Beatriz preciado cartografias disidentes

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3. Una milla de cruces sobre el pavimento ¯ G JN} <HGLBLM> >E @>LMH artístico de L. Rosenfeld: un gesto iniciado a fines de los 70 y que aun se prolonga hasta el 2007, tal como lo demuestra su última interven<B†G >G E: B>G:E => $:LL>E Consiste simplemente en alterar las marcas que fueron trazadas en el pavimento para dividirlo como eje de calzada; en cruzar la vertical de esas marcas ya trazadas por el orden con la horizontal de una franja blanca –una venda de gÊnero– que ella misma despliega corporalmente en una perpendicular. Las rectas en el pavimento seùalan la direccionalidad de un orden y de una orden: ir hacia delante en sentido recto, siguiendo un camino pretrazado por un control de autoridad. Las rectas en el pavimento –las seùales hechas para encaminar el trånsito en una dirección obligada– son la metåfora de todo lo que, en el Chile de la dictadura, iba normando los håbitos, disciplinando la menta, sometiendo los cuerpos a una pauta coercitiva, etc. Alterando un simple tramo de circulación cotidiana, un signo en apariencias inofensivo, mediante un gesto discretamente estructurado a partir de una extrema economía de los medios, la artista llamaba la atención –subversivamente– sobre la relación entre sistemas comunicativos, tÊcnicas de reproducción del orden social y uniformación de sujetos dóciles. La primera dimensión del trazado de las cruces en el

pavimento busca, entonces, quebrar la linealidad de los ejes represivos torciendo –materialmente– su direcciĂłn Ăşnica con un trazo insurgente –el cruce– que se rebela contra la imposiciĂłn del camino autoritariamente trazado. Una segunda dimensiĂłn del mismo gesto de L. Rosenfeld consiste en inventar, desde el arte, una relaciĂłn con los signos que contradiga la univocidad de los cĂłdigos de planificaciĂłn y administraciĂłn social desde la plurivocidad de la torsiĂłn estĂŠtica. En efecto, al cruzar las marcas en el pavimiento, transforma el signo menos (–) en un signo mĂĄs (+). Mientras el signo – alude a la resta y la substracciĂłn, el signo + es el operador de la suma y de la multiplicaciĂłn. Este gesto metaforiza el potencial del arte para abrir el sentido a un plural multiplicativo y combinatorio, llevando sus marcas a permanentes desplazamientos de contextos que lo abren a la heterogeneidad de lecturas siempre en proceso. 4. No, no fui feliz En 1979, L. Rosenfeld titulĂł su marcaciĂłn de las cruces en el pavimiento: “No, no fui felizâ€?, subrayando asĂ­ que el arte crĂ­tico, surgido de la disconformidad social, trabaja ademĂĄs con la fisura y el descalce subjetivos, con la no–plenitud de la identidad y el sentido. Su trabajo realiza un desmontaje conceptual de las gramĂĄticas del poder–en– representaciĂłn, al transgredir el significado de las cruces marcadas por el orden. Cuando le toca firmar ese trabajo de deconstrucciĂłn de los

signos, la artista insiste en dejar grabado en su titulo un vacĂ­o de negatividad y resistencia (“No, no fui felizâ€?) que habla de una no–sutura de la subjetividad, de una identidad desconfiada que rechaza las ficciones compensatorias de la armonĂ­a, la integraciĂłn y la conciliaciĂłn del arte. El diferir interno del yo que contiene el tĂ­tulo de la obra (“No, no fui felizâ€?) produce las discrepancias de identidad con que el arte crĂ­tico de ella conjuga su fuerza de oposiciĂłn: una fuerza de oposiciĂłn que nos convoca a leer su obra en la clave de lo femenino por cĂłmo desmonta los relatos hegemĂłnicos (socio–masculinos) de la razĂłn Ăşnica y de la verdad Ăşltima, desde una posiciĂłn de minoridad simbĂłlica activada por una conciencia de gĂŠnero [el devenir minoritario (Deleuze– Guattari) del “ser mujerâ€?] que se trama en los intersticios, los pliegues y dobleces del texto social dominante. El “No, no fui felizâ€? de la cruz de L. Rosenfeld deviene el instrumento mĂłvil de recreaciĂłn de una subjetividad en devenir que opta por la discordancia y la inadecuaciĂłn, frente a las categorĂ­as pasivas y autosatisfechas de la adaptaciĂłn social y sus lineales enrolamientos identitarios.


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