Huellas de Tinta - Febrero 2012

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Relatos

No entiendo nada. Si no va a dejarme, si todos mis gritos fueron en vano, ¿por qué estaba tan nervioso? ¿Sucede algo malo? -¿Qué pasa? ¿Por qué estás así entonces?- me fuerzo a preguntar, con mi voz apagada por las lágrimas. Gabriel acerca su rostro al mío, sonríe tímidamente y suspira. Me estremezco, esperando su respuesta… Si rompiera en carcajadas justo ahora, sé que Annie se enojaría, pero me da gracias ver cómo ella siempre piensa las peores cosas e imaginas las situacio-

nes más tristes de algo que nunca sucede. Con su rostro así, tan cerca del mío, aspiro su dulce perfume y suspiro, maravillado con lo fuerte que me ha golpeado el amor de esta chica. Por eso, mis preocupaciones y temores se alejan, por eso tan sólo susurro: -Cariño, yo solo quería saber si quieres casarte conmigo… Una vez más, Annie comienza a llorar, pero esta vez, de felicidad. Yo tan solo la abrazo y beso con dulzura, prometiéndole estar a su lado hasta el fin de nuestros días…

Sin Pensar en nada más... Sin pensar en nada más... El suelo vibra con cada golpe de sus pies... Mueven sus cuerpos al ritmo de la música, sus cabelleras danzan con la melodía pegadiza. El cielo es un remolino de colores y luces, las nebulosas se muestran con sus vestidos de brillantes colores y es imposible no seguir el ritmo con el que universo parece moverse, copiando la secuencia de notas musicales.

Toc... toc, toc... toc... toc, toc... toc! Siguen marcando los tiempo al golpear sus pies contra el pavimento, sigue girando el mundo en el mismo sentido y a igual velocidad. La sinfonía de la existencia de reduce a eso... a la música que nace en el aire mismo, a la melodía que inunda el universo mientras ellos bailan sin pensar en nada más.

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