Exorcistica

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Nada más orar por ella, mostró todos los signos de sufrir una influencia demoníaca, entrando en trance y poniendo los ojos en blanco tal como se le veía si se le levantaban los párpados. Lo interesante, hay que insistir en ello, era que todo el problema de los vómitos había comenzado desde el día en que ella había hecho la ouija. Aunque los padres quisieron arreglar todo aquello por la vía médica, la relación causa efecto aparecía demasiado clara a la familia como para poder obviarla. Y una vez en mi iglesia, la reacción a mi oración no dejaba lugar a las dudas, existía la acción de un espíritu en ella. Como en tantas ocasiones, los padres sólo recurrieron al sacerdote cuando se dio por razonablemente agotada la vía médica. Sin embargo, a pesar de estar yo seguro de la existencia de una influencia demoníaca, la chica debía ser ingresada de forma urgente, ya que su vida peligraba. Recé por ella un rato sin que se diera más manifestación que el trance y su inmovilidad. El caso no parecía que fuera a ser resuelto en una hora o dos, me dio la sensación de que iba tener necesidad de un proceso de oración más largo. Dado que eran de otra provincia, les aconsejé que un sacerdote que viviera cerca se encargara de rezar por ella diariamente un rato para que se restableciera. Mientras siguiera en el hospital podía rezar por ella en la habitación del hospital como si fuera una visita más, sin hacer oraciones que llamaran la atención, orando a media voz. A nadie le iba a llamar la atención, puesto que ella durante las oraciones caía en la inconsciencia, pero no decía nada, ni se movía. El demonio estaba en su cuerpo, pero no lo poseía. Es decir, no lo podía mover a voluntad, ni podía hablar a través de ella. Como no era un caso de posesión, ni se requería el ritual de exorcismo, di instrucciones a un sacerdote amigo de la familia para que

orara por ella: rezando a su lado rosarios, bendiciéndola, pidiendo la protección de Dios sobre ella, suplicando a Dios que la restableciera y que rompiera toda atadura que el demonio tuviera sobre la enferma. Ya que su vida corría peligro, dada su delgadez extrema, el sacerdote cada día debía rezar un rato, aunque fuera breve, al menos diez minutos. Después, cuando su salud ya no estuviera en peligro, las oraciones podían ser semanales. La mejoría sería gradual, sin salidas aparatosas del demonio, puesto que se trataba de una influencia sobre ese cuerpo, no de una posesión. Tuve que insistir en que la ingresaran ese mismo día, puesto que la familia había perdido toda fe en la medicina. Una semana después me enteré por ese sacerdote, que la familia, nada religiosa, abandonó las oraciones para buscar la solución únicamente por la vía médica. Una vez más, uno de esos virajes radicales que a veces los familiares dan. En ese punto perdí el rastro del caso. La resignación era necesaria en un trabajo como el mío. Yo les daba los mejores consejos que podía, pero después cada uno era libre de tomar el camino que quisiera. Aunque era curiosa esa decisión de alejarse del camino de la oración, cuando el sacerdote de ningún modo les aconsejaba no seguir yendo a los médicos. Pero esa desesperanza, la vi repetida muchas veces. La gente venía a mí para lograr una solución inmediata. Pero si esa solución no se producía en el momento, no estaban dispuestos a rezar todos los días durante varias semanas y mucho menos a dar pasos de acercamiento a Dios, buscando una conversión de vida.

Caso 12 Puede dar la sensación de que los exorcismos siempre suponen largas y duras sesiones de oración que se prolongan durante meses. Sin embargo 152


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