CAPITÀ
absurda o desdeñable, sino para, con todo el respeto que dicha tradición nos inspira, demostrar que son posibles otros caminos, que no anulan los antiguos, pero sí que vayan paralelos y presenten un abanico de posibilidades en la Fiesta. Cuando se empezó a pensar en el diseño de los hasta entonces negros, se lanzó la idea de que pudieran salir sin pintarse de negro, con un diseño Esquadra de negres. Capitá especial. Madurando la idea, se pensó completarla vistiendo y pintando de negro a los músicos y a los auxiliares que les abrirían paso. (...) No era fácil que los músicos quisieran pintarse. Al final los de la Unión Musical "El Delirio" aceptaron. Pero el público... ¿Cómo acogería Alcoy aquella escuadra de hombres del desierto, apenas sin pintar, sin plumas de colores ni relumbrantes metales? Nos lo jugábamos todo a una sola carta. Y la verdad es que la aceptación fué mayoritaria. Los aplausos se detenían un momento para inmediatamente sonar más fuertes al captar el conjunto de escuadra en blanco y músicos en negro. El traje blanco, sobrio, elegante de la escuadra contrastaba con la escueta indumentaria negra y amarilla de la música. Y no fueron pocos los espectadores que abandonaron sus sillas para contemplar más abajo de nuevo la sorprendente escuadra. Al final de todo el premio que otorga el Ayuntamien-
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to fue concedido, creemos que muy merecidamente, a nuestra escuadra de esclavos, que no de negros. Y el Capitán. Largo sería reseñar los pormenores y por mayores que rodearon a esta figura señera de la Fiesta. Atilano Cátala quiso desde un primer momento desempeñar el cargo no sólo con dignidad sino con ampulosa grandiosidad. Y a fe que lo consiguió. Luis Solbes acertó en el diseño. Un atuendo extremadamente rico y vistoso, mitad cortesano mitad guerrero, hizo que todos los comentarios se centraran en él. No escatimó Atilano nada. Las mejores telas, los más finos bordados, los metales trabajados en Toledo con su arte inigualable, hicieron que nuestro Capitán resplandeciera sobre el caballo blanco. Lástima que el sol no se dignara a asomarse a nuestras calles. La natural timidez festera de Atilano se esfumó en la tarde del día veintidós para dar paso a una arrolladora simpatía que hizo que los 17