Relatos breves - El viejo hospital -

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—¡¿Estás loco?! —exclamó Fran, que vio cómo su compañero ya había emprendido la marcha—. Una cosa es asustar a unos chiquillos de vez en cuando; otra muy distinta irrumpir en un edificio del gobierno a sembrar el caos. —¡Vamos! ¿Nunca leíste nada acerca de los cementerios indios? —¿Cementerios indios? —repitió muy lentamente—. ¿Donde los ancestrales espíritus de los indios allí enterrados emergen de la tierra para vengar la interrupción de su descanso? Eso son sólo cuentos para asustar a la gente. Luís se detuvo al instante, con los ojos muy abiertos, sorprendido por sus palabras. —Mi querido amigo —dijo volviéndose hacia su compañero mientras se atravesaba con una mano el mentón en un infructuoso intento por rascárselo—, ¿me vas a decir, a estas alturas, que los fantasmas no existen? Los dos inseparables compañeros se alejaron juntos entre nuevas carcajadas, mientras a sus espaldas las escasas enfermeras no daban a basto para controlar a los juguetones espectros.

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