Revista Ola 18 num. 13

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HABLAMOS.COM Pero ahora me dedico a la docencia y a la escritura. Mis libros actuales están muy centrados en la realidad. Mi última novela, publicada el año anterior, Nuestra propia sangre, es una novela que está basada en un hecho real en el que he estado investigando más de 20 años. La transición sangrienta, próximo a salir (lo hizo en abril pasado), es sobre la transición política española. Yo no he abandonado el periodismo, pero ya no lo hago desde la redacción de un periódico o de una revista. Todo forma parte de la escritura y de la pasión por leer y escribir. ¿Qué leía de pequeño? Leía tebeos, hazañas bélicas, novelas, novelas del oeste… De ahí pasé a Vargas Llosa. A vuestra edad leí una novela que marcó mucho: La ciudad y los perros, una novela de “ambiente juvenil”. Y además leía lo que se leía en los años sesenta: Julio Verne, Alejandro Dumas… Con Vargas Llosa abrí los ojos. A partir de entonces he leído mucho y he visto mucho, mucho cine. Para mí la influencia del cine es determinante, un auténtico vehículo para llegar a la literatura. Pero sobre todo, la curiosidad. Puedes pasar por la vida sin saber nada, pero si tienes curiosidad por saber quién ha hecho eso (y ahora con Internet esto es sencillísimo)... una cosa te va llevando a la otra: lectura, escritura, cine… Vosotros estáis en otra cultura, pero ahí también hay historia. Hay que saber buscarla. ¿Tiene algún proyecto entre manos en la actualidad? Acabo de “parir” un libro. Pero esto es como todo. Siempre está uno escribiendo algo. Es lo que hago desde los 14 años, cuando descubrí que me encantaba contar historias. Y como me fue bien, pues ahí sigo. Eso sí: hay que insistir, insistir, insistir y trabajar, trabajar, trabajar. La clave es escribir, la curiosidad… insisto en ello. Ha escrito varios libros sobre la historia reciente de España. ¿Cuál le ha costado más? Todos. Son libros que tienen mucho que ver con el periodismo. Nacen de que el día a día del periodismo no es suficiente para explicar todo lo que hay detrás de esas historias. Los libros permiten dar más extensión a las historias. Hay libros que he tardado 10 años en escribir (contando todo su proceso de construcción), como el de los Franco. El que va a salir ahora, La transición sangrienta, empecé a redactarlo en el año 2000. Entre medias aproveché para hacer la tesis doctoral. Pero eso nunca se sabe. Aunque lo normal suelen ser unos tres años. No obstante, cada uno tiene su ritmo. Siempre cuestan, pero lo gratificante es verlos después en tapa dura (o en rústica incluso). ¿Siempre ha querido dedicarse a lo que se dedica ahora? Sí, sí. Pero eso no quiere decir nada. Entre los periodistas los hay que han llegado ahí por casualidad y son grandes periodistas. La vida de cada uno influye de una manera concreta. En mi caso, mi padre era impresor y yo desde muy pequeño jugaba con los moldes de imprenta, jugaba con las palabras. Además en casa había libros, no muchos, pero los había. Y eran muy aficionados al cine. Veíamos cualquier película que dieran por televisión. En mi caso, a los 13 años ya había decidido que quería ser periodista. Pero es que yo soy un tipo muy extraño. Yo, que ahora creo que el periodismo me ha abandonado, sigo viendo la vida como un periodista. “Los escritores no se leen unos a otros; se vigilan” decía Truman Capote. Pues igual pasa con los periodistas. ¿Cuál es la finalidad del periodismo de investigación? ¿Qué quiere mostrar con él? Periodismo de investigación es, en realidad, una marca acuñada por los americanos a partir del caso Watergate en los 70, en el que dos redactores de local del Whasington Post se dedicaron a investigar un caso de corrupción en la Casa Blanca. Fueron periodistas que investigaron y de ahí se acuñó la fórmula para esta pauta de trabajo que ellos iniciaron y que culminó con la dimisión del presidente Nixon dos años después. Hablamos así de periodismo de investigación para distinguirlo del de las notas de prensa, de declaraciones o el de “cortar y pegar” y “robarle la noticia” a otros periodistas. Se trata de un periodismo de contar hechos reales que tienen influencia y repercusión. Se busca que los lectores tengan una visión de lo que está pasando, de cómo funciona el mundo y tomen posesión, tengan una visión crítica. El periodista escribe los hechos para influir en la visión que se tenga de las cosas. Este es el periodismo de verdad, el buen periodismo, el bien hecho, el que busca ser un servicio público para la gente.

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