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El Perfil camaleónica que iba complicando a los adversarios.

Dando trascendencia a medios que en el F. C. Barcelona eran casi blasfemos, y añadiendo otros fácilmente extrapolables, los propietarios del Allianz Arena prosperaban manipulando los patrones de organización, configurando las relaciones de distintas formas para tratar de dominar los partidos a la vez que se iba valorando lo que la plantilla daba de sí. En el campeonato doméstico las victorias se sucedían y las aportaciones tácticas iban enriqueciendo el juego.

Lo más significativo eran los emplazamientos y el dinamismo de determinados jugadores y la respuesta de otros compañeros ante tales hechos. Los laterales dejaron de ser laterales, se adelantaron centrando su posición para que los extremos, verdaderos estiletes, encontraran la pelota en el momento pertinente.

Los centrocampistas iban alternando sus funciones sin interrumpir la circulación del balón, la armonía en esa coral de movimientos siempre hacía acto de presencia.

Durante los primeros seis meses de la temporada, hubo momentos mágicos, como el partido de Champions frente al Manchester City de Manuel Pellegrini, pero existía la duda de si ese transfigurado equipo iba a ser capaz de afrontar la exigencia de derrotar a los mejores del continente.

El Real Madrid de Ancelotti, el eficiente Atlético del Cholo Simeone o el Chelsea del genial estratega José Mourinho, aparecían en el horizonte para juzgar el valor de los procedimientos construidos por el entrenador catalán.

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