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Se tambalean los pilares de la paternidad

Esto es una suerte de revolución global, y la respuesta de los varones ante la pérdida de su lugar central en el mundo es de azoro, de conmoción que se puede expresar de distintas formas, señala. “Estamos en un pasmo, en una falta de claridad de cuál será nuestro lugar y cuáles serán las formas de rearticular nuestras relaciones con las mujeres y con otros hombres”, añade el investigador.

Para el universitario, en la actualidad es posible “abrir el velo y comenzar a pensarnos y valorar lo que somos como padres de hijas e hijos, frente a lo que fuimos como hijos de ciertos padres”. Hay una situación de punto de inflexión en varios hombres que buscan formas distintas a la tradicional de ser papá: proveedor, poco involucrado en la crianza y en la educación, figura de autoridad y a veces del autoritarismo familiar, y sin un efectivo vínculo afectivo.

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A esas paternidades que varios vivimos y padecimos, tenemos la posibilidad de mirarlas de manera crítica e intentar cambiarlas. No obstante, lo nuevo está lejos de llegar porque implica transformar toda una estructura de privilegios, y muchos no quieren renunciar a ellos. “El privilegio no se pregunta, no se cuestiona, se da por hecho, se vive, se disfruta, se asume. En la medida que aparecen y se convierten en un asunto naturalizado, las estructuras de poder son la garantía de su reproducción al infinito”.

Por eso, ante las nuevas masculinidades, los hombres tienen discursos diversos y diferentes direcciones; al mismo tiempo estamos frente a uno de los periodos de violencia contra las mujeres más brutales, alerta Olivos Santoyo.

Hay expresiones claras que señalan la reavivación de una misoginia beligerante. La violencia contra ellas tiene que ver con la pérdida de centralidad que los hombres hemos comenzado a experimentar debido a las impresionantes transformaciones impulsadas por las mujeres. “Uno cree que todo esto es en clave de igualdad y libertad, pero las nuevas masculinidades también se están produciendo en una hiperviolencia, hipermisoginia y en una hiperhomofobia, transfobia, racismo, clasismo”, y demás elementos sobre los que descansa la masculinidad hegemónica.

Por supuesto, hay grupos en la sociedad que todavía se resisten al cambio. Hay una paternidad irresponsable y por ello el 18 por ciento de los hogares son mo - noparentales (encabezados por mujeres que se quedaron solas porque los hombres se dieron media vuelta y dejaron a su familia). “La falta de manutención es tan grande que vemos que se han comenzado a castigar tales ‘usos y costumbres’”.

En la educación hay una dimensión formal; pero hay otros espacios que también nos “educan”, como los medios de comunicación y cada vez más las redes sociodigitales. Sus contenidos, considera, deberían llevarnos a una reflexión en torno a la importancia de que los padres tengan otro lugar en la crianza y educación de hijas e hijos.

Se deben generar discursos que legitimen y hagan deseable que los varones se entreguen en cuerpo y afecto a sus hijas e hijos. Pero “si seguimos viendo y escuchando lo mismo, esto no va a cambiar”, enfatiza Olivos Santoyo.

La intención de celebrar el Día del Padre inició en 1910, encabezada por Louise Smart Dodd, una mujer estadounidense que intentaba lograr el reconocimiento del papel de los padres en la sociedad. Fue hasta 1972 que se oficializó el tercer domingo del mes de junio para brindarles un homenaje.

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