LNL N° 6: Rebelión

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Poesía: • Ángeles Netzahualcoyotl (1992).

Estudió la licenciatura en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT). Integrante del poemario Voces que arden, Parpadeo en el fuego del silencio, mayo 2019, por la Editorial Cipselas.

• José Zenteno Aguilar (18 años).Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Ha sido publicado en algunas revistas literarias de CDMJ y en Áspera fanzine.

Contacto: Facebook: José Zenteno Aguilar Instagram: @ZentenoAguilar

• Carlos M. Talavera ¡Qué pinches te importa!

• Rafa Taboada. (31 años) Ciudad de Puebla. Eslam-ero Poblano, y aficionado a las extravagancias barrocas. Le gusta las cosas que atontan y el chisme.

Contacto: Facebook: Rafa Taboada Instagram:@alfarael Twitter: @alfarael

• Citlalli Aurora Santos Reyes (19 años) Mejor conocida como Citlalli Santos.

Originaria de Oaxaca, vivió en Coatzacoalcos, Veracruz y Tehuacán. Actualmente vive en Puebla, estudia Lingüística y literatura hispánica. Ha participado en eventos culturales, concursos de poesía y spoken word. Representó a Puebla en el Poetry Slam Nacional (CDMX) y ha colaborado en proyectos poéticos independientes.

• Ernesto Rodríguez (26 años) Xalapa, Veracruz. Egresado de la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana y amante de la poesía de César Vallejo.

Contacto: Facebook: https://www.facebook.com/ ernesto.rodriguez.5030 Instagram: @neto_ropez • Roberto Pons Manríquez (19 años).

Gay Nihilist. San Luis de la Paz, Gto. Apasionado del arte, después de recibir clases de poesía por parte de Zauriel Martínez, se interesa en el mundo de la escritura creativa, le gustan los gatos y tomarle foto a los helados.

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• Víctor Emmanuel Flores Ramírez (El hombre sin sueños) Vive en Tlaxcala. Es licenciado en Lingüística y Literatura Hispánica por la BUAP y estudiante de Filosofía en la UNAM. Contacto: Facebook: Víctor Emmanuel Flores Ramírez

Ensayo/Epístola: • Clarisa Camargo (1991) Oaxaca, México. Interesada en el conocimiento radical del mundo. Amante del arte.

Apasionada de los vehículos de la mente y la memoria.

• Dariika Vázquez. (26 años) Puebla, Puebla. Antropóloga. Docente en nivel secundaria y bachillerato. Bailarina.

Contacto: Facebook: Erika Vazquez Instagram: dariikavazquez

• Mur-K. Puebla, Pue. Escritora, coordinadora de sala de lectura Sana-arte, coautora del poemario La sombra del verso, colaboradora de Arroba Textos.

Contacto: Facebook: Gym-Club Mur-K

Cuento: • Tomás Pacheco Estrada (41 años) Córdoba Veracruz.

Contacto: Facebook: https://www.facebook.com/ ClarkBeckham • J.G. Batiz (18 años) Puebla. Estudiante de letras y amante del género gótico.

Además las letras, la componer es mi pasión.

Contacto: Twitter: J. G. Batiz • Daniel Carpinteyro Jiménez.

SubVersificador, ensayista, narrador, traductor y docente. Ha sido editor y redactor de contenidos comerciales enfocados al deporte, turismo, moda y gastronomía. Autor de “Neurálgica” (2011) y Silogismos de la Amargura Región 4 (2013).

Contacto: Blog: ocioydiaspora.wordpress.com entidadescrujientes.wordpress.com https://apexart-journal.tumblr.com/tagged/daniel-carpinteyro/chrono

Portada: • Parraguirre. Puebla. Parraguirre, ha publicado algunos textos en ciertos fanzines y revistas. También ha tenido la osadía de publicar historieta. Actualmente sospecha del futuro.

Contacto: Facebook: https://www.facebook.com/ parraguirre0/

Imágenes: • Ray Manzanárez (51 años) CDMX. 13 exposiciones individuales, teatrista, escritor y editor, mención honorífica en el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero 2009 Contacto: Facebook: Ray Manzanárez / Manzahnos Ediciones / Teatro del Nuevo Mundo Email: raymundomanzanarez@gmail. com • Emmanuel Sánchez Medina (27 años) Puebla, Pue. Contacto: Instagram: @emmanuel_smeart

• Héctor Justino Hernández (Xalapa, Ver.) Recientemente publicó el libro de cuentos Dimorfismo (Editorial Letras de Pasto Verde, 2019).

Contacto: Facebook: Héctor Justino Hernández.

Email: justin_cmr4@hotmail.com

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Carta Editorial Resumir más de seis meses en un espacio limitado no es fácil. Sin embargo, aquí estoy de nuevo, intentando conectar una vez más con los lectores más maravillosos del universo. Para comenzar quisiera compartir que uno de los motivos para realizar esta revista, fue la rebelión, el ir en contra del sistema académico que al igual que muchas instituciones está viciado. Pero, la historia que hoy quiero contar no es ésta.

Como ya saben, la elección del tema resulta ser un ejercicio de reflexión, uno no siempre puede permitirse ser ajeno a lo que acontece en su entorno, por eso quisiera que recordaramos ciertos hechos que marcaron el final del 2019. La situación en el país no pintaba para nada una buena relación con el estado, en agosto las mujeres salieron a manifestarse en contra de la violencia de género, movimiento que fue muy criticado pero a su vez gratificado, de nuevo, se vieron las brechas socioeconómicas que marcan la desigualdad entre la clase trabajadora y los famosos “fifís” tras la liberación de Ovidio Guzmán (hijo del Chapo Guzmán) y el multihomicidio que sufrieron las familias LeBarón y Langford; el exilio del expresidente boliviano Evo Morales nos dio un motivo para elegir en qué bando político estar, la gente de Chile salió a marchar haciendo declaraciones ante la ineptitud de su gobierno y cómo éste una vez más intentó reprimir a su propio pueblo, se vio de nuevo la unión internacional de grupos feministas alzando la voz de muchas mujeres cantando “y la culpa no era mía, ni dónde estaba”. Sentí que el mundo de alguna u otra manera se estaba rebelando y por tanto, vi necesario dar registro de esto a través del arte.

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La segunda historia que contaré es la de un señor llamado Agustín Sánchez (abuelito materno de mi amiga Lala, por cierto una muy brillante físico-matemática). Él en el año de 1969 fungía como alcalde municipal de Acajete (un pueblito aledaño a la ciudad de Puebla). Don Agustín, al igual que otros alcaldes, estaba preocupado por el abastecimiento de agua, ya que esa zona es semidesértica y no había muchas alternativas para conseguir tal elemento.

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El acto de rebelión de éste señor fue una mezcla de ingenuidad y nobleza. En octubre de tal año, le enviaron un documento en donde se anunciaba el paso por Acajete del señor presidente Gustavo Díaz Ordaz (y bueno para los que no sepan quién fue y que tanto mal hizo este señor presiona aquí), total para no hacerles el cuento más largo, al señor Agustín se le ocurrió armar un mitín de bienvenida: utilizó a su sobrina Yola para ponerle un collar de tecojotes al presidente y discretamente guardarle una carta en la camisa de éste. Ahí el abuelito de Lala, le informó sobre la situación del pueblo y para sorpresa de todos, Díaz Ordaz mandó un decreto al estado de Puebla para solucionar tal problema. Por obvias razones don Agustín fue “regañado” por el gobernador, pero no pasó a más. Se hicieron las investigaciones pertinentes para encontrar agua, pero por más y más que buscaban, no daban con ésta. Hasta que se acordaron que por ahí había una hacienda en donde había un pozo y por tanto un yacimiento de agua, la cual perteneció a un revolucionario, sin embargo, sólo la habitaba la amante de éste, por lo que a la hora de solicitar ayuda, ella recibió a los ingenieros, a los otros alcaldes y a don Agustín a punta de escopetazos. Pero este don no se rindió, convenció a la “Adelita” con halagos, regalos y una buena borrachera. Y así fue como el abuelito de Lala consiguió agua para esa zona rural de Puebla.

La última anécdota que les compartiré, nace el 23 de febrero de 2020, era un domingo de invierno muy tranquilo. No había ni siquiera viento, el sol se sentía estático, no hubo ruidos. Y le comenté a mi papá que tanta tranquilidad me daba mala espina. Y cuánta razón tuve, ese día en la noche apareció la noticia sobre el homicidio de tres estudiantes de medicina, dando con resultado múltiples marchas y paros universitarios, fue otro momento de rebelión. Después vino el ocho de marzo y la voz morada se hizo notar ante todo el mundo, las redes sociales estaban llenas de opiniones encontradas entre acuerdos y desacuerdos por las pintas y el daño a inmuebles. Al otro día después de hacerse notar, las mujeres “desaparecimos”, muchas decidimos hacer una protesta desde casa, fingiendo nuestra inexistencia en la vida de los otros que nos rodean (aún tengo mis dudas sobre si funcionó tal acto de rebelión, en fin). Y como si fuera una película apocalíptica (que por cierto las odio), llegó a latinoamérica la pandemía: COVID-19.

Lector No Letrado, te cuento todo esto, porque han sido sucesos difíciles de procesar. Hubo un día, realmente horrible, en que estando con mi colega y amigo Fernando Lozano, no parabamos de escuchar la canción del señor Fito Páez, A lado del camino, siempre me gustó esa canción por la manera tan bohemia de decir “me gusta estar vivo”. Pero para mí representa una especie de himno a la resiliencia, para soportar estos “tiempos egoístas y mezquinos”.

Tanto la revista, como el equipo editorial y yo, sufrimos una dura transición de cambios. Se fue Salvador Reyes para seguir su propio camino, y llegó Amairani para estar a lado del nuestro. Nunca es fácil decir hasta luego y mucho menos adiós, parecía que una vez más este proyecto moriría. Pero si algo he aprendido del señor Páez, mis amigos, familia, y ustedes mis queridos lectores es tenermelas que ver con la resaca.

Un abrazo lleno de gel antibacterial La Editorial.

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7 La importancia de saber amar 9 Rebeldía por una esperanza 12 Te recuerdo, hermano Octubre 14 La hoguera 18 Resistiendo desde el aula 22 C/Niño 24 Concierto de rock 26 Sismo 30 Misiva olvidada 32 Infierno 34 El momento que abre todos los momentos 36 Milagro 38 Porque mamá ha dicho él no yo he sabido decir ese quiero 40 Escondite 42 Una estampida 46 Cafeína artificial 50 Insurrecto 53 El Track Escondido

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Amarte mata Amarte vuela Amarte veta A marte madre me quiero ir, Pa’ no morirme, pa’ que no me maten Pa’ poder salir descalza a sentir el aire… A sacar el aire.

Amarte armarte Amarnos armarnos Y llenarnos las manos de miedo con miedo luchar dar madrazos A los padrastros violadores y asesinos Que esconden la pedofilia fingiendo amar a la mujer, pa’ cogerse a la hija y hacerla trizas, desbaratarla como mazapán, revolverle las tripas.

Amarnos con rabia, con uñas y dientes, Agarradas de las trenzas, de los ovarios y los vientres.

Desde la trinchera cosechando poemas que hablen de la historia que en los ojos de mi madre, y la tuya, fueron llanto.

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Amar el quebranto De las mujeres desaparecidas, De la violentada en casa, De la suicida.

Amarnos entre mujeres Armarnos, mujeres.

Señor arzobispo usted que conoce a Cristo y jura haberlo visto, Le quiero pedir por favor que le avise que nos están matando.

Madre, no creo en Dios, pero tú sí.

Y así como él te habla y te cuida, quiero que me hables y me cuides cuando te cuento que me duele, ver cómo nos desaparecen, que me duele, ver cómo nos violan, que me duele, madre, ser mujer en un país que nos asesina.

Amar las trizas que nos componen, las migajas de tristeza que no se borran.

Amar la herida de las manos que limpian pisos y secan llantos.

Estas manos que son las mismas que llenas de tierra abrazan el fuego del dolor, La tormenta de los ojos de las niñas que no comprenden nada del amor y son obligadas a amar a sus hijos, productos de violación.

Amarte tanto para evitar el daño Para evitar la mano sobre tu rostro El engaño.

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“Se exhorta a todo humano que quiera ser persona con identidad propia e incluyente de una sociedad en Evolución.

Necesario; tener: actitud de combate.

Instintos desarrollados.

Resistencia y templanza.

Enlistados emprenderán una lucha sin cuartel contra todo lo ajeno a este fin.”

Nuestra sociedad se encuentra muy devastada en complicidad de sus habitantes decrépitos. Quienes la conforman son individuos egoístas y mezquinos porque cada uno vive para su provecho, su bienestar, su riqueza, imponiendo sus propias leyes para el propio y único beneficio.

Una gran parte de esta sociedad vive con la mano sobre el corazón permitiéndose ultrajar y despojar de lo que por derecho le pertenece para vivir; sólo porque les han hecho creer que se debe vivir con poco (y aunque se maten trabajando), dan y comparten y regalan más de lo que tienen, pues prefieren donarlo a grupos de caridad o mafias de S.C. (sin poder razonar que los están estafando vilmente y no se les permite disfrutar lo propio).

Al creer salvar al mundo de la pobreza extrema, viven creyendo ser felices.

Y el resto de ésta, vive enajenada por lograr sueños europeos o “americanos” de tener una vida promedio con carro, casa, vacaciones.

El tener acceso a ese maravilloso mundo que se muestra en pantalla, vistiendo lo que les venden y comiendo según, lo más exquisitos guisos gourmet y a lo que se estila en ese momento; el dejar a los hijos, quienes tienen, a la deriva en manos de escuelas-guarderías o de algún familiar después de clases, sin afecto y atención necesaria durante los (primordiales) primeros años de vida. Empero, los que tienen mascotas se desvivirán por éstas, considerándolas su igual, enloqueciéndose por no vivir en su sitio.

Y al no existir un modo de exterminio para estas masas sociales, se llevará a cabo una vacunación para la población más joven que aún no se encuentra contagiada por el virus-letal (MVM).

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Esta rebelión erradicará el virus de la indiferencia humana que enferma a personas de distinto estrato social, generando epidemias y riesgo de arrasar sociedades enteras.

Los síntomas de esta enfermedad son: acciones erróneas en su concepto original donde al respeto le llaman hipocresía, desmoronando la bondad encubierta por mentiras y robos, nombrándola justicia, la cual acota toda libertad y seguridad con chantaje, vandalismo y secuestros en un juego perverso apalabrado, bromas del “Día de los Santos Inocentes” desencadenando violaciones, amasiatos y pederastias justificadas como diversidad de culturas; crímenes que prostituyen esta sociedad incluyente con aparente libre expresión, en chismes que toman por reformas educativa y fomentando el amarillismo como noticia. De igual manera se presentan también síntomas con actitudes moralistas en su extremo rayando en la locura, justificándose de ser sanas, manipulando a otras personas desfasadas de sumarse a su causa en busca de la salvación del mundo reunida en grupos asociados.

Esta pandemia ha empezado a cobrar sus primeras víctimas, sumergiendo a países enteros en la ignominia.

Con cierta distancia y a discreción se llevarán a cabo acciones severas.

Cada uno de estos intrépidos rebeldes, desde sus trincheras observarán y analizarán su entorno y grupo social al que se les asigne, con el único fin de descubrir sus características en función para inyectarles ideas nuevas que provoquen reacciones de inconformidad, que los someta y obligue a pensar nuevamente en desear ser creadores de su propio existir por decisión propia y no porque algo se los dicte.

Locos por vivir son estos rebeldes, buscan una esperanza porque la humanidad viva y no llegue a existir, ya sea como una maquina robot, o copia de otra gente imitándose entre sí, o bien convertirse en un zombi.

Cada rebelde en acción estará atento y será perspicaz en cada instante de su vida porque de no ser así, tendrá el riesgo de perder salud mental y congruente libertad. El virus es letal con todo loco rebelde, invade su ser, completamente dejándolo un muerto viviente.

Se distinguirá de entre la masa a un rebelde, porque siempre está activo en busca de ser irrepetible y hacer lo que cree es correcto y adecuado para continuar creciendo y evolucionando.

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Atento a sus reacciones en cada acción admitiendo ser el único responsable de ello, para enfrentarse a sí mismo donde en cada momento se encuentra cuestionándose su presente y el por qué, para qué y hacia dónde y cómo va a llegar a evolucionar y si está adecuado o no a sus circunstancias en ese momento, porque para él no existe el cielo ni el infierno solo un porvenir si evoluciona.

Locos en Rebelión por una Esperanza, serán todas aquellas personas que vivan para no repetir lo que la masa hace en imitación para existir.

La rebeldía, salvará al hombre pensante, sintiente y que razone en acción por una verdadera Evolución, siendo congruente. Utilizará la tecnología a su favor sin ser una víctima más de ella. Logrará el avance con el respeto al derecho ajeno para alcanzar “La Paz Mundial”.

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Te recuerdo, hermano octubre, te recuerdo... tu voz en amarillo imberbe tu verdad que era tan clara en cada punto, cada vez que nos contabas sueños lindos, de esos tuyos...

Recuerdo el pulso de tus venas con tu sangre siempre en rojo que venía de tu pecho grande, grande... ¿de dónde más si no?

Luego yo también me acuerdo de tu Yo que no era tuyo sino multitudinario; hermanito, eras militante diestro de tu paso siempre izquierdo...

Eras joven aquél día que llovieron golondrinas de un Olimpo sanguinario sobre tus cabezas... ese día yo te recuerdo con tus ojos de consigna, con tu lápiz de reclamos y tu sed en cartulina; eras joven…

Y también, aunque no estuve contigo yo vi aquéllos escorpiones con sus látigos de sierpe: “¡no se puede, no se puede, no se puede!” y los muros altos de los multifamiliares siempre llenos de silencio y más silencio...

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Te recuerdo...

Yo no sé si te llamabas pedro, o esperanza más si aún yo te mirara en fotos bien podría reconocerte como lo que fuiste siempre: un viejo amigo, un viejo hermano Iban dos amaneceres recorridos en tu mes cuando tú te fuiste lejos, hermanito, sin decirnos dónde fue que te metiste y dónde se quedó tu suerte en aquél año de justas y carreras con la muerte.

Vivas tú, mi hermano limpio, en enero y en diciembre!

Vivas hoy y vivas siempre!

Viva eterno tu reclamo y ese sacrificio ausente de tus años mutilados! ¡Viva México!

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C

uando entré a trabajar de voluntario, el jefe de la estación me advirtió los riesgos y me planteó los peores escenarios. Pero estoy seguro que ningún compañero imaginó algo como lo que pasó hoy. Tampoco que el suceso tendría esta extraña sensación de alivio. Uno a uno salimos por la puerta principal, en una fila interminable de impermeables amarillos que destellaban con las llamas. Por primera vez en este oficio, dejamos que el fuego lo consumiera todo.

Mi compañero Elmer y yo, habíamos acudido a un llamado de emergencia.

Al principio la situación parecía rutinaria, pero a medida que nos acercábamos al lugar y obteníamos más detalles por medio de la radio, nos dimos cuenta que no lo era. Una exclusiva plaza comercial tenía un incendio de poca magnitud y los aspersores automáticos no funcionaban. Alguien lo había provocado y la fuente de ignición era el mismo pirómano. El hombre en llamas era un fanático que se inmoló como protesta, aunque nadie entendió cuál era su consigna. Según testigos parecía ser un indigente. No paraba de gritar y de agitar el puño.

Sin titubear se vació un bidón de gasolina y luego se prendió fuego. Las llamas alcanzaron un estante de zapatos y así comenzó el incendio.

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Elmer y yo, llegamos apenas un par de minutos después, cuando los gritos y movimientos del hombre ya habían cesado. Lo apagamos a él y al estante en cuestión de segundos. La maniobra fue suficiente con extintores y mantas húmedas. El hombre tenía quemaduras de tercer grado pero aún respiraba. Hicimos lo posible por mantenerlo consciente, pero cuando llegaron los paramédicos ya había muerto. Lo desconcertante a nuestro arribo fue que nadie en la plaza hacía nada para contener el siniestro ni para socorrer al hombre agonizante. Fue una suerte que nos encontráramos tan cerca del lugar, dijo Elmer.

Cuando paramédicos y oficiales de perito terminaron su trabajo, nos dispusimos a retirarnos del lugar. La gente se arremolinaba alrededor de la escena. Los rostros de las señoras, cargados de maquillaje, exhibían más asco que horror en sus expresiones.

Una de ellas sacó un pañuelo de su bolsa y se cubrió la nariz para no respirar el olor de la carne chamuscada.

Todos se quejaban de la peste. Enseguida una cuadrilla de intendentes aromatizó el ambiente con aspersores cargados de fragancias florales, raspó la mancha de grasa quemada en la zona y depositó con movimientos ágiles y coordinados los objetos carbonizados en bolsas negras.

Elmer intentó llamar la atención del comandante de policía, para quién la acción de los intendentes no parecía algo inusual. Incluso los oficiales despegaron las cintas que acordonaban la zona y se fueron. En todo momento la música ambiental no paró de sonar y por el altavoz siguieron anunciando promociones y descuentos.

Escoltamos a los paramédicos a la salida. La gente ya había vuelto a la rutina de mirar los productos en los pasillos. Una mujer se quejó de la insuficiencia de probadores, otra de la falta de conjuntos en tonos fríos. Elmer me miraba confundido cuando un zumbido emergió de los altavoces, era irritante. El sonido se hacía cada vez más insoportable, tanto que provocaba una sensación de náuseas. Al acercarnos a la puerta de salida el zumbido se detuvo, también la música y los barullos. Un grito cortó el silencio y otra bola humana de lumbre pasó frente a nosotros. Venía del área de joyería y mientras corría dejaba a su paso una estela de humo. Se estampó contra una isla de ropa y las llamas se expandieron con violencia, como si las prendas estuvieran cubiertas de combustible. Elmer y yo nos abalanzamos hacia allá. La mujer pataleaba en el piso cubierta de telas encendidas; rocié el fuego con el extintor y mi compañero apagó a la mujer con las mantas húmedas. Era una chica de unos 25 años, con sobrepeso. Respiraba agitada, completamente ennegrecida, pero sus quejidos de dolor eran sosegados, como quien experimenta una leve molestia.

Los paramédicos ya estaban listos para atenderla, pero al igual que el primer hombre, no resistió. Tuvo un paro cardíaco, dijo uno de los paramédicos. De entre la masa de mirones una señora cubierta de joyas atribuyó a la gordura de la chica la causa del infarto y no a las quemaduras, los demás mirones le dieron la razón. Le eché una mirada de navaja, pero apenas y se inmutó. Algunos clientes se dieron la vuelta y continuaron con sus compras. Un viejo de traje brillante reclamaba que despejaran pronto, para que le dieran el paso a su silla motorizada. No lo puedo creer, aquí todos son bestias o qué, dijo Elmer y azotó el casco contra el suelo.

Apenas subieron a la chica a la camilla, ya estaban los intendentes listos para limpiar la zona. No habían terminado cuando el zumbido de los parlantes regresó con más intensidad.

Más bolas humanas de fuego comenzaron a aparecer en distintos sitios de la gran tienda. Algunas caían desde el segundo piso y otras rodaban por las escaleras eléctricas. Algunos clientes aplaudían como si se tratara de un espectáculo. El lugar se cubrió de fuego y las alarmas sonaron. El hombre de la silla encendió un puro con el fuego de un cuerpo que aún pataleaba. Mientras Elmer y yo luchábamos por apagar a los que podíamos, los camilleros salían con cuerpos carbonizados y regresaban para cargar con más heridos y cadáveres.

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Varios minutos después llegaron compañeros de refuerzo, era casi todo el cuerpo de bomberos, incluso venía el jefe de departamento.

Llegaron al centro de la tienda y nos agrupamos a su lado para saber la estrategia. Después de que el jefe analizó la escena por un minuto inusual, se giró hacia nosotros y nos dijo: no hay nada que podamos hacer para controlar un incidente de este tipo, tenemos que regresar al cuartel. Se abrió paso hacia la salida y todos quedamos inmóviles y en silencio. Dudamos un momento pero al final todos lo seguimos. Al salir al estacionamiento nos recibió toda una multitud: la gente común de las zonas modestas de la ciudad, maestros, amas de casa, oficinistas y obreros. Todos observaban la plaza convertida en una hoguera gigante. En sus rostros había algo parecido a una sonrisa: un éxtasis. Al principio quedé desconcertado, como si estuviera dentro de una obra de teatro colectiva en la que no conocía el libreto. Pero poco a poco me sentí relajado, más ligero que nunca, como el héroe que rescata con vida a un niño de una gran catástrofe. Elmer tenía la misma cara de satisfacción.

Esa noche, como si se tratara de una nevada, la ciudad se cubrió de ceniza.

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Sin Título /Nico

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“La labor de los maestros debe ser la más difícil”, he escuchado hablar por ahí cuando me preguntan qué hago actualmente.

La verdad es que no lo es tanto. No para quienes siempre soñamos con rellenar una planeación o diseñar un examen; es pesado, pero no difícil.

Mis maestros siempre me enseñaron con entusiasmo, jamás se rindieron, siempre sonriéndonos, siempre animados, siempre profesionales, aún me pregunto cada día al llegar a casa. ¿Cómo es que lo lograban?

Claro está que nuestra nueva generación de maestros en nada se parece a la anterior; nuestros maestros, siempre “pulcros” y sino, al menos seguros de lo que anotaban en el pizarrón. Pocas veces, nos dejaban ver lo que pasaba por sus cabezas en cuanto al sistema educativo se trataba. Muy rara la vez se quejaban de lo que las supervisiones pedían o renegaban del sueldo que recibían por el trabajo que realizaban (aunque claro, ello no significara que no lo pasaran).

No hablo de manera general, estoy segura, amigo lector, que alguna anécdota debes tener sobre el maestro que se dedicaba a contar su vida mientras las horas de clase pasaban, o aquel que ponía documentales y se sentaba a descansar; pero vamos, habría que entender que no todos los maestros tienen vocación, y si sí, en algún lado del constante desgaste que produce ir contra la corriente de un “sistema cuadrado”, dejaron esperando el momento de su retiro y es este último punto del que te quiero hablar.

Entré en 2017 a ser docente de secundaria en un colegio privado, perseguí un sueño de la infancia que anhelaba al fin cumplir más que nada en este mundo.

Sostuve el plan y programa de mi materia asignada, como si se tratara del libro sagrado de alguna religión bíblica. Comencé a leerlo con tanta ilusión, tomando nota de cada cosa ahí, cada recomendación, estrategia, recurso, rúbrica, en fin; creía que en mis manos estaba el manual diseñado por una serie de mentes brillantes que lo único que deseaban era una generación de personas listas y preparadas para el mundo al que iban a entrar después de culminar su educación básica.

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Pero entrar al aula es punto y aparte. Tranquil@, no se trata de una historia de decepción, de desgaste y tristeza, sino de resistencia.

Entendí cada día que ser maestro no estaba escrito en los libros que la SEP diseñó en 2011 (y que nuestro estimadísimo ex presidente modificó en 2016). No todo era como yo creía, nuestra labor no se reducía a tareas, ni planeaciones, ni exámenes, es más, la manera de evaluar a nuestros niños ni siquiera está diseñada para las formas en que ellos aprenden. ¿Cómo te enfrentas a un plan diseñado para niños “perfectos”, sin problemas en casa o aprendizajes diversos? El nuevo plan te pide que los valores y enseñes de acuerdo a ellos. ¿Estamos capacitados para hacer esas valoraciones? ¿Cómo te especializas cuando tienes 40 niños en una escuela particular con un sueldo de 39 pesos la hora, sin acceso a sacar copias en la escuela o pedir material a los padres porque “bastante hacen con pagar la colegiatura” mientras el niño de 13 años lleva puesta una sudadera que a ti te costarían 6 meses de salario y un teléfono que es mejor no decir el tiempo que te llevaría pagarlo a alguna compañía?

Conforme pasa el tiempo como maestro, comienzas a cuestionarte si lo que estás haciendo realmente vale la pena; el enseñar en esta clase de contexto, si se trata de una lucha… ¿De qué clase es? ¿Contra quién es? Los culpables comienzan a aparecer en el imaginario de un docente primerizo: “el programa de estudios está mal diseñado”, “todo el sistema educativo está mal”, pero, de pronto aparece la luz de la conciencia. ¿Cuál es nuestro verdadero lugar como maestros? ¿Se limita al área de la educación privada, pública? Con todo en contra en muchas ocasiones, nuestra labor no sólo se confina en enseñar el contenido de un programa, que al final de todo, estuvo creado por personas como nosotros que en algún momento desearon el cambio educativo sin importar el contexto.

Padres de familia que piensan que la educación se da única y exclusivamente en la escuela, una sociedad que defiende la idea de que los maestros tienen como única labor enseñar contenidos, alumnos que cada día tienen menos interés en aprender para fortalecer sus criterios y no para producir; dueños de colegios que atesoran las ganancias por sobre de los resultados de sus estudiantes, maestros que se rinden y maestros que siguen.

Déjame decirte que el segundo grupo es mayor, porque aunque no es específico de la educación particular, dedicamos horas a escuchar a esos niños cuando nadie más lo hace, damos aliento a sus talentos escondidos temerosos de las criticas familiares, invertimos en materiales que cada día son

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más caros pero necesarios, y aunque las circunstancias cada día son peores, nadie se rinde, pocos somos los que renunciamos; por ellos, porque esta es la resistencia de un docente, sustentada en la única esperanza de que un día, ese niño sentado frente a nosotros, aporte un granito de arena, a una sociedad distinta.

Nuestro camino seguirá con el tiempo, algunos (muchos) de nosotros, seguro nos dedicaremos a otras áreas de las carreras que estudiamos (seamos normalistas o no) estaremos contentos de haber invertido nuestros años de “juventud” a una causa que se abandona con el hartazgo de los años, contando con los dedos aquellos que siguen siendo resistencia tras décadas de docencia. No me arrepiento un solo día de lo que he dado hacia ellos, mis alumnos. Les dedico mis líneas, resistiendo aún, esperando llegar a otros, que seguro están en el mismo camino.

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El niño erra cuando se comporta como niño. Le prohíben su naturaleza por todo lo correcto del mundo.

Va y corre, va y corre.

Va inCORREcto Se tropieza, llora.

Va y corre.

Nunca le enseñaron a correr, entonces ¿cómo corre? Si nadie le ayudó cuando él aprendía sólo en el desierto.

Destinado a correr, pero no por huir, sino para redimir de la manera que él se redimió hasta que se cansó, murió, dejando un enorme rastro imborrable con flechas fallidas en el camino. Aunque muchos quieren que lo olviden.

Que no corran, que se comporten. Así no seremos libres, nos acostumbraremos a lo monótono.

Al niño le cortaron las piernas para que vean qué sucede con los que corren con libertad en caminos de espinas. Historia que nunca se contó, ya que corría a ciegas. Simplemente era y querían que dejara de ser.

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Sin TĂ­tulo / Emmanuel SĂĄnchez Medina

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xplotan y envenenan cada uno de los agudos acordes a toda mi cavidad craneal. También rasguñan y revuelcan a mis ojos, a mis mejillas y hasta a la barbilla. No logro respirar lentamente como siempre lo hice. La música se ensaña con los recuerdos de mis rutinas aburridas y las destruye, las ataca: explota uno a uno los ladrillos del muro de sermones que me mantuvieron en ese desierto desde muy pequeño.

Revolotean chinches sedientas de sangre, ideas nuevas hechas neuronas, éstas exigen más y nuevo alimento: uno que esté alejado de todas esas mentiras que tanto me violentaron. Hay adrenalina, la suficiente, como para darme los intensos choques eléctricos que coloquen, sobre el polvo y la ceniza de lo que un día imaginé ser, una suculenta libertad que me guíe a la Odisea que realmente debí transitar.

Un temblor sacude estrepitosamente mi corteza y el epicentro, fosilizado, late. Es un tono ametrallador, desgarrador y extasiante al cual es muy fácil acostumbrarse a comparación de las buenas enseñanzas y prácticas que tanto aborrecí. Finalmente, han llegado las agrías palabras que resultaron ser el perfecto ácido para lo salado de mi sudor, lo salado de mi locura, lo salado de mis emociones.

Con sus gritos aumenta la potencia el bendito guitarrista metalero, al tiempo que manosea de forma majestuosa su instrumento eléctrico del demonio, que alborota mi largo y suelto cabello: ambos sufren una simbiosis neurótica y yo me alimento del fulgor que emana del acto pasional en público. Sé perfectamente que están tan enamorados como yo lo estoy de este volcán interno que al fin hizo erupción: soy lava, soy destrucción, soy violencia, soy rebeldía, soy locura, soy ardor, soooooooy…

He bebido cerveza, tequila, vodka, tal vez brandy. Es la primera vez que no llevo la cuenta de todo lo que hago. Aprendí matemáticas para medir mis actos, mis buenos modales, mi cordialidad, mi vida; ahora he decidido olvidar esa materia como muchas otras actividades que aprendí en la escuela de las cuales siempre me enorgullecí. Ellos, los chuecos de la colonia que siempre despreciaron mis maestros, tuvieron razón ¿Por qué matarnos por una sociedad que nos ahogó mucho antes de nacer?

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¡Cállate! ¡Cállense! ¡Ruidos asquerosos que destruyen mi vida perfecta, la que siempre anhelé respirar! ¡Cállate! ¡Cállense! ¡Repudio el aroma que dejaron impregnado sobre la frescura de mi piel! ¡Dejen de opacarme! ¡Dejen de seguir arruinando mi existencia! ¡Mi vida! ¡Cuánto los aborrezco! ¡Cuánto vomito asesto sobre el suelo! ¡No me obliguen a tomar el cuchillo! ¡A cometer la realidad de destazarlos! ¡Noooooooooooooooooooooooooo oooooooooooooooo! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Déjame en paz! ¡Déjame tranquilo! ¡Qué no te das cuenta que no quiero que continúes conmigo! ¡No busco tus reglas! ¡No busco tus normas! ¡No busco sentimientos! ¡No busco tus opiniones! ¡No busco tus comentarios! ¡Ya duérmete! ¡Ya vete! ¡Lárgate! ¡Quiero estar sólo! ¡Quiero estar tranquilo! ¡Quiero hundirme sobre aquellas sucias aguas que tú consideras un tóxico fango! ¡Escándalo no termines! ¡No termines! ¡No termines…!

El escándalo termina, el escándalo culmina. Se ha liberado odio, molestia, enojo, castración del pasado que volvió para desvanecer y jamás regresar.No más miedo, no más anclas, no más Santa Inquisición. La danza cesó, la respiración volvió a mis pulmones, al esófago, garantizó la existencia en glóbulos blancos, rojos, y con esto la victoria de orquestar mi propio y autentico concierto de rock.

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¿Qué pasa en el cuerpo de la arena? se escuchan susurros en cada lágrima del viento.

El tiempo detiene, los semáforos tiemblan por el miedo, por gritos que salen de la tierra.

Las calles levantan reflejos de vida, se escuchan rezos en las casas y un poco de aliento en cada hoja de nopal.

Es un martes 19 de septiembre, somos la lluvia de escombros.

Son la 1:15 de la tarde, de un martes 19 de septiembre, las cúpulas son plumas de aves que vuelan, vuelan, vuelan, caen, luego ruedan . dejan tatuajes de mitos e historias.

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La radio susurra “alerta sísmica”, hay una canción de fondo con voces irónicas: “El gobierno dice: la educación es primero, las religiones hablan: la fe es el abrigo del damnificado.

Ellos son hijos de madres con identidades que se mojan con fuego y nunca se queman”.

Son la 1:15 de la tarde, de un 19 de septiembre La tierra curará, renacerá como árboles en primavera.

Las madres secarán sus lágrimas con el viento, la educación seguirá peligrosa, “laica y gratuita” los muros de los templos fortalecerán con tabiques y mezcla.

Yo recodaré siempre la 1:15 de la tarde, soy el 19 de septiembre, 2017.

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La encontré una tarde. Había sido dejada en la banca de un viejo parque por el que me gustaba caminar; me detuve a contemplarla un buen rato esperando a que llegase el dueño alterado a reclamar su propiedad, pero nadie llegó.

Al final ¿qué más daba?, era una estúpida carta y me había ganado el derecho de leerla después de haberla cuidado toda la tarde. La tomé y me senté en el lugar donde esta había descansado antes. Me tomé unos segundos antes de abrirla saboreando mi hallazgo. ¿Qué podría haber ahí? Ojalá sea una buena historia de amor, me dije a mí mismo. “Amo los romances fallidos que acaban con suicidios”, pensé mientras reía entre dientes recordando algún drama antiguo. Rompí el sobre de manera torpe y extraje la hoja de papel.

La desdoblé con rapidez y comencé a leer:

“A quién esté leyendo: Estoy escribiendo esta carta porque temo olvidar la historia que tengo que contar, escribiré estas palabras con miedo de que nunca alcancen a nadie, mucho menos a la persona que está intencionada a llegar, pero prefiero que la lea un extraño a que desaparezcan conmigo.

Nací un buen día a finales de octubre. Según mi madre, llevaba lloviendo toda la tarde y el cielo daba un espectáculo de luces increíble. Fue por eso por lo que me llamaron Lei; me parece que significa “trueno” en chino o algo por el estilo. Tuve una infancia, en pocas palabras, normal. Mis padres solían decir que era un niño muy creativo y talentoso; pero si tú lector, tuviste padres, sabes que a los ojos de ellos siempre seremos lo mejor, aunque seamos igual que el resto.

Recuerdo que me gustaba correr por la lluvia, tenía esa impresión de que, por llevar un nombre relacionado con ella, esta me daría poderes especiales de algún tipo. Tal vez sí era un poco creativo después de todo.

Siendo un niño, ansiaba llegar a ser adulto pues quería convertirme en un astronauta, cada noche miraba las estrellas y me imaginaba todas las cosas que podían suceder allá arriba; además, los truenos siempre retumbaban en el cielo, aquello lo veía como un llamado.

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Mi madre en ocasiones me llevaba al planetario, saliendo de ahí siempre esperábamos a que papá saliera del trabajo en un lindo parque por el que siempre pasaba él para regresar a casa. Mientras llegaba, nosotros repasábamos todos los conocimientos nuevos que había adquirido en el día.

En la escuela siempre me esforcé por alcanzar las mejores calificaciones, pues mis padres me habían dicho que para ser un astronauta debía ser de las personas más inteligentes del país. Yo nunca me detuve a considerar que tal vez se trataba de una treta para hacer que siempre diera mi máximo esfuerzo.

Pero así crecí. Pasaron los años y mi vocación seguía siendo la misma. Había tenido la mejor infancia que cualquier niño hubiera podido desear y mi adolescencia empezaba de buena manera. Fue entonces que sucedió algo que cambió radicalmente mi modo de ver las cosas: mi madre murió debido a un accidente de auto. Mi padre se perdió unos meses en sí mismo, había dejado de existir el contacto que alguna vez tuvimos y yo no sabía cómo podría superar la muerte de mi madre solo. El tiempo pasó y mi padre trató de acercarse nuevamente a mí, pero ya no encontró al hijo que dejó meses atrás. Yo estaba sumergido tratando de descifrar el secreto de la muerte; tratando de imaginar qué me diría mi madre si hubiera seguido conmigo.

Un mal día, a finales de octubre, mi padre me entregó una carta que suponía ser de mi madre. En ella encontré un relleno para el vacío que me había dejado su partida. Abracé a mi padre. Pasamos toda la tarde juntos haciendo cosas que tenía años que no hacíamos, volviéndonos a conocer tras meses de habernos olvidado el uno al otro.

Cuando cayó la noche, él me explicó cómo cuando morimos dejamos todo atrás: los problemas, la tristeza y las memorias, sobretodo la memoria. Los muertos no tienen memoria. Mi madre había escrito esa carta para que su historia quedara plasmada en algún lugar y no se perdiera en el olvido; así lo haría mi padre y así lo haría yo cuando el momento llegara.

El día en que me gradué de preparatoria, mi padre lucía un hermoso traje y una mirada llena de orgullo. Tenía las calificaciones más altas del colegio y eso me había ayudado a conseguir entrada en un programa de aeronáutica muy importante. Mi historia estaba a punto de comenzar y mi futuro brillaba frente a mis ojos.

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El primer día de mi internado para el programa me encontraba muy emocionado. Iba manejando un auto modesto con el que mi padre me había sorprendido unos días después de que me graduara. Los siguientes segundos no los recuerdo, hubo un accidente que me lanzó por los aires, dejándome inerte en el pavimento momentos después.

Es por eso por lo que estoy escribiendo esta carta. Ahora que he muerto, querido lector, y siento como el final se está llevando mi memoria, quiero que alguien tenga mi historia, quiero que alguien busque a mi padre y le dé esta carta. Quiero que sepa que fui feliz. Esperando que, con esta carta, se llene el vacío que yo sé que dejaré.

Te agradezco tu tiempo con todo el corazón que me queda y, a ti papá, te amo.

Lei.”

“Lei” pensé, “Creo que ese era mi nombre”. Volví a meter la carta en el sobre mientras esperaba a que alguien vivo pasara y la recogiera. Miré hacia el cielo olvidando lo que hacía en ese viejo parque. Pensaba en irme cuando noté un sobre abandonado sobre la banca que tenía frente a mí. “Espero que sea una historia de misterio” me dije mientras esperaba que no llegara la persona a la que estaba destinada dicha carta.

FIN

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Al pie del volcรกn

Probรกndose la mรกscara

Miniaturas digitalizadas / Ray Manzanรกrez Transformaciรณn

Volatilidad del Diablo

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Sonido, sonido, sonido Voces Urbanas De la I a la O, no hay tos, no hay dos No más te lo advierto De la I a la O, no hay tos, es aquí Llegaste al infierno Infierno El lunes más largo de todo el año Despejo La boca del gusto a sal y acero Me subo al corce, mi mente preparo a luchar El campo de guerra es la ardiente ciudad Resiste Cautivo dentro de cuatro paredes Inhala Un poco de esto y puede que hasta vueles Las cadenas tras los años pesan igual que la muerte La cumbia de este barrio suena cada vez más fuerte.

De la I a la O, no hay tos, es aquí Llegaste al infierno ¡Ey bro! ¿Qué fue?

El tira nos cala igual a los dos, pues Qué es eso que llevas, un toque de letras Son estrellas y el color Se nos nota el flow Di justo lo que piensas, que valiente sea tu voz Llegaste al infierno Los sueños y el hambre La esencia de calle De pólvora peste Las balas lloviendo Compa

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Nadie pidió nacer en este bendito infierno Mejor préndete la vela ya Súbete al cerro, acá Acércate a respirar Fino azufre de ciudad Ja Se me caen los instantes, Se me rompen los segundos Mi forma de pensar se equivocó de siglo Hay más jale de sicario que de escritorcito La lucha es real Todo el sistema vamos a colapsar No vayas a rajar Es el tiempo Mi mente va explotar y quebrar el pavimento Tejido socia, del que hablan los expertos del gobierno Es obsoleto No te va a salvar de la ley, ni los puercos Son las sensaciones que traes bajo la piel Todo está en tu cabeza, grábatelo muy bien Estás en el infierno Y si la máquina te vuelve una sombra borrosa, tienes que parar a observar tus cicatrices: condecoraciones ganadas tras vencer pesadillas pasadas y sacar la casta, romperla en la cancha.

La vida es un riesgo y hay que jugar muy serios, esto se trata de naipes y que dios reparta fuerte.

Así que slam, dale al poetry slam, Del Verso A La Boca conectamos con las letras Nadie se detenga Aquí están la que la juegan Aunque algunos estén a favor y otros no les quepa

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H

asta la espera más odiosa ofrece provecho cuando se usa para agrupar fuerzas y mediante el cálculo se les proyecta contra el talón de Aquiles enemigo.

Durante los meses más aciagos de tu vida esperaste este momento.

Esos meses se llevaron uno de tus ojos, un tímpano y algunas piezas dentales, arrancadas con pinzas de presión. Sin embargo, esos meses no alcanzaron a llevarse tu desprecio por el dolor, ese distintivo temple a prueba de nervios reventados, cultivado en las Brigadas Juveniles de tu Célula. Éste es el momento; éste el fin de la espera. Es cierto, las ratas que gobiernan esta cloaca que te sacará de la prisión se muestran tan corpulentas como aguerridas, pero debes seguir avanzando con rapidez. No has venido a dar a esta prisión por delincuente, sino por defender la tierra de tus ancestros de las garras de la Directiva Petrodolarífera, lacayos en el poder de los extractores del Tío Samuel.

Cuando aquel comando de visitadores de la Directiva, con sus armas largas y sus puntiagudas botas exigieron hace meses las tierras de tus padres y de tus abuelos, no vacilaste: aplicaste la estrategia letal aprendida en la Brigada y no dejaste cuello ileso. Tal vez no lo sepas, pero algunos empezaron a llamarte la Mujer Pelotón.

Para difundir tu lucha, presentaste las cabezas cercenadas de dos de aquellos mercenarios a un artista instalador, entendido en el oficio de la taxidermia. En cuestión de horas montó una pieza magnífica, intitulada Ex-Trakt, donde las cabezas colgaban disecadas de las garras de una majestuosa águila de cabeza blanca y pico ensangrentado.

Por supuesto, las imágenes de Ex-Trakt se viralizaron desde Live Leak hasta medios informativos más convencionales, donde las emborronaron en atención a las sensibilidades frágiles. ¡Brutal asesinato de Exploradores por el Desarrollo Energético del Campo!, dijeron unos. ¡No es arte, es vandalismo, es bestialidad!, sentenció una respetada y difundida crítica. A unas horas de la captura del artista, que no opuso resistencia, caíste tú. Muchos días de suplicio, electricidad entre las piernas, palillos bajo las uñas. Confiesa, bruja. ¿Renuncias a Satán y a todas sus obras? El aliento del inquisidor revive en tu memoria.

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Y después de un tiempo largo, sin más forma que los relámpagos al interior de tu globo ocular cuando apretabas los párpados y la mandíbula, llegó éste, el momento-llave, el momento que abre todos los momentos vislumbrados durante la espera. Tras casi una hora de avanzar entre adherencias repulsivas, llegas al final de la cloaca. Una reja oxidada la clausura.

Pateas con la fuerza remanente en tus muslos dolorosos hasta que la haces ceder. Afuera, flota una noche macilenta y blancuzca. Rodeas un lago pestilente en cuya atmósfera se abrazan el agua séptica y el petróleo crudo. Mulas famélicas buscan pasto entre la tierra yerma. Una jauría de perros ferales te rodea, ladrando con furia. Estrellas una piedra contra el hocico del can más bravucón, que se aleja chillando. El resto de los perros te abre paso.

Continúas entre incontables páramos y eriales, sin una idea precisa de tu destino. No puedes seguir ignorando la sed, ni el escozor de las heridas infligidas por los incisivos roedores. Evalúas si acaso no estarías mejor en la prisión, acurrucada en calzoncillos dentro de tu celda minúscula, confinando tu fuga a las demarcaciones de la imaginación. En ese momento te detienes y te abofeteas. ¡Es el momento que abre todos los momentos! Llegas a una carretera, que sigues a una distancia prudente, hasta bien entrado el amanecer.

Te acercas a una cabaña con celdas de energía solar en el techo, decorada con impresiones multicolores de manos, rodeada de pequeños huertos. Hay dos pequeños molinos de viento y también bicicletas estacionadas en el porche. Muchachos coronados con mohicanos bailan con chicas en pantalones cargo y paliacates amarrados al cuello. Percusiones electrónicas retumban desde el interior de la cabaña.

Te aproximas al umbral, haciendo con los dedos medio e índice la señal de amor y paz. Una de las chicas te pregunta si estás bien. Respondes que no estás nada bien, pero que la espera ha terminado y estás en tu camino. Tras dudar un poco, preguntas por el cuartel de la Brigada más cercana. “¡Es ella, se fugó ayer!” grita alguien, y todos nuestros rostros se iluminan ante la presencia mítica de la Mujer Pelotón. Sin reparar en lo agrio de tu aroma, formamos un estrecho corro alrededor de ti y te saludamos con el puño en alto, incluso unos segundos después de tu desvanecimiento.

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Dedicado a alguien que no se lo merece, anduvo conmigo en las calles pasĂł penas nunca se animĂł a poner un pie en mi casa Eres mi amiga me lavaste los pies me limpiaste el rostro hasta una mamada me hiciste ÂżcĂłmo no hacerte el milagro? a partir de ahora puro hombre malo que te hagan sentir una buena mujer

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Es todo, decir sí, ese quiero. Al parecer, debería ser todo. Me aferro a que debería de ser todo.

Es que, ya no soy una niña mamá. Pero seguiré siendo tu hija, la chica conductora: lela, intelectual, Godínez, dominante, dominada, seductora, apática, insoportablemente verídica; es que es estéril querer apartarme de mi veintena de personalidades.

Todas lo aman a él y a todas él ama.

Pero va más allá, más allá de la imposición y los imperativos que he preconcebido tácitamente cada vez que me viene la culpa y acaece el principio en nuestras huellas reformuladas. Papá ríe, y ríe sinceramente: Él no.

Traté por momentos de darles gusto. Salí con esos chicos de caras pálidas y ojos palurdos, de billeteras ensanchadas por el linaje, de cosas fatuas y banales. Me contuve lo necesario para elegirte entre los electos. A ti, sólo a ti.

No te quieren a mi lado, cariño mío, con ganas de decirte que, de hecho, tienes todo mi cariño. No debería haber más que eso; pero, de hecho, lo hay.

Y aquí voy yo, de nuevo, a mis tantos años que se plantan ya casi en el tercer piso, disfrutando una segunda adolescencia que se materializa en palabras yertas y tiempo, el tiempo infinitesimal que nos consume todo y se fragua de nuestras manos.

Vamos, querido, en cada afrenta haciendo testigos a los propios y desesperanzados, de que el amor languidece y, apenas oprobio, da mayores calmas a la tempestad que lamentos a la agonía. Te quiero, con ganas de conquistarte en cada plazo, en cada letra, en cada acto que llena mis fórmulas de poesía sin sentido.

Si ellos vieran lo que veo en ti, sabrían decir por que sí, y por qué si yo te he hecho electo es que te quiero, te quiero y te quiero así. Vagan entonces nuestras memorias que construimos por sobre las cosas simples, vagan los viajes en motocicleta, los besos trémulos entre las cámaras, la infinita intimidad del cepillado, las notas, las melodías, las angustias infundadas, las noches que no cesan, las ganas que no se apartan. Estás aquí, y estás conmigo, te quiero así.

Tengo una profusa insurrección a mis tantos y tantos temperamentos: Tú sí. Es todo para mí. Es todo. Te quiero a ti.

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Cuando el sol me da en la cara debo moverme un poco a la izquierda. Así a cada rato en intervalos iguales, hasta caer el atardecer, consigo volver a mi posición inicial. Tengo poca libertad de movimiento, acaso medio metro del techo al piso.

Creo que soy de los últimos, a los otros los fueron capturando de uno en uno. Me he salvado porque la familia Ferrer me dio este espacio entre el techo y el desván de su casa. Hago mis necesidades en latas y me alimento de una reserva que traje conmigo. La familia huyó a sus fincas en el campo, la casa está vacía.

Hoy la tarde parecía normal, pero hace unos momentos, mientras espiaba el jardín por la rendija desde la que se cuela el sol, he escuchado ruidos abajo, temo que me hayan encontrado, que alguien haya dado aviso y ahora estén aquí por mí. No tengo armas, solo estos deseos de hacerlos caer después del golpe de estado que nos dieron, de devolverles un poco de lo que nos han dado.

Ahora escucho pasos sobre mí, alguien deambula en el desván. La familia Ferrer no pudo haber vuelto, pienso, porque la ciudad aún no se apacigua. Debe ser alguien más, quizás un agente que anda en busca de los que seguimos escondidos como perros en basureros esparcidos por la ciudad.

Quien fuere que sea, se acerca a donde estoy, siento sus pasos sobre las tablas viejas. Pienso huir, pero atrapado en este breve sitio he cavado mi propia tumba. Comienzo a sudar y cuando siento que mi respiración se acelera escucho la voz de Arrio, un amigo. Todo debe estar salvado, pienso, han venido por mí. Me precipito a la salida, y cuando emerjo, en efecto, me encuentro con Arrio, pero ahora viste de policía. Mi sonrisa se congela, entiendo que todo está perdido.

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Enmascarado/ Ray Manzanares

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Desde la punta de un ojo, un estruendo

una mano se cierra

una mano se abre

una menos se entierra y rueda una estatua de cantera hacia el cielo Llueven gotas que pintan las calles de rojo

se rompe el suelo

se rompe la piedra

se derrama el fuego y la carga de los pies se bañan en oro Caen los viejos templos esculpidos en carbón

se levantan los rostros

se tiran los cuerpos

floran los pasos de los otros y el aire se mancha de un grito y su negro color Con plástico decoran del agua del río

simulan una nueva montaña

encienden una falsa estrella

le extienden una alfombra de pana y se incendia el agua cuando escucha ese grito Es otro mundo el derrumbado bajo el mar

son de las voces que no callan

son de las manos que no cierran

son de los pasos que avanzan y el fuego bajo la tierra limpiará la sal

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Iremos pintando

los campos de colores

de colores vivos Iremos regando

cada árbol sembrado

cada árbol marchito Iremos consumiendo

el fuego mudo

el fuego ya podrido Iremos recogiendo

burbujas de carbón

que abrigaban del frío Iremos limpiando

las gotas ácidas

del húmedo granito Iremos bañando

los pies ensangrentados

los pies ya derretidos Iremos caminando

sobre nuevas rutas

nuevos caminos Iremos dibujando

un nuevo momento

un trazo y un escrito Somos tiempo somos ayer

y lo que vendrá Somos un instante que permanece

y un infinito fugaz Somos tiempo Tiempo somos y SOMOS MÁS

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Somos una estampida que quiebra el agua

respiramos y cae un trueno

cantamos y se mueve la arena

hacemos florecer el desierto y se alzan las frutas que se llevĂł la lluvia En cada golpe explota una estrella

coleccionamos luces sobre ladrillos

en la brisa se siente el sabor del paso

cosechamos una marea nocturna de vino y cada cuerpo ausente se despierta Somos tiempo Tiempo somos y SOMOS MĂ S

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A

ño 2122. Área Zero, México (o lo que un día fue). Luego de decenas de desastres naturales que sirvieron al planeta como depuración de humanos, los vestigios del hombre debían mantener viva la esperanza, había solo un 10% de la población comparada con la que existía en 2019. La ficción había superado la realidad, la probabilidad de que los pocos habitantes de la tierra pudieran respirar aire puro eran ya inexistentes. El aire era tóxico, y por ese motivo con el tiempo se había optado por crear hogares subterráneos, vivir bajo el suelo era parte de esa fe necesaria que mantenía vivos a los últimos seres del planeta. En el centro del Área Zero podía verse una inmensa aura iridiscente que rodeaba la arquitectura llena de edificios inmensos muy industrializados y sus anuncios neón.

Un adolescente misterioso recorría las kilométricas avenidas, vagaba con la utopía de ver un árbol, aves, el sol, tal como los ancestros podían hacerlo en su época. Sin embargo, era desolador ver la imposibilidad del mundo para renacer o para regresar a esos días remotos llenos de colores naturales. Cuando la inteligencia artificial se levantó contra la humanidad no hubo modo de detenerla, el dominio que ejercía la tecnología sobre el hombre era infinita, la evolución del homo sapiens no existió como tal porque, los robots y las realidades virtuales consumieron los cerebros de la gente, se deformó la geografía que algún día se conoció, poderosas inundaciones hundieron las más bellas y famosas ciudades, y miles androides exterminaron a la mayor parte de la humanidad y se opusieron por años a sus creadores quienes eran los únicos que podían impedir el apocalipsis tecnológico; los controladores fueron destruidos, y así fue como la evolución de las personas nunca llegó.

Era media noche, en el Coliseo Virtual F3 se daban cita miles de asistentes para el gran evento: la batalla final de la temporada. Los guerreros que esa noche se enfrentarían: una especie de pulpo humanoide de tres metros parecida al gran Cthulhu, con alas enormes y tentáculos larguísimos contra un androide de aspecto similar a un esqueleto humano de estructura metálica, con algunos cables descubiertos, ojos de láser. Con la mirada fija en el centro del lugar, los fanáticos esperaban el comienzo del duelo.

Bajo los autos flotantes, la niebla y una gran cantidad de transeúntes, el joven misterioso caminaba a toda velocidad para darse cita en el ‘F3’, cubierto con una capucha que no dejaba ver bien su rostro.

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De vez en vez dirigía la vista hacia las enormes pantallas que levitaban por encima de los establecimientos, entre bares, cines, teatros, prostíbulos…

En el F3 la cuenta regresiva había iniciado: “…3,2,1”. Se apagaron las luces, un presentador al centro del enorme redondel nombraba a los contrincantes que se hallaban detrás de unas rejas, se podían escuchar sus agresivas respiraciones casi naturales, y en medio de la oscuridad, se alcanzaban a ver sus furiosos y mortíferos ojos rojos expresando hambre insaciable de pelea, de muerte. El presentador salió del lugar flotando luego de anunciar a “C-Craft” y a “Skull Android Two”. Cuando fueron liberados se observaron por unos segundos, las voces robóticas de los espectadores que gritaban al unísono “pelea, pelea, pelea.” Skull Android fue el primero en atacar con un golpe certero en el abdomen del pulpo, aunque destanteado C-Craft devolvió el ataque, dio un salto para caer encima del otro y con todo su peso intentaba exprimir el cuerpo robótico de su oponente.

Una ráfaga de disparos ahogados se escucharon seguidos de una pequeña explosión, una parte de la estructura de acero de Craft quedó al descubierto, la calavera salió volando por los aires para continuar disparando con la ametralladora que salía de su brazo, Craft se deslizaba por todo el redondel esquivando las balas.

El Cthulhu futurista profirió un gruñido demoniaco y de su boca salió una bola de fuego que se elevó hasta alcanzar a Skull. Mientras las llamas

iluminaban el cielo nocturno el misterioso adolescente estaba ya en las puertas del coliseo, se apresuró para llegar a uno de los palcos más cercanos al redondel, la pelea continuaba.

Skull Android había perdido su mano izquierda y parte de su cráneo dejando expuestos algunos cables de su naturaleza robótica. El joven se acercaba cada vez más al lugar de la batalla, empujaba a los asistentes al mismo tiempo que se escuchaban gruñidos y detonaciones. C-Craft abrió sus alas emulando el levantamiento gran Cthulhu era evidente que estaba a punto de vencer en el antinatural duelo. Una nueva bocanada de fuego azul salió de su monstruosa boca, su contrincante fue arrastrado y algunas de sus partes quedaron dañadas.

El encapuchado observaba como el esqueleto cibernético se ponía de pie con mucho esfuerzo, casi derrotado.

Un miembro de la Fuerza Policial se dirigía al joven sin que éste se percatara, pasando en medio de la multitud de chatarra viviente. Ya con la mínima energía Skull Android Two dio unos cuantos pasos mirando a su oponente, podía verse electricidad corriendo por todo su cuerpo. En su pecho, un triángulo emitía una luz roja que después de algunos sonidos lanzaron un poderoso ataque láser dejando al pulpo humanoide desmembrado de un lado y tirado en el suelo. Sus tentáculos arrancados se movían aun estando a unos metros de distancia. Después del estallido, ambos guerreros se encontraban casi derrotados, la pelea había sido brutal.

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El joven misterioso divisó a quien lo perseguía y se apresuró a caminar hacia la parte más baja de las gradas, tres policías más se dirigían a él conforme avanzaba, cuando por fin estuvo al nivel del suelo se deshizo de la capucha dejando al descubierto su apariencia de robot malhecho. Algunos asistentes esbozaron un inexpresivo asombro e intentaron huir. El misterioso robot presionó un botón que tenía en el cuello y corrió al campo de batalla.

En algún sitio lleno de pantallas gigantes, un humano de unos 30 años, desaliñado, pálido y raquítico, bebía un sorbo de café al mismo tiempo que observaba el potente y kilométrico atentado, con el impulso obsesivo de derrocar al imperio de los bots.

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Sin Título / Nico

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El dictador tenía a un insurrecto atado a unas columnas, su delito fue pronunciar la palabra prohibida. Exhibido, azotado, escarnio por gritar la palabra Libertad. Lo pagó caro, el sátrapa le cortó la lengua; desde el palco el tirano sonreía. El prisionero usando toda su fuerza arrancó las cadenas de las columnas, llegó un guardia y lo despojaba de su lanza. Se hirió el costado y con sus manos escribió la palabra Libertad en el muro. Los demás guardias llegaron para asesinarlo. El pueblo enfurecido se rebeló gritando Libertad.

Derrocaron al dictador y corearon: somos Libertad.

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El punk no estรก muerto / Ami.lv

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El entusiasmo nos llena por estrenar esta sección, elaborada con cariño y titulada El track escondido, en referencia a todas esas cancioncitas ocultas en ciertos álbumes, que se revelaban como una especie de regalo inesperado, accesibles a veces sólo mediante claves que debían digitarse en el estéreo.

En esta ocasión nos acercamos a tres proyectos que guardan notables diferencias sónicas, con los que conectamos a partir de algunas canciones que nos provocaron ruido, como toda rebelión.

Comenzamos con Leo Dex, cantautor poblano que se apropia y transforma algunas canciones (a modo de cover), pero matizándolas con un toque propio y distintivo. Leo nos expresó el dolor, la preocupación y la inseguridad que como padre siente ante la inseguridad que día a día enfrentan las mujeres en México (y también en el resto del mundo). Leo invita a la reflexión desde su trinchera lírica, donde proclama el amor y la libertad a la mujer.

En exclusiva, el 17 de abril, será el estreno de esta canción a través de Facebook.

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Escucha la entrevista aquí:

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No sólo son músicos, también son Solo Humanos, banda liderada por Fernando Lozano, también autor del poemario Las Venas del Cielo, que Los No Letrados editamos en agosto de 2019.

Representados por la mánager Majo Alfonzo, Solo Humanos están integrados por el vocalista Paco ,el bajista Adrián y Fer a cargo de la guitarra. A través de una mezcla entre rock alternativo y funk, estas criaturas nos incitan a una rebelión de pensamiento tanto como al baile al ritmo de su contagioso y alegre sonido.

solohumanospue solohumanos Solo Humanos Solo Humanos Spotify Cambia No quiero:

HUM

S Ó L O

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ANOS

Escucha la entrevista aquĂ­:

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Los No Letrados abrimos nuestras fronteras y llegamos hasta Cartagena de Indias, Colombia, en donde el Rock Caribeño nos abrió los brazos de manera virtual. Estamos hablando de Pedro Rock, un músico y también capitán de yates, de origen venezolano, el cual a través de la magia del internet nos contestó ciertas inquietudes expuestas en un correo electrónico. Originalmente las respuestas de Pedro quedarían registradas por escrito, pero en atención a la sustancia de las respuestas decidimos compartir en audio todo aquello que nos contó.

Sus opiniones, reflexiones y vivencias acortan cualquier tipo de distancia. Pedro, junto con su banda compuesta por Andrés en la guitarra, Juan David en la batería y Emanuel Julio en el bajo, nos hacen vibrar de emoción al entonar “himnos prohibidos” en contra de la represión como es el caso de Mi libertad , la cual, como nos relata “se convirtió en la canción de los estudiantes”.

pedrorockmusic pedrorockmusic PEDRO ROCK

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Pero, el principal motivo por el cual contactamos al señor Rock, fue para saber quién fue o es Paván, personaje del cual se habla en la canción El Karma; ésta es una declaración hacia el tiempo y las malas mañas de aquellos que están en el poder y no hacen más que robarle al pueblo latinoamericano.

La segunda canción que llamó nuestra atención fue Sin Control , perteneciente al EP Fogata. La sensibilidad de la lírica es avasalladora, nos remite al día a día de cualquier persona de la clase trabajadora, sin importar su bandera, para quien el cambio y el progreso parecen sólo un sueño. Y cómo se diría en México, el gobierno nos sigue dando atole con el dedo.

Pedro nos invita a escuchar la fusión del folk estadounidense y la música llanera del Caribe en We need help , donde reflexiona sobre la situación política y el legado histórico de su país de origen.

Escucha la entrevista aquí:

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