como suprimir las preocupaciones

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mente como médico. El ejercicio de la oración, en los que habitualmente lo practican, debe ser considerado como el más adecuado y normal de todos los pacificadores del espíritu y calmantes de los nervios. "Dejadlo... Dejadlo en manos de Dios." Jeannette MacDonald me dijo que, cuando estaba deprimida y preocupada y no podía dormir, obtenía siempre una sensación de seguridad repitiendo el Salmo XXIII: "El Señor es mi pastor; no me veré en la privación. Me llevará a los verdes prados; me conducirá junto a las tranquilas aguas..." Pero, si usted no es religioso y tiene que hacer las cosas por el camino áspero, aprenda a descansar por medio de medidas físicas. El Dr. David Harold Fink en su Liberación de una tensión nerviosa (Release from Nervous Tension), dice que el mejor modo de hacer esto es hablar a nuestro cuerpo. Según el Dr. Fink, las palabras son la clave de toda clase de hipnotismo, y cuando no se puede dormir es que uno se ha creado su insomnio hablándose a sí mismo. El modo de deshacer esto es deshipnotizarse y cabe lograrlo diciendo a los músculos del cuerpo: "Vamos, vamos... Aflojaos y descansad". Sabemos ya que el espíritu y los nervios no pueden descansar mientras los músculos estén tensos; por tanto, si queremos dormir, tenemos que comenzar con los músculos. El Dr. Fink recomienda —y es algo que tiene resultado en la práctica— colocar una almoha da bajo las rodillas, a fin de aflojar los músculos de las piernas, y otras dos pequeñas almohadas bajo los brazos por razón análoga. Después, diciendo a la mandíbula, los ojos, los brazos y las piernas que descansen, nos quedamos finalmente dormidos antes de darnos cuenta de nada. Lo he probado; es cosa que sé. Una de las mejores curas de insomnio es la de cansarse físicamente trabajando en el jardín, nadando, jugando al tenis o fútbol o desarrollando simplemente un trabajo

físico agotador. Esto es lo que hacía Theodore Dreiser. Cuando era un joven autor que trataba de abrirse camino, se preocupaba por el insomnio y buscó una ocupación de obrero manual en el Ferrocarril Central de Nueva York. Después de un día de trabajo de pico y pala, estaba tan agotado que apenas podía despertarse para comer. Si nos cansamos lo suficiente, la naturaleza nos obligará a dormir aunque estemos caminando. Como ejemplo diré que, cuando yo tenía trece años de edad, mi padre envió una carretada de cerdos cebados a Saint Joe, Missouri. Como obtuvo dos pases para el tren, me llevó consigo. Hasta entonces nunca había estado en una localidad de más de cuatro mil almas. Cuando bajamos en Saint Joe —una ciudad de sesenta mil habitantes—, estaba excitadísimo. Vi rascacielos de seis pisos y — maravilla de maravillas— un tranvía. Puedo todavía cerrar los ojos y ver y oír a este vehículo. Después del día más emocionante de mi vida, mi padre y yo tomamos el tren de retorno a Ravenwood, Missouri. Llegamos al pueblo a las dos de la madrugada y tuvimos que andar seis kilómetros para llegar a nuestra granja. Y aquí está lo importante del relato: estaba tan agotado que dormía y soñaba mientras andábamos. He dormido frecuentemente montado a caballo. Y vivo para contarlo... Cuando los hombres están completamente agotados duermen profundamente en medio del fragor, el horror y el peligro de la guerra. El Dr. Foster Kennedy, el famoso neurólogo, me dijo que, durante la retirada del Quinto Ejército británico en 1918, vio a soldados tan agotados que caían al suelo y se quedaban dormidos como si estuvieran en coma. No se despertaban ni cuando se les levantaban los párpados con los dedos. Y advirtió el Dr. Foster Kennedy que, invariablemente, las pupilas de los dormidos habían girado hacia arriba. Este neurólogo declara: "Después de esto, cuando duer-

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