Huellas de Tinta Mayo 2018

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Anabella Franco

Huellas en la FIL 2018 Anabella Franco, a veces bajo los seudónimos Anna K. Franco y Anna Karine, es escritora de novela romántica adulta y de ciencia ficción juvenil. Además, es docente de Literatura. Nació en Buenos Aires, Argentina, estudió Letras y Corrección Literaria, y comenzó a escribir desde muy joven, lo cual se convirtió luego en su profesión. Se desempeñó como jurado en diversos concursos literarios y como coordinadora en talleres de escritura. Ganó varios certámenes de cuento y publicó su primer relato en 2005. Actualmente vive en su ciudad natal y combina sus pasiones más profundas: la enseñanza y la escritura. Respondiendo preguntas de los lectores de Huellas de Tinta… 1. ¿Cuán a favor o en contra estás de ser un escritor comercial? (que escribe lo que un editor quiere o el público demanda en lugar de lo que desea) ¿Considerás que el apremio económico en la historia de nuestro país hace que veamos ese punto diferente a cómo lo ven los autores del Primer Mundo? Creo que la palabra “comercial” no es una mala palabra. “Comercial” significa, en realidad, “vendible”, y no necesariamente implica mala calidad literaria, como suelen prejuzgar algunos. Supongo que quien consigue publicar con una gran editorial presentó un texto comercial, de lo contrario, sería difícil que un editor se interesara en su manuscrito. Pero la aclaración “que escribe lo que un editor quiere o el público demanda en lugar de lo que desea” como explicación de “comercial” es incorrecta, al menos en mi experiencia. Escribo lo que quiero, como quiero y cuando quiero; lo que siento y necesito. Estudié Letras, así que, como soy fanática de la lengua y la literatura, cuido la calidad literaria de mi obra. El secreto para publicar no es escribir lo que el editor o el público quieren, sino ofrecer el manuscrito que uno quiere en el momento adecuado, aunque a veces haya que esperar años para verlo publicado. Eso es lo que más cuesta; la ansiedad nos apremia porque queremos que la gente lea nuestra creación enseguida. De modo 28

que ser comercial, en el verdadero sentido de la palabra, no solo depende de la calidad de una obra, sino de la época, y es bueno, porque ayuda a llegar a más lectores. Por ejemplo, mis dos mayores éxitos hasta el momento, “Nada más que una noche” y la saga Rebelión, se publicaron en 2012 y 2015, respectivamente. Sin embargo, eran obras que escribí en 2006. De la saga había escrito “BIOS”, que luego salió como precuela en 2016, pero es el inicio de ese mundo y tiene las mismas características literarias que la saga escrita y publicada después. Pasaron diez años desde que escribí el manuscrito hasta que lo publicó una editorial. No sé por qué coexisten dos mitos enfrentados: por un lado, el que encuadra lo comercial como necesariamente “malo”. Por el otro, masivamente se confía en lo que seleccionan las grandes editoriales y se desconfía del escritor autopublicado. Yo creo que hay libros buenos y malos en todos lados, y que el prejuicio solo hace daño. Tampoco considero que sea negativo negociar cambios en el texto con el editor. Para eso estudiaron edición: para ayudar al autor a mejorar su obra y hacerla llegar a mayor cantidad de público. No es un enemigo, es un aliado. Habré tenido muy buenas experiencias con los editores, porque, al contrario de lo que supone la pregunta, nunca me mandaron a escribir nada, aunque sí me sugirieron modificaciones; la mayoría, acertadas. Me parecería muy soberbio por parte de un autor pensar que su libro no requiere cambio alguno. Por último, creo que no se puede comparar el mercado local con el de Estados Unidos (lo tomo como ejemplo de primer mundo), ni en volumen de ventas ni en cantidad de autores y plazas para escritores en las editoriales. El apremio económico de nuestro país para mí tampoco tiene que ver con cuán comercial sea la obra de un autor