, sólo un 20% aproximadamente es originaria de La Rinconada, el resto es una población flotante constituida en su mayoría por ex - presidiarios venidos de las fronteras colindantes de Bolivia, Chile y Brasil. Todos llegaron bajo la atracción irresistible que ejerce una mina de oro situada en un antiguo glaciar, ilegal, por supuesto, y las posibilidades de extracción del material que se lleva a cabo en unas condiciones nulas de seguridad y de dignidad laboral para con los obreros. Un territorio sin ley, donde sus habitantes se aferran a creer que la mina es una fuente inagotable de riqueza, para no despertar de un sueño que les devolvería a la cruda realidad en la que están inmersos. Tras su convivencia de tres semanas con los habitantes del lugar en las mismas condiciones de alimentación y alojamiento que las suyas, como hace siempre que se desplaza a los lugares objeto de su proyecto artístico, obtuvo como resultado este conjunto de imágenes fotográficas y de video. Unas imágenes que, primeramente, nos ponen en situación geográfica, con escalofriantes visiones panorámicas de la ubicación de la mina y las centenares de frágiles construcciones de chapa, para posteriormente, permitir que su zoom nos ponga en primer plano algunos lugares concretos o fragmentos de ellos, situaciones, personajes que, sutilmente insinúan cómo discurren sus días envueltos en tales condiciones de precariedad. El sol reflectando en la nieve y los destellos de las chapas metálicas esconden mil y una historias de monótonas vidas que sólo tienen como recompensa unos tragos al caer la tarde o una visita a algunos de los muchos prostíbulos que se encuentran en el pueblo. Sin mostrar la tragedia de una manera evidente, renunciando a la conmoción fácil que suelen producir imágenes de escalofriante crudeza, Magdalena pretende sensibilizarnos a partir de la reflexión que provocan sus fotografías y a través del ejercicio visual que nos propone: sumergirnos en sus imágenes para encontrar detalles y símbolos que metafóricamente nos están dando las claves de lo que sucede.

Emilio Navarro Menduiña Director del Centro de Arte Caja de Burgos, CAB


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