Kupen

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ban el, rumbo del Sur. Las sardinas otra vez en el mar continuaban su emigraci6n pacifica, victoreando a Yoy6 que las habia salvado del frio ataGd de las latas conserveras. Nuevamente en la corte paterna, el principe cambi6 radicalmente de vida. Nunca el Rey Merlin consigui6 que su hijo volviese a ocuparse en 10s negocios de Estado. Cuando le pedia que fuese a pasar revistas, a redactar protocolos, a despachar credenciales, a recibir visitas, Yoy6 contestaba siempre con el mismo ruego: -Padre, dCjame ir a sentar en la playa, que en el mar aprendi muchas cosas. Los hombres se despreocupan de lo que son las riquezas verdaderas y se enloquecen ante este maldito brillo del or0 que trae a1 mlxndo en guerra; abandonan la agricultura, la ganaderia, la pesca, 10s mis firmes valores de una nacibn, para ir a matarse por ese or0 asqueroso que lo esti corrompiendo todo. DCjame esta inmensa alegria de ver c6mo pasan 10s barcos cargados de codicia y c6mo vuelven cargados de desilusi6n. {Ves todos esos millones y millones de sardinas? Son aventureros que abandonaron el hogar soiiando con imperios de or0 y que ahora se

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