Huellas de Tinta Diciembre de 2020

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RELATO

I

Acá es donde te dejo

Acá es do

Por Isaia -

Llegaremos tarde a la cena

Él se recostó en el asiento del acompañante a mirar por la ventana. Dejó salir un suspiro sonoro, esperando que su hermana lo escuche. - No hay apuro, cálmate. – le contestó ella, con la mirada puesta en el camino cubierto de nieve y escarcha. Más de una vez, su hermana se vio obligada a girar el auto de forma espontánea e inesperada porque el camino seguía repleto de pequeños bloques de hielo, reacios a derretirse o quebrarse y que hacían el trayecto más peligroso y lento. El clima estaba del lado del hielo, con su temperatura bajo cero, el viento cortante y las gotas heladas de aguanieve. Él solo quería llegar a la cena a tiempo porque a más pronto llegaran, más pronto se irían. Odio la Navidad, pensaba para sí mientras miraba el bosque blanco y se imaginaba que si se adentraba en lo más profundo de allí, encontraría el castillo de la reina de hielo. Se rió en voz baja, casi burlándose de su propia imaginación. -

¿Qué te imaginas?

-

¿Cómo haces eso?

- lo. -

¿Qué? – ella se volteó un instante para mirarSaber cuando estoy imaginándome algo

- Lo veo en tu cara. No creo que pensar en otra cena aburrida con la familia te haga sonreír así. -

Claro que no

-

¿Por qué odias la Navidad?

- Eh…- él estaba a punto de responder pero se quedó con la boca abierta. Era una buena pregunta. Si recordaba bien, hasta hacía unos años no le molestaba la Navidad, le gustaba la comida, los regalos, incluso el monstruoso clima. ¿Por qué odiaba la Navidad? - 56

No-no recuerdo – admitió al fin. Ella solo

sonrió. Sus ojos seguían en el camino. - ¿Por qué sonríes? - Por nada. Es interesante que a veces uno no vea las respuestas que están enfrente de uno. - No tengo ganas de filosofar, sólo… – un chirrido que le dejó los oídos silbando lo detuvo. El auto estaba girando pero su hermana no parecía poder controlarlo. Sus manos sostenían el volante con fuerza pero su rostro estaba inerte, no mostraba ninguna impresión. -

¿Qué pasa? – preguntó.

El auto estaba dando vueltas y el parabrisas se empezó a llenar de nieve. Los copos golpeaban con tanta fuerza que, cada vez que uno rozaba el cristal, el ruido simulaba un disparo. Un nuevo giro hacia la derecha, luego medio giro hacia la izquierda, y el auto parecía haberse estabilizado. Ahora iban hacia adelante, pero a mucha velocidad. -

Hermana, soltá el acelerador

- No lo estoy apretando. – Su voz sonaba muy relajada, dada la situación. – Nos estamos deslizando por el hielo. -

¡Hace algo! Nos vamos a estrellar

-

Eso intento

Sus oídos volvieron a taparse, esta vez por el sonido de unos truenos. ¿Va a llover ahora? Intentó mirar entre la nieve que cubría su ventana y notó que el cielo estaba oscuro. Demasiado. Al punto que todo su cuerpo se vio temblando mientras sus rodillas se chocaban contra la puerta. Su hermana seguía al volante, pero parecía sostenerlo con menos fuerza. La oscuridad enfrente de ellos era asfixiante. Él tragó saliva y quiso tomar del brazo a su hermana para intentar aliviarse pero sabía que no podía si manejaba. Su miedo se transfor-