"AUSENCIA" de Christian Villamide. Intervención pública en Huete

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“AUSENCIA” Christian Villamide Coordinadores: Museo de Arte Contemporáneo Florencio de la Fuente de Huete, Cuenca Ayuntamiento de Huete Directora del MAC Florencio de la Fuente Consuelo Chacón Alonso Textos Mario Guixeras (texto crítico) Carlos Mochales (contexto histórico)

“AUSENCIA” es una intervención realizada por el artista Christian Villamide en el municipio de Huete, Cuenca, en un espacio público ubicado en lo que fue el Convento de los Franciscanos de Huete y posteriormente la Harinera “La Paz”. Esta intervención artística se realiza en el marco de la Programación 2021 del Museo de Arte Contemporáneo Florencio de la Fuente, coordinada por la directora Consuelo Chacón Alonso junto al Ayuntamiento de Huete durante el mes de octubre de 2021.

Disponible en el canal de Youtube Museo MAC Florencio de la Fuente el registro audiovisual “AUSENCIA” realizado en octubre de 2021por Marcos Rivera (roottengraphic).

Imágenes Marcos Rivera Christian Villamide Diseño editorial Departamento Comunicación MAC Florencio de la Fuente

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Ayuntamiento de Huete



POÉTICAS DE VACIADO pérdida, porosidad e inactividad Mario Guixeras “Ausencia”(2021), del artista gallego Christian Villamide, es la primera obra de arte contemporáneo en espacio público en el municipio de Huete. Esta intervención se enmarca en la programación del Museo de Arte Contemporáneo Florencio de la Fuente.

Aun así, no podemos confundir estos procedimientos materiales con intervenciones en el paisaje de carácter constructivo o invasivo. No veremos en Christian una estética de la apropiación del espacio. Por el contrario, en este como en otros casos, nos ofrece una participación con el entorno.

El proyecto que presentamos desde el MAC Florencio de la Fuente ha consistido en dorar dos muros de ladrillo de casi 5 m de altura, que se levantaron dentro del edificio original de lo que fue el convento de los franciscanos de Huete (desde el S XIII a 1827) cuya fundación está atribuida al propio Francisco de Asís.

Un diálogo reflexivo y poético desde una mínima intervención como es la de pintar dos muros que, en este caso, además está previsto sean derribados en el momento en que comience la nueva rehabilitación y transformación de la antigua harinera y de las ruinas del convento franciscano. El resultado es una intervención de carácter temporal que reactiva el espacio enmarcándolo a través de los dos muros, entre los cuales respira un vano de unos cuatro metros y medio de anchura, y que los transforma en las paredes de un portal.

La obra de Christian ésta próxima a lo que fue la entrada de la nave de la iglesia. Al fondo de este espacio vemos crecer los árboles más altos, situados en el lugar que habría pertenecido al retablo (muy probablemente decorado en su momento con pan de oro). La imagen resultante nos sugiere reflexionar en torno a la metamorfosis de la madera de los árboles transformados en un retablo y este, a su vez, con el paso de los años, vuelto a convertirse en árboles. Ahora vemos un espacio arquitectónico cubierto de maleza y vegetación, que da cuenta muy explícitamente de una relación de coproducción siempre en proceso entre lo natural y lo cultural. Esta relación es característica en los proyectos del artista lucense. Si bien su interés fundamental se sitúa en la reflexión y acción desde el paisaje, cuando atendemos a proyectos que realiza en el exterior no asistimos normalmente a prácticas naturalistas. En cambio, se sirve de modos de hacer cercanos a su contexto real: urbanizado, procesado, complejo y polimorfo. De esta manera, encontramos en las intervenciones e instalaciones de Villamide una amalgama de materiales o procedimientos creativos que fluctúan entre lo puramente natural y lo estrictamente industrial.

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Este binomio “portal-muro” acepta una analogía con el torii de Japón: esas “puertas” exentas situadas en el espacio que precede al templo, que permiten no distinguir entre “salir” o “entrar”, y que nos sugieren cuestionar a qué lado de la puerta se sitúa el “espacio sagrado” y a cuál el profano. De este modo, “Ausencia” es plenamente consciente tanto de su condición material como del vacío al que alude. El acto de dorar un material cotidiano (un proceso que es común en muchas culturas y civilizaciones), convierte a este en algo extraordinario, que reclama ahora nuestra atención desde una perspectiva muy distinta. La luz o el resplandor que produce unmaterial dorado es considerado signo de sabiduría, y alude a un aprendizaje más allá de lo conocido. Sin embargo, del mismo modo, Christian nos hace recordar también la idea de “el Dorado” como constructo mental del lugar idílico, relacionado con un deseo histórico por lo exótico, que conlleva su dominio y su explotación sistemática.



Me parece pertinente hacer alusión a aquella fulminante declaración del cacique de la tribu Comogre: Panquiaco: “Si yo supiera, cristianos, que sobre mi oro habíades de reñir, no vos lo diera, ca soy amigo de toda paz y concordia. Maravillome de vuestra cegera y locura, [...] y que siendo tan amigos riñáis por cosa vil y poca.”. El proceso de dorado de Villamide no requiere de grandes expediciones ni ambiciones. Resignifica esta memoria colectiva, planteando un “Dorado” que pertenece a nuestro entorno inmediato, a nuestro día a día. Visibiliza un valor que permanecía oculto entre nosotros. La obra nos invita así a cambiar de estado a través del vano central, a cruzar el umbral que nos lleva hacia el “interior del bosque”. Aquí, se activa la frondosidad como analogía de lo oculto y lo desconocido. El bosque mitificado es una característica común a infinidad de culturas. El bosque sagrado, el bosque encantado, el bosque de la nostalgia, el bosque idílico, el bosque de la introspección, el bosque como origen… Este recurso mítico interesa a Christian en tanto que abre reflexiones en torno a la identidad espiritual de la naturaleza, que en este caso se abre camino además a través de los restos de un santuario cristiano. A este respecto recordamos el mito de origen celta del “hombre verde” (Greenman) referente a una deidad vinculada al ciclo del tiempo, al triunfo de la vida sobre la muerte... Y que a pesar de ser pagana se ha encontrado representada en infinidad de iglesias románicas y góticas españolas (ej.: Catedral de León), normalmente como una cara que mezcla atributos humanos y vegetales; y que vemos en frisos, capiteles etc. Asistimos aquí a una articulación entre lo natural y lo cultural como elementos que atienden desde una perspectiva unitaria a un aspecto cultual. La ausencia que plantea Villamide en esta intervención no sólo facilita relecturas sobre antiguos modos de pensar el mundo, sino que es una preocupación más que pertinente. La puesta en valor del “vacío” o el “hueco” actúa en respuesta a la sociedad de rendimiento actual. Es preciso tener presentes los rasgos de producción,

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hiper-relacionabilidad e hiperactividad que caracterizan nuestra forma de vida para acercarnos a la obra. Esta omisión, esta falta, que visibiliza la intervención de Christian, puede entenderse desde la perspectiva nostálgica que de forma natural nos ofrece cualquier sensación de pérdida, o puede además ofrecer una atmósfera determinada, capaz de oponer resistencia al horror-vacui postmoderno. Una atmósfera afirmativa en sí misma como espacio para generar otros modos de encuentro, donde la porosidad facilite la respiración, y la vacuidad signifique la afirmación derivada de una necesidad: la de dejar de capturar, de conectar, de producir. La afirmación de la ausencia como un valor en sí. Asistimos por un lado a una sensación de pérdida que nos permite reflexionar sobre la historia de esta localización: “me interesa todo el poso cultural y la transformación de este espacio a través de los siglos” explica Christian. El carácter contextual de la intervención nos atrae, por otra parte, al presente, a este lugar en concreto. Los cambios que la luz del sol genera sobre los muros, haciéndolos brillar con mayor o menor intensidad, el sonido del aire y las sombras de los árboles balanceándose sobre los ladrillos, materiales aglomerados entre sí referentes a distintas épocas y funciones, las plantas que cubren como una alfombra el suelo de las ruinas. En El Ocaso de los Dioses, Nietzsche expone: “Acostumbrar al ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo.” La experiencia de lo ausente a veces permite este ejercicio de desaceleración y participación reflexiva de nuestro contexto. Una actitud poética hacia la realidad hace visibles esas ausencias. Esta interacción de Christian Villamide no es más (ni menos) que un foco sobre la realidad de un lugar, que nos invita a repensar en las maneras en las que continuamente transformamos el mundo, en cómo lo vaciamos o lo llenamos de nuevo, y en cómo lo ausente forma parte ineludible de nuestras vidas.



CONTEXTO HISTÓRICO convento, harinera y ruina Carlos Mochales El origen del convento de Franciscanos de Huete se remonta al siglo XIII, atribuyendo la leyenda de su fundación al propio San Francisco de Asís. Ocupó un extenso recinto extramuros, en los fértiles terrenos de la vega, y fue sufragado por las familias principales de la entonces Villa optense. Se convirtió en convento de frailes observantes en 1501. Poco se conoce de la construcción original, de la que acaso puedan constituir algunos restos parte de los muros de la cabecera de la iglesia (espacio enmarcado por “Ausencia” de Christian Villamide) y algunos tramos de la tapia perimetral que delimitaba el recinto. Más noticias se conocen a partir del siglo XV, con la población ya convertida en Ciudad por Juan II y en Noble y Leal por los Reyes Católicos. El convento se habría desarrollado con amplias y notables construcciones, y su iglesia era sede de las capillas de los más importantes linajes locales, como los Montesino y los Montalvo. No en vano, dos de los personajes más ilustres del renacimiento conquense, Fray Ambrosio Montesino y Alonso Díaz de Montalvo, fueron enterrados en las respectivas capillas familiares. El convento siguió habitado por frailes franciscanos hasta 1835, cuando fue desalojado a consecuencia de la Desamortización de Mendizábal. Previamente, en el siglo XVIII, la iglesia medieval había sido objeto de renovación casi total, levantándose la que hoy aparece en estado ruinoso, en estilo neoclásico. El resto del siglo XIX supuso para las construcciones desocupadas un proceso continuado y profundo de abandono y deterioro, llegando a los años finales del siglo expoliado, sin uso alguno, y en ruinas.

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Será casi acabado el siglo cuando una sociedad formada por dos familias de comerciantes afincadas en la Ciudad adquiera la propiedad del recinto y funden en él la Fábrica de Harinas conocida como ‘La Paz’, empeño industrial de gran envergadura que traería de nuevo a éste la actividad. No sabemos lo que del convento quedaría en el momento de implantar la industria. Sí es posible observar cómo los nuevos edificios (el principal con la fábrica, de gran interés, las viviendas y las oficinas) se adaptan al perímetro definido por la antigua cerca y mantienen un amplio patio central en lo que posiblemente fue el claustro del convento. Menos respetuosas con las preexistencias fueron las actuaciones llevadas a cabo en las décadas finales del siglo XX, que supusieron la demolición de algunos muros y elementos de interés y la agregación de cerramientos de ladrillo perforado y tejados de fibrocemento con un planteamiento de mera utilidad y economía de medios. De este momento datan los muros objeto de intervención en octubre de 2021 por el artista Christian Villamide.

Imágenes en pág. 08 de izquierda a derecha: Detalle de capitel perteneciente a la restauración (s.XVIII) Detalle de la maquinaria abandonada en la harinera (s.XX) Detalle de “Ausencia” de Christian Villamide (s.XXI)



CHRISTIAN VILLAMIDE statement Christian Villamide, nace en 1966 en Lugo. Ha vivido en Madrid, Las Palmas de Gran Canaria y Lugo, donde reside actualmente. Villamide es un artista interdisciplinar que trabaja desde la fotografía, la pintura, la escultura y la intervención adecuando sus lenguajes al proyecto a desarrollar. Su interés fundamental parte de una visión poética y social hacia la noción de “paisaje” como protagonista y no como fondo. Como dice Antón Castro: Christian Villamide expande el concepto de pintura a un espacio de comportamiento más real, refuerza esa presumida amplitud de la naturaleza como prolongación metafórica del cuerpo, en la que se ven inmersos los cinco sentidos del ser humano, desde el olfato al gusto, desde la vista hasta el oído o el tacto. Panóptico deconstructivo de un tejido textual, fragmentado y luego recompuesto, que toca igualmente a los sentidos y, por supuesto, al sistema emocional, a los sentimientos desgranando el cuerpo simbólico de los significantes en las diferentes pertinencias de esa prolongación existencial, donde el arte como objeto, ya no sólo cuadro, se implica en la vida, bajo la mirada poética de determinadas circunstancias. Por ello, a veces huye del muro y de su frontalidad o la refuerza con sus materiales y con sus alegorías, a través de relaciones antinómicas.

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La obra de Christian Villamide transmite un continuo desafío entre el mundo natural y el artificial, entre lo puro y lo contaminado; nos hacen reflexionar a cerca de la supervivencia de la naturaleza, víctima de sobreexplotación, vulnerable y poderosa a la vez, mas elemento determinante al fin. Pretende indagar además de crear, estableciendo una comunicación a nivel social y a la vez íntimo con el espectador, en la que subyace cierta herencia del conceptualismo. Se interesa tanto por el paisaje natural como por el transformado por el hombre, pero también, en sus propias palabras, por el creciente desapego emocional e intelectual con el propio espacio natural. Villamide encuentra la motivación de su trabajo en el territorio que habita, por el que se traslada, observa todos aquellos aspectos que afectan al espacio natural y transformado las incoherencias del ser humano y contradicciones en cuanto a su filosofía de vida y el resultado de nuestras acciones.





bibliografía

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“AUSENCIA” Christian Villamide I MAC Florencio de la Fuente 2021


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