Fiona y Las Ciguas Palmeras

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Ilustrado por Soonhwa Wiesner


©Maritza Florentino 2018 Ilustraciones: Soonwha Wiesner Diseño y diagramación: Germán Castellanos Dirección de arte: Gabriel Castillo, Litevisual ® ISBN: 978-9945-09-157-1 Impreso en Santo Domingo por Editora de Revistas, Editora Listín Diario Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito de la autora.


Fiona y las Ciguas Palmeras A todos los niĂąos que aman las aves y cuidan la naturaleza.


Fiona despertó contenta. Abrió y cerró los ojos al sentir un rayo de luz que venía desde el cristal de la ventana.

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Y los abriรณ de nuevo para mirar la alta palma real y el hermoso รกrbol de amapola que adornan el edificio donde vive.

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Escuchó una voz fuerte y se asustó. Era Ignacio, el jardinero, que decía: -No lo hagan, no los tumben porque dan agua, sombra y vida.


En la palma real y el árbol de amapola se reúnen diez cigűitas palmeras que están construyendo un gran nido para vivir con otras amigas. 4


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-Qué estará pasando?, se preguntó Fiona cada vez más inquieta. -No he oído a las cigűitas llamar a sus hijos. Ni he escuchado el ruido que hacen cuando traen en sus picos amarillos ramas secas para construir el nido grande en la palma real. Sé que son diez. Las cuento siempre que doy vueltas alrededor de sus troncos. Fiona oyó otro ruido, salió corriendo y abrió la puerta.


Vio hombres que golpeaban con un hacha el tronco de los árboles mientras las diez cigűitas se aferraban a las ramas. Daban órdenes a otras muchas que volaban desde los alambres de los teléfonos para que ayudaran y sostuvieran con sus picos el nido grande.

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La palmera se mecía como si un viento de huracán la atacara. La batalla era fuerte. Volaban por los aires plumas marrones y blancas, caían ramas secas y florecidas mientras más y más cigűitas arrancaban el nido grande y volaban muy alto para protegerlo.

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Los depredadores, como se llaman los que tumban los árboles, al ver que las ciguas se llevaban el nido grande, atacaron con furia a la elegante palma que al final cayó sobre el suelo. Algunas raíces la mantenían unida a la tierra, pero muchas de sus ramas estaban rotas.

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Los vecinos salieron de los apartamentos y se llenaron de pena al ver la palmera derribada. Pero sintieron alivio al observar que la amapola se mantenĂ­a de pie sobre su fuerte tronco, aunque solo le quedaba una dĂŠbil rama. AllĂ­, ocho avecillas con sus alitas cansadas luchaban con fuerza para no caerse. 9


- ¡Eran diez, vamos a buscar las dos que faltan!, insistió Fiona. -Busquemos a los depredadores también, se oyó desde el balcón más alto del edificio la dulce voz de Félix, el viejo vecino que vivía solo con sus pequeñas plantas. Levantó sus manos, unió sus dedos índices y pulgares formando con ellos un corazón y dijo: - Yo, el Mago de la Naturaleza, encierro en este corazón a los depredadores, les ordeno viajar por un minuto a un lugar sin árboles, sin aves, sin animales... Sé que regresarán convencidos de que todos tenemos un corazón lleno de amor para los árboles, las aves y el planeta.

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Ana, la madre de Fiona, llamรณ desde su celular y rรกpidamente llegรณ un enorme camiรณn amarillo que elevรณ al cielo un brazo largo.

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Luego llegó Emilio, el más travieso del edificio. Traía las dos cigűitas que faltaban. Las entregó envueltas en la camisa que se había quitado para cubrirlas del frío. -Estaban escondidas detrás del helecho, dijo con voz de héroe. Esta tiene una patica rota y esta sigue más asustada que Fiona, sonrió mientras guiñaba uno de sus ojitos picarones.

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Álvaro, el doctor de la calle, las examinó. Pasó su mano sobre la cabecita de la más pequeña y se la entregó a Fiona que la meció en sus brazos como si fuera un bebé.

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A la de la patica rota le puso un poquito de pomada para el dolor y le dijo: - Toma este bastรณn. Camina lento sobre la palma y tus pisadas la levantarรกn. Luego, vuela alto hasta la amapola y comienza a cantar, exclamรณ mientras elevaba sus brazos hacia el cielo.

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Fiona y los vecinos siguieron con sus miradas los brazos de Ă lvaro. Asombrados, vieron la elegante y serena palma real, que sonriente y agradecida, hacia una reverencia al hermoso ĂĄrbol de amapola florecido. Sobre su copa cientos de ciguitas colocaban, como una corona, el gran nido que habĂ­an construido y defendido.

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Desde el cielo, en una nube en forma de corazĂłn, unos arrepentidos depredadores lanzaban gotas de rocĂ­o a diez orgullosas ciguas palmeras.

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Fiona, agradecida, ofreciรณ una ramita de palma real y otra de amapola florecida al Mago de la Naturaleza. Entonces, sonriรณ feliz.

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Maritza Florentino de Fernández Es una educadora dominicana, licenciada en Educación, con estudios de postgrado en Lingüística y Literatura y en Administración de Centros Escolares. Ha trabajado en proyectos dirigidos a formar niños y jóvenes amantes de la palabra y la lectura.

Ha publicado los libros de cuentos infantiles Aventuras de Bienvenida, la Tortuga Verde, una trilogía de cuentos de la que ahora presenta la segunda edición; Mi Precioso Manatí, 3 Cuentos de Navidad y Carnaval en el Mar. Mantiene una búsqueda continua de todo lo referente a la Pedagogía, la Didáctica y la Sicología. Su trayectoria de maestra abarca todos los niveles educativos. En la actualidad es la directora del Colegio Triumphare.


“Fiona y las Ciguas Palmeras” es un

breve relato escrito por Maritza Florentino, que cuenta una hermosa historia de amor a la naturaleza. La palma real y la cigua palmera son dos símbolos que nos identifican. Su amplia presencia las ha convertido en una realidad que a lo largo de los años hemos sentido cercana y nuestra. En este breve cuento también está presente la amapola, uno de nuestros árboles más emblemáticos. La palma real es nativa de nuestra isla y muy parecida a otras que crecen en países vecinos de las Antillas Mayores y el Caribe. En ella habita la cigua palmera, que es nuestra Ave Nacional. Esta historia ha sido concebida como una herramienta para despertar y fortalecer en la infancia dominicana el amor y el respeto por la naturaleza.


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