Furiaincontrolada cap1 web

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creía ni por asomo. Pero, como buen camarero, no discrepó. Debía de estar acostumbrado a las chicas de buena familia que venían a buscar emociones fuertes entre vampiros y luego regresaban a sus vidas bien ordenadas como si nada. Empezó a llegar gente a la barra y a amontonarse a mi alrededor. No hacía falta tener un olfato demasiado desarrollado para disfrutar del olor a transpiración que emanaban todos y cada uno de ellos. Dios mío, ¿por qué no se acababa el sudor con la muerte? De verdad que en este mundo reina la injusticia. Un hombre me empujó para apoyarse en la barra. Rectifico: para tumbarse en la barra. Después de eructar de manera poco alentadora, le soltó un discurso al camarero y se decidió por una cerveza. Subrayó el pedido con otro eructo más sonoro que distinguido antes de volverse hacia mí. Todo un príncipe azul, vamos. Cincuentón, por lo menos sobre el papel, una melena gris y grasienta, una especie de sombrero de vaquero incrustado en el cráneo —debía de tratarse del código de vestimenta del local— y una sonrisa desdentada que hubiera causado furor en un curso de higiene bucodental. «Está claro que a los niños no se les enseña lo que hace falta para motivarlos», pensé mientras con la mano ventilaba el aire nauseabundo que me llegaba a la nariz. —Hola, ¿qué hay? —me dijo en un tono tan inocente como el de una mujer de vida alegre en plena hora punta. Me siguió observando detenidamente, como si fuera un trozo de carne —debía de parecerlo a sus ojos—, sin arredrarse ante mi escote, pasándose la lengua por los labios. Se acababa de cargar mi libido. Para los próximos veinte años. Tenía el aliento aún más insoportable que los modales. —Tengo la camioneta aparcada cerca de aquí —el príncipe azul volvía a la carga. Lo miré y se me deformó la boca sin querer. «Nada de crearse enemigos ni de hacer enfadar a nadie», me repetí en silencio. Sin embargo, Dios sabe cuánto me hubiera gustado enviarlo a paseo, aunque solo fuera por deshacerme de aquel olor. 14


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